Un pequeño grupo de palestinos e israelíes de Jerusalén, una ciudad con divisiones políticas, religiosas y culturales, está intentando salvar la brecha lingüística entre el hebreo y el árabe mediante un aprendizaje basado en las citas rápidas.
Unos 20 estudiantes se reúnen semanalmente en una villa del siglo XIX y, sentados juntos, judío frente a árabe, practican el idioma del otro, guiados por tarjetas que plantean situaciones sencillas que propician el diálogo.
Cuando suena un silbato cada 20 minutos, los participantes rotan con nuevas parejas en mesas dispuestas bajo murales de colores.
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Los encuentros -rápidos y cordiales, aunque a veces incómodos- ayudan a los palestinos a mejorar el hebreo necesario para tratar con las autoridades israelíes y a los judíos a profundizar en el árabe.
La mayoría de los palestinos de Jerusalén viven en su sector oriental, capturado por Israel en la guerra de los Seis Días de 1967. En las escuelas de Jerusalén Este sólo se estudia el hebreo básico, lo que dificulta que los palestinos alcancen un dominio avanzado.
"Y a los israelíes les ocurre lo mismo: si estudian árabe, es un árabe que no se puede utilizar", dijo Maya Giz, profesora de hebreo, refiriéndose a la versión clásica, y no comúnmente hablada, del idioma.
Giz, quien inició el proyecto en 2019 con Sahar Mukhemar, una instructora deportiva palestina y antigua alumna suya, dice que los ejercicios lingüísticos son un "cruce de una frontera mental" entre los dos pueblos.
Según ella, los palestinos e israelíes que participan en el programa comparten "la misma vergüenza de hablar y (...) romper juntos esta barrera del miedo".
(Editado en español por Benjamín Mejías Valencia)