Una misteriosa rana patagónica de 60 millones de años fue encontrada en los desechos fósiles de un ave en la localidad de Punta Peligro, Chubut.
El impresionante hallazgo se dio en una zona donde quedan expuestos los sedimentos del Banco Negro Inferior de la Formación Salamanca, un sitio de gran riqueza y diversidad de fósiles que suele ser visitado por paleontólogos. Si bien los restos fueron encontrados en 2002, recién en 2020 lograron determinar de qué se trataba.
Los estudios realizados por el CONICET permitieron determinar que la rana corresponde a una especie hasta el momento desconocida, que está vinculada a la rana grande chilena, cuyo nombre científico es Calyptocephalella gayi. La nueva especie fue nombrada como Calyptocephalella sabrosa, ya que fue el “sabroso” alimento de otro animal.
La investigación fue publicada en la revista especializada Papers in Palaeontology y permitió concluir de qué se trataba el descubrimiento realizado por el paleontólogo argentino Guillermo Rougier, investigador de la Universidad de Louisville. Rougier extrajo los restos fósiles de una estructura en la que se encontraban como "anundados" entre sí, hecho que de por sí llamó la atención ya que estos suelen encontrarse separados o articulados. Sin embargo, en aquella época la fragilidad del material y la dureza de los sedimentos hicieron difícil su análisis.
El descubrimiento de la rana patagónica 18 años después
La espera llevó 18 años y se logró con el trabajo de investigadores del CONICET y la participación de YPF Tecnología (Y-TEC, CONICET-YPF). La tarea fue encabezada por Paula Muzzopappa, quien relató todo el proceso en declaraciones al sitio Noticias Ambientales.
Debido a las características particulares del fósil, Muzzopappa trabajó con los microtomógrafos de YPF Tecnología para poder observar los huesos ocultos en la maraña de la estructura sin desarmarla. “Yo no me explicaba cómo podía ser que la rana se hubiera conservado de esa manera. Ahí fue cuando apareció Agustín Martinelli, investigador del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales 'Bernardino Rivadavia' y otro de los autores del trabajo, quien comprendió que el fósil que estaba tratando de estudiar era, en realidad, una egagrópila", explicó.
Las egagrópilas son bolas de restos de alimentos que no digeridos y regurgitados por las aves. Otro sorprendente detalle del hallazgo es que estos desechos no suelen fosilizarse.
En ese sentido, la investigadora señaló: "Esto explicaba la forma en que habían quedado anudados los huesos de la rana. Saber esto nos permitió seguir avanzando con la investigación con una perspectiva más amplia”.
Una rana de una especie única y otro descubrimiento impensado
El impresionante descubrimiento cobró aún mayor valor al tratase de una especie nunca antes vista. “Todos los elementos del esqueleto que encontramos son consistentes con la hipótesis de que se trataría de un único individuo y de que en la egagrópila no hay nada más que los restos de la rana", apuntó Muzzopappa.
En ese sentido, la investigación estimó que la rana puede haber medido unos quince centímetros de largo y haber tenido un cuerpo robusto, con un cráneo osificado. EN cuanto a sus hábitos de vida, los especialistas plantearon que al igual que las C. gayi deben haber habitado en lagunas y movilizarase para cazar. "Son híper voraces, eso sí, comen prácticamente todo lo que se les pase por adelante”, indicaron.
Pero además, las características de la pieza sirvieron para determinar que la egagrópila fue producida por un ave de presa que habito la región hace 60 millones de año. Si bien se especulaba con que hubieran vivido aves en la zona, hasta ahora no se pudieron descubrir restos óseos de estas y el fósil se convierte en una prueba inesperada.