Este jueves 6 de junio la Iglesia Católica celebra a San Marcelino Champagnat, un verdadero ícono de la educación y la fe. Nació en Lyón, Francia, en medio de una Revolución Francesa que azotaba al país.
San Marcelino siempre sintió la necesidad de ayudar a los jóvenes necesitados de conocimiento para abrirse un camino en la vida. La educación que recibió de su madre, inmersa en la fe y la coherencia de vida, fue fundamental en su formación.
A pesar de los tiempos difíciles en los que vivió, San Marcelino perseveró en sus estudios y se ordenó sacerdote en 1816. En ese momento, su compromiso con la educación se hizo aún más fuerte. Junto a un grupo de sacerdotes, se consagró a la Virgen en Nuestra Señora de Fourvière y decidió fundar la Sociedad de María, también conocida como Hermanitos de María o Maristas de la Enseñanza.
Dentro de esta sociedad, San Marcelino creó una rama de hermanos dedicados al cuidado y la educación de los niños, especialmente aquellos que vivían en zonas con menos oportunidades de formación. Además, uno de los hermanos fue ordenado sacerdote para servir plenamente al resto de la comunidad.
La fundación de la Congregación de los Hermanos Maristas se produjo el 2 de enero de 1817. La nueva comunidad, consagrada como “Compañía de María”, dio inicio a las labores escolares. Previamente, sus miembros, conocidos como “los hermanos maristas”, habían recibido de su fundador la instrucción adecuada para tan elevada misión.
San Marcelino Champagnat consideró que la ignorancia era la peor lacra del hombre, ya que a través de ella, el pecado podía arraigarse en el corazón humano. Su espiritualidad marista se difundió rápidamente por Europa y luego por todo el mundo.
Hoy, honramos el compromiso y el legado de San Marcelino Champagnat, quien falleció el 6 de junio de 1840 con tan sólo 51 años. Su enfoque educativo integral, tanto cristiano como humano, sigue siendo una nota característica del carisma marista hasta el día de hoy.
Oración a San Marcelino Champagnat
San Marcelino,
que a lo largo de tu vida
fuiste un hombre fiel a tus raíces,
a tu tierra,
a tu familia,
a la sociedad
ayúdanos a convertirnos en personas útiles
a nuestra tierra y a nuestra gente.
Ilumina con tu ejemplo
nuestra sensibilidad y respuesta.
Que, como tú,
descubramos lo que nuestros familiares,
los miembros de nuestra comunidad,
nuestros vecinos y amigos desean y necesitan.
Ayúdanos a ser decididos,
generosos en la entrega
y profundos en imaginación,
para bien de nuestro pueblo,
en fidelidad al Evangelio de Jesús.
San Marcelino, que como tú,
sepamos ser universales en el afán
y concretos en el servicio.
Amén
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