Así es la isla "más nueva del mundo" que nació a partir de la erupción de un volcán submarino

La superficie terrestre se encuentra en Oceanía y los científicos especularon sobre su posible esperanza de vida en el Pacífico.

27 de septiembre, 2022 | 19.42

Una nueva isla nació en el Océano Pacífico luego de la erupción de un volcán submarino. "La nueva" integrante forma parte de las islas centrales de Tonga y emergió en las aguas del sureste del océano más grande del mundo, en el territorio que le pertenece al continente de Oceanía.

El archipiélago surgió en la superficie terrestre once horas después de que el volcán submarino Home Reef, sumergido entre el grupo de islas Ha'apai en el centro del archipiélago de Tonga, empezara a erupcionar. La actividad del volcán duró varios días y constó de lava, columnas de vapor y cenizas. Mientras tanto, la isla recién nacida se encuentra en Late Island y creció con gran rapidez.

En un principio, los investigadores de los Servicios Geológicos de Tonga estimaron que el área de la isla era de alrededor de 4.000 metros cuadrados. Sin embargo, seis días después de su nacimiento, para el 20 de septiembre, había crecido seis veces para cubrir un área de 24.000 metros cuadrados.

Según los científicos, la isla solo subsistirá por algunos años.

Desafortunadamente, el Observatorio de la NASA determinó que la nueva isla podría no tener una vida muy extensa: "Las islas creadas por volcanes submarinos a menudo son de corta duración, aunque a veces persisten durante años". Además, ejemplificaron: "Una isla creada por una erupción de 12 días del cercano volcán Late'iki en 2020 desapareció después de dos meses, mientras que una isla anterior creada en 1995 por el mismo volcán permaneció durante 25 años”.

La catástrofe natural masiva que atemoriza a los científicos: "Estamos mal preparados"

El mundo está "lamentablemente mal preparado" para una erupción volcánica masiva y las probables repercusiones en las cadenas de suministro mundiales, el clima y los alimentos, generando una catástrofe natural sin precedentes. Es la conclusión de un estudio realizado por expertos del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER) de la Universidad de Cambridge y la Universidad de Birmingham, ambas en Reino Unido.

En su estudio, publicado en la revista Nature, afirman que existe una "idea errónea generalizada" de que los riesgos de grandes erupciones son bajos, y califican de "imprudente" la actual falta de inversión gubernamental en la vigilancia y respuesta a posibles catástrofes volcánicas. Sin embargo, los investigadores sostienen que se pueden tomar medidas para protegerse de la devastación volcánica --desde la mejora de la vigilancia hasta el aumento de la educación pública y la manipulación del magma-- y que los recursos necesarios para ello están muy atrasados.

"Los datos recogidos en los núcleos de hielo sobre la frecuencia de las erupciones a lo largo del tiempo profundo sugieren que hay una posibilidad entre seis de que se produzca una explosión de magnitud siete en los próximos cien años. Eso es una tirada de dados. Este tipo de erupciones gigantescas han provocado cambios climáticos bruscos y el colapso de civilizaciones en el pasado lejano", explica la coautora del artículo e investigadora del CSER, la doctora Lara Mani, experta en riesgo global.

Mani comparó el riesgo de una erupción gigante con el de un asteroide de 1 kilómetro de ancho que se estrelle contra la Tierra. Tales acontecimientos tendrían consecuencias climáticas similares, pero la probabilidad de una catástrofe volcánica es cientos de veces mayor que las posibilidades combinadas de una colisión de asteroides o cometas. "Cada año se invierten cientos de millones de dólares en amenazas de asteroides, pero hay una grave falta de financiación y coordinación mundial para la preparación de los volcanes. Esto debe cambiar urgentemente. Estamos subestimando por completo el riesgo que suponen los volcanes para nuestras sociedades", resaltó Mani.

Una erupción en Tonga en enero fue la mayor jamás registrada instrumentalmente. Los investigadores sostienen que si hubiera durado más tiempo, si hubiera liberado más cenizas y gases, o si hubiera ocurrido en una zona llena de infraestructuras críticas --como el Mediterráneo--, las ondas de choque globales podrían haber sido devastadoras. "La erupción de Tonga fue el equivalente volcánico de un asteroide que se perdiera en la Tierra, y debe ser tratada como una llamada de atención", asegura Mani.

 "La última erupción de magnitud 7 se produjo en 1815 en Indonesia. Se calcula que murieron 100.000 personas a nivel local, y las temperaturas globales descendieron un grado de media, provocando pérdidas masivas de cosechas que condujeron a hambrunas, revueltas violentas y epidemias en lo que se conoció como el año sin verano", recordó el doctor Mike Cassidy, experto en volcanes e investigador visitante del CSER, que ahora trabaja en la Universidad de Birmingham, y coautor del estudio.