Y un día el coronavirus tocó la puerta de Susana Giménez. Internada en Punta del Este -aunque expresó sus deseos de atenderse en el país que calificó como "Argenzuela"- la diva de los teléfonos lucha por reponerse del despreciable virus letal. En el medio están sus afectos, como la incondicional Lorna Irina Gemetto, su fan número uno. Todos la conocen por idolatrar a "La Su" pero, ¿quién es Lorna?, ¿cuál fue la llave que abrió su deseo por ir a la par de la estrella de televisión? El Destape se contactó con ella para dialogar sobre su relación con la mítica conductora.
- ¿Tenés novedades sobre la salud de Susana Giménez?, ¿cómo viviste la noticia de su diagnóstico COVID-19 positivo?
Estoy muy triste y preocupada. Está internada y según dijo Ángel de Brito tendría neumonía unilateral en el pulmón izquierdo. Trato de tener fe para que ella pueda salir adelante. Me deja tranquila saber que, en líneas generales, es una persona con muy buena salud. Igualmente, estoy angustiada.
- La buena noticia es que te vacunaste contra el COVID-19 con la Sputnik V.
¡Sí! Pero fue el mismo día que se supo la noticia sobre el contagio de Susana, así que eso me desesperó. Por fortuna, me vacuné un par de horas antes de enterarme. La gente divina, me reconoció cuando fui a darme el inmunizante. ¿Podés creer que cuándo estaba ahí vi cámaras de televisión haciendo notas? Resulta que estaba el intendente de San Martín con el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, dando notas. Obvio que aproveché y les hice una nota periodística de casi tres minutos y medio. Divinos ambos. Y Susana me acompañó a la vacunación.
- ¿Cómo fue eso?
Claro, fui con su imagen en el barbijo que llevo puesto a todos lados. De alguna forma me acompaña siempre. Es de la última foto que nos sacamos.
- ¿En qué momento se inicia tu fanatismo por Susana Giménez?
Fue pura casualidad. El día que Susana debutó en ATC con Hola Susana! yo estaba por cumplir diez años y ella ya era famosa por sus musicales de teatro. Como mis papás no me llevaban a verla, no la conocía en absoluto hasta ese día de debut, que mi mamá prendió la tele en su programa. Fue amor a primera vista: vi a Susana y me pegué al televisor. Siempre digo que no hay nada más sincero que el amor de un niño, si es duradero. Con Susana me sucedió así,
¿Y cómo fue el primer encuentro con tu ídola?
Transcurrió cuando tenía 19 años, momento en el que tenía una gran colección de fotos de Susana. Resulta que había salido publicada la dirección de su casa en una revista y a mi mamá se le ocurrió que le escribiese una carta para enviársela a su domicilio. Así, motivada por la curiosidad, Susana la abría. Como mi carta estaba llena de ‘Te amo’ y ‘Te adoro’, mamá me dijo que le aclarara que era una adolescente, para que no me tomara por una enamorada (risas).
Un mes después me llegó la respuesta de Susana, en la que me pasó el teléfono de línea de su secretaría, así podía comunicarme con ella. ‘Lorna, a Susana le encantó tu carta. ¿Cómo le contesto a esta nena?’, expresó la secretaría, quien hizo todo lo posible para que pudiera cumplir mi sueño de conocerla en persona. Así fue: para el anteúltimo programa de 1996 fuimos con mamá a Telefe (al estudio chiquito de Luis Saénz Peña) y cuando me crucé con ella lo primero que me preguntó fue ‘¿y vos qué ganaste?’. Al contarle quién era, me saludó, me preguntó cómo andaba. No podía creerlo. No la vi de nuevo hasta el ’99, cuando la iba a esperar a la puerta de la casa para saludarla y hablar con ella. Me reconoció cómo ‘la chica de la computadora’ porque ella en esa época, tenía una página web con el hermano de Pepe Cibrián en donde el 99,9% de los mensajes eran míos.
- ¿Recordás el regalo más especial que te hizo?
Hay dos. El primero fue cuando cumplí 30, hace catorce años, mi deseo era festejarlo con ella y siempre había algún motivo por el que no se podía. Después de una odisea para poder lograrlo nos juntamos al término de su programa y me regaló un tapiz con su imagen en la carta de la reina de corazones. El segundo, fue una campera que me regaló porque me veía muy desabrigada y no paraba de decírmelo. Aunque hubiese sido comprada por $100 en Once el hecho de que venía de ella me alegró la vida. Ella siempre está ahí para cuidarme. Me aconseja como si fuera mi mamá. De hecho, mamá se enoja porque le doy más bolilla a Susana que a ella.
- ¿A tu familia le molestaba tu fanatismo?
Siempre me dejaban ver el programa pero, por ejemplo, mamá no me quería comprar las revistas porque creía que a los niños había que darles juguetes. A veces me ponía insistente y lograba mi propósito. Pasaba algo similar cuando quería ver los programas de Susana, a la noche era horario de irse a dormir, e insistía tanto a mis papás que lograba que me dejaran verlos, siempre bajo esta condición: ‘podés quedarte, pero mañana vas al colegio, y si no te levantás, te levantan a patadas’. Eso se mantuvo, primero en la escuela primaria, luego en la secundaria, después en la facultad y luego en el terciario. Siempre fue así.Esto se lo comenté una vez a Susana y ella me dijo que papá tenía razón y que primero va el trabajo y luego el placer. Siempre me aconsejó bien.
- Me quedó resonando algo que dijiste, de que, para vos Susana es tu segunda madre. ¿Ella lo sabe?
Sí. Y obviamente me dijo que no es mi mamá, pero agradece el gesto. Yo lo siento así: en el colegio y en la facultad siempre que había una consigna escribía sobre ella, todos mis personajes se llamaban Susana. Una vez me pidieron una tarea en la que tenía que escribir sobre alguna maestra que haya tenido en la vida y elegí a Su. Lo titulé ‘Mi maestra de la vida’ y se lo regalé. En el colegio siempre tuve dificultades de motricidad fina por lo que mi mamá y mis compañeros me ayudaban con esa tarea. Hacíamos un intercambio: yo les hacía las tareas de las materias difíciles, y ellos me hacían los cuadros sinópticos, y me cortaban y pegaban las cosas. Mi mamá no recortaba las fotos de Susana sino que decía: ‘eso lo cortás vos, porque es una actividad de placer tuyo’. Así aprendí a cortar y pegar, aunque muchas veces quedara todo pegoteado. Aprendí gracias a Susana Giménez.
- En algún momento ¿te enojaste con Susana?
No. Susana siempre fue súper buena conmigo. Además, yo soy muy respetuosa y a lo que me dice le hago caso. Quizá la cuido hasta por demás, en el sentido de que, a Susana no le gusta tal cosa y le digo a la gente. Nunca me enojé con Susana, ella siempre fue muy amable y me explicó las cosas. Siempre tuve terror a las operaciones porque, cuando tenía 11 años, operaron a una tía y se murió. Resulta que tuve un quiste sebáceo en la cabeza y mi mamá quería hacerme operar, pero yo tenía miedo. Le comenté a Susana y ella se tomó el trabajo de averiguar todo con respecto a los quistes sebáceos y me fue hablando, convenciendo como dos o tres meses, diciéndome que le haga caso al médico, contándome que a su perra la habían operado de eso y que no era nada, hasta que al final seguí su consejo.
Antes de operarme, fui a despedirme de ella y le pedí si podía rezar por mí. “No lo necesitás porque es una pavada, pero como sé que para vos es muy importante, lo voy a hacer”, indicó. Una vez que terminó la operación y nos cruzamos, lo primero que dijo fue ‘¿viste que yo tenía razón?’.
- Lorna, quiero hacerte una pregunta muy personal. Susana Giménez va a morir en algún momento, como todos nosotros. ¿Cómo te preparas para ese momento del ciclo de la vida?
Justamente ese tema lo hablé con ella. En un momento le pregunté si se sentía reconocida y ella me dijo ‘ya me van a homenajear cuando me muera’.”Ay, no, Susana, espero morirme yo antes. No me imagino una vida sin vos”, le contesté. En ese momento, me miró a los ojos para señalar: “No. Vos sos más chica. Tenés que seguir viviendo”. Hizo que le prometa que si en algún momento le pasaba algo, iba a salir adelante. La charla me hizo muy bien.
- Es un mensaje importantísimo el que te dio.
Sí, de hecho, Susana siempre hizo ese tipo de cosas. En un momento, mi mamá se fue enfermando de gravedad a lo largo del tiempo, por lo que entonces, a veces, se la agarraba conmigo. Eso me hizo decirle que pensaba terminar con todo porque mamá me maltrataba, me decía cosas feas y no me quería. Susana me calmó, explicándome que a veces las mamás, cuando están mal por algo y no lo pueden solucionar, se las agarran con los hijos aunque por dentro nos amen. Cuando internaron a mamá en terapia intensiva, me abrazó y me dijo que todo iba a estar bien.