(Por Dolores Pruneda Paz) Tras 10 años sin exponer en un museo argentino, la artista francoargentina pionera de arte conceptual Marie Orensanz regresa al país, con 86 años y con "El fluir del pensamiento", una muestra que reúne parte de su producción más actual y trabajos de los años 60 y 70: dibujos, objetos y videos que al tiempo que reflejan esas poéticas a la vez públicas e íntimas que son su sello personal, generan diálogos de sentidos múltiples y potentes, y se puede ver hasta el 25 de junio, en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) del Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Muntref).
"El arte y la ciencia son las aventuras del pensamiento", le dice a Télam Orensanz, esta marplatense precursora del arte conceptual en el mundo, radicada en Francia hace décadas, que asumió el compromiso, desde su arte, de no cerrar discursos, haciendo piezas que juegan con lo polisémico para dar espacio a nuevos órdenes, singularidades e interpretaciones que escapan a "lo dado", lo hegemónico, e invitan a ejercer el acto emancipatorio del pensamiento. Sus obras son problemas sin respuesta abiertos al pensamiento, la emoción y la belleza, porque Orensanz cree fervientemente que esas respuestas pueden ser múltiples y que pueden llegar de cada espectador.
Las piezas expuestas en la sede Hotel de los Inmigrantes del CAC Muntref repasan el sutil trabajo de Orensanz (Mar del Plata, 1936) entre lo micro y lo macro político: desde una fotoperformance de "Fragmentismo", el icónico manifiesto donde en 1978 explicaba que sus obras exponen los elementos de un problema mientras que "las soluciones pueden ser múltiples y dependen de los que observan el objeto"; hasta pinturas o dibujos sin título de series legendarias como las "Flores venenosas" que expuso en 1977 en Argentina durante la última dictadura militar.
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O la foto instalación "Pensar es un hecho revolucionario", frase clave de su obra, que escribió por primera vez en el manifiesto "Eros", de 1974, calada en el hierro décadas después en su monumental escultura en el porteño Parque de la Memoria, parte de una obra que va del utopismo esperanzado de las segundas vanguardias del siglo XX al desencanto posmoderno.
"Marie piensa, escribe, ensaya formas y materializa sus ideas. Las pone en el espacio y las comparte. Lo cotidiano integra la intimidad de su trabajo, de su pensamiento, el lugar del tiempo de reflexión, la conexión del pensamiento y la acción", explica en el texto curatorial la historiadora y crítica de arte Diana Wechsler.
Orensanz trabaja a partir de trazos simples. Algún dibujo pequeño, a veces una palabra, también números y frases son "gestos sutiles aunque persistentes" que "laten en su sencillez", indica Wechsler. Sus obras resultan de papeles plegados; vidrios, maderas o viejos objetos intervenidos; mármoles dibujados o telas impresas que funcionan "mapas de ideas" y que comparten como común denominador ese "fluir del pensamiento" que da título a la muestra que podrá verse hasta el 25 de junio, con entrada gratuita, en la porteña avenida Antártida Argentina 1335, de martes a domingo de 11 a 18.
"Me alegra volver a mi país y sobre todo con una invitación del museo Muntref", le dice a Télam Orensanz, que se formó en los talleres de Emilio Pettoruti y Antonio Seguí; que viajó a Europa y en París en 1964 ganó el premio para extranjeros del Salon des Femmes Peintres Sculpteurs; que entre 1972 y 1975 vivió en Milán donde la "apoyaron" reconocidos intelectuales comprometidos con la vanguardia como el pintor, filósofo y crítico italiano Gillo Dorfles (1910-2018) y la historiadora y también crítica de arte italiana Lea Vergine (1936-2020; que después se estableció en París adonde aún reside.
Nacida en Mar del Plata en 1936 como Marí, nombre de varón como de mujer, se lo cambió a Marie, exclusivamente femenino, después de que un coleccionista italiano devolviera una obra suya a la galería donde la había comprado en Milán, al enterarse que se trataba de una autora y no de un autor. "Para que no hubiera dudas", explicó más de una vez a la prensa. Aunque sus padres esperaran un varón cuando nació y si bien de chica, a eso de los siete años, ella prefería ser varón, seducida por los privilegios del género, "yo soy mujer y además mujer artista", dice, y una "mujer artista" que trata el tema de la opresión femenina desde el inicio de su carrera.
En 1972 causó impacto con un autorretrato donde se leía la palabra "limitada" escrita en su frente. "Libertad, igualdad, fraternidad" se lee en el pedestal intervenido en 1982 en París en 1982, erguido sobre el zócalo Patrick Audras, su compañero por más de 50 años, padre de sus tres hijas, su "marido feminista", como ella lo recuerda, le pisaba la cabeza en un gesto de humor.
"Espero que esta cuarta ola de feminismos no se convierta en una moda, sería banalizar algo muy importante y con lo que se han logrado muchos adelantos", dice ahora, 2023, ya 13 años sin Audras, quien falleció en 2010.
La invitación a pensar de su obra; ese carácter polisémico de las palabras que perfora en sus piezas y forman parte de un vocabulario artístico propio y personal -comunicación, igualdad, indiferencia- invitan a espiar qué hay más allá de la literalidad de las apariencias y llevan como intención, asegura, "la comunicación con el otro, con esos otros que son un todo-dice Orensanz a esta agencia-, se trata, nada más, de dar a reflexionar y construir", asegura, de "cómo ver más allá de lo evidente".
¿Cuál es el punto de partida de esa operación estética y conceptual? Orensanz no encuentra la respuesta ni en la forma, ni en la idea ni el material que manipula para construir cada una de esas piezas. "La reflexión comienza en mi taller y después, a veces, yo misma me sorprendo, una vez terminada la obra, los misterios de la creación son muchos", repara.
De hecho, "creación" es una de las tres palabras preferidas con las que trabaja. "Libertad y amistad" son las otras dos. En ese léxico artístico personal, ese diccionario subjetivo al que recurre cuando construye sus piezas, las tres palabras menos queridas, no duda, son "injusticia, racismo e intolerancia". "Espero que aún falten muchas frases y conceptos para trabajar mi obra -agrega-, nunca pensé que hubiera alguno más difícil que las demás", todos son parte de ese desafío que postula que "hay que pensar todos los días".
La noción de tiempo que atraviesa a ese "fluir del pensamiento" que propone la exposición de Muntref lleva a preguntar qué cuestiones imponen estos tiempos hiper tecnológicos de intercomunicación múltiple y simultánea cada vez más acelerados, cuáles son los pensamientos más urgentes que provocan. "El detenerse y pensar es un gran placer que todos deberíamos tomar", subraya Orensanz, porque "al tiempo, parte de mi historia que se refleja en esta muestra, es parte de la historia de todos y no podemos dominarlo, va más allá".
Su obra es conceptual y poética. ¿Dónde encuentra hoy esa poesía? "En infinidad de cosas -dice Orensanz- en la observación del mundo y de la naturaleza, en el arte, en la ciencia", enumera esta artista que cree que "la verdad existe", pero que lo hace en el sentido de "la amistad y de la solidaridad" y que eso genera un gran goce. "He tenido grandes amigos de distintas nacionalidades y de distintas profesiones o de ninguna profesión. El placer es infinito", asegura en un impás de la entrevista.
Y si su idea alguna vez fue "dejar algo creativo y estéticamente bello" a través de su arte, el vínculo entre la belleza y el espíritu "es como una gran cadena -reflexiona-, recibimos y damos". Ahora, si ese vínculo alberga o excluye el vacío que visibiliza su obra "es una cuestión que cada uno tendría que intentar responder", se despide.
Con información de Télam