Día de San Felipe Neri: cuál es su historia y cómo es su oración

La vida y legado de San Felipe Neri, el Santo que dedicó su vida a la caridad y el cuidado de los más necesitados. Conoce su historia y cómo impactó en la Iglesia Católica.

26 de mayo, 2024 | 16.03

Hoy, 26 de mayo, la Iglesia Católica rinde homenaje a San Felipe Neri, figura destacada en la historia religiosa. Nació en Florencia en el año 1515 y su vida estuvo marcada por su dedicación a la comunidad y a los más necesitados. Fundó la Confraternidad de la Santísima Trinidad, una comunidad de seglares que se dedicaba al cuidado de peregrinos, pobres y enfermos.

Con el paso de los años, la fama de San Felipe Neri creció y su oratorio se quedó pequeño para albergar a todos sus seguidores. Transmitía sus enseñanzas a través de himnos y oraciones y tenía contacto con destacados músicos de la época. Incluso inauguró un nuevo oratorio en la Iglesia de San Giovanni, donde ejerció como rector durante varios años.

Desde su infancia, fue un espíritu inquieto y curioso, se sumergió en el estudio de la poesía y la música en el monasterio de San Marcos de los Padres Dominicos.

Sin embargo, su verdadero llamado lo escuchó a los 17 años, cuando decidió abandonar su hogar para ayudar a su tío comerciante en Germano. Aunque su tío cuestionaba su vocación y esperaba que se involucrara más en los negocios, Felipe encontró su verdadera pasión en la oración en una ermita cercana.

Fue en Roma, a los 20 años, donde San Felipe Neri comenzó su formación académica en el campo de la elocuencia, filosofía y teología. Aunque su situación económica era precaria, logró sufragarse los estudios dando clases y contando con la generosidad de un compatriota que lo hospedó durante 14 años.

San Felipe Neri se entregó de lleno al apostolado, siendo conocido como "El Apóstol de Roma". Su principal objetivo fue ayudar a los más necesitados: los pobres, los jóvenes abandonados, los enfermos de los hospitales y los peregrinos. Fundó la "Confraternidad de la Santísima Trinidad" y posteriormente el "Oratorio", una comunidad de sacerdotes que se dedicaba al servicio de los demás.

Sin embargo, Felipe Neri no tuvo un camino fácil. Sus ideas revolucionarias sobre el sacerdocio y las prácticas piadosas despertaron resistencia entre sus pares, quienes lo denunciaron como creador de nuevas sectas. Fue humillado y sufrió la prohibición de confesar y celebrar misa. Afortunadamente, su inocencia fue demostrada y pudo continuar con su labor en favor de los más necesitados.

La Congregación del Oratorio, que había surgido como una pequeña comunidad, fue reconocida oficialmente en 1575 con una Bula Pontificia. A partir de ese momento, se extendió por toda Europa, llegando a países como Alemania, Francia y España. Aunque se le ofreció el cardenalato, San Felipe Neri lo rechazó humildemente.

Lamentablemente, Neri falleció a los 79 años, agotado por una vida dedicada al sacerdocio y a los más pobres. Sin embargo, su legado vive en la memoria de la Iglesia y fue canonizado por Gregorio XV en 1622, convirtiéndose en un ejemplo luminoso de la misión de la Iglesia.

Oración a San Felipe Neri

Oh dulce San Felipe, que glorificaste a Dios y te perfeccionaste, siempre con tu corazón puesto en él, y tuviste una gran caridad por todos los hombres, ahora vienes del cielo en mi ayuda.

Ves que yo sufro bajo el peso de muchas miserias, y vivo en una continua lucha de pensamientos, de deseos, de cariños y de pasiones, que me querrían alejar de Dios.

¿Y sin Dios qué haría yo?

Sería un esclavo que colmado de miseria, ignora la misma esclavitud.

Pronto el enojo, el orgullo, el egoísmo, la impureza y ciento de otras pasiones devorarían mi alma.

Pero yo quiero vivir con Dios; por eso invoco humildemente y confiadamente tu ayuda.

Intercede para que obtenga el regalo de la santa caridad; haz que el Espíritu Santo, el que te inflamó milagrosamente, descienda con sus regalos en mi alma.

Consígueme que yo pueda, aunque sea débilmente, imitarte.

Qué yo viva en el continuo deseo de salvar almas para Dios; qué yo las conduzca a él, siempre imitando tu dulce mansedumbre.

Que pueda ser casto de pensamientos, de deseos y de cariños, como fuiste tú.

Concédeme aquella santa alegría de espíritu que procede de la paz del corazón y de la plena resignación a la voluntad a la voluntad de Dios.

Alrededor de ti exhaló un aire benéfico, que sanó a las almas enfermas, tranquilizó a las temerosas, aseguró las tímidas, confortó a las afligidas.

Tú has rezado por los que te maldecían; por los que te perseguían; conversaste con los justos para perfeccionarlos, y con los pecadores para reconducirlos a la conciencia.

¿Pero por qué no he sido capaz de imitarte? ¡Cuánto lo desearía! ¡Me parecería tan santificante hacerlo!

Ruega por mí pobre alma, para que yo pueda realmente imitarte en la vocación a la que he sido llamado, que siempre sea apóstol de Cristo. Favoreciendo a las almas que me ha puesto en el camino, para convertirlas a ÉL.

Si tuviera el corazón lleno de Dios, llevaría tu apostolado, que es el mismo que el de Jesús, a mi familia, a mi trabajo, a la iglesia, a los hospitales, con los enfermos y también con los sanos, a los ricos y a los pobres. A todos los que necesiten de la simplicidad del amor de Dios.

Te lo pido por nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

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