El mito tiene gusto a dulce de leche. En el Conurbano bonaerense hay una golosina que generó fanáticos, una cultura a su alrededor y captó hinchas. El Capitán del Espacio cumple 59 años y, con una particular manera de hacer negocios, se convirtió en un símbolo de la provincia de Buenos Aires.
Una pintada en una pared, un tatuaje y miles de fanáticos que acompañan al alfajor. La empresa surgió el 2 de febrero de 1962. Ángel de Pascalis -quien falleció en 2012- compró una fábrica de alfajores que estaba en quiebra junto a Arturo Amado. La idea era sencilla: no producir más de lo que se puede. Con una receta básica en el mundo de los negocios generaron una cultura en el sur del Conurbano alrededor del Roca, de los trabajadores, de los pibes. “Lo que sucede con el Capitán del Espacio es el facto barrial también y de cómo arrancó. Ángel tenía una presencia civil importante en la zona de Quilmes. Era el que conducía las visitas guiadas de los colegios, el que ponía los fuegos de artificio para año nuevo. Toda una idea de comunidad que se expandió”, dice a El Destape Facundo Calabró , autor del libro “En busca del alfajor perdido” y conocido en redes como “el catador de alfajores”.
El fanatismo por el alfajor se puede ver en redes. Un grupo de Facebook activo con más de 7 mil personas. Se comparten fotos, lugares donde se puede comprar, pedidos para que haya venta en otros puntos del país. Imágenes con Capitanes del espacio blanco -de dulce de leche- en París, Alemania y Australia. “Tiene un valor simbólico. Nos acordamos de la niñez. Nada nos encandilaba mas que pasar por un kiosko”, sostuvo Calabró y agregó: “También hay algo del aguante. Es un error pensar que hay relación del producto con el fenómeno que se genera. Hay mucho de futbolero. Mi equipo es mejor que el tuyo, mi alfajor es mejor que el tuyo. Y listo. Eso no quiere decir que el alfajor no esté buenísimo. Porque lo es. A mi me gusta”.
Uno de los mitos que más misterio genera es la razón del nombre. Las teorías de que fue llamado así por el viaje del hombre a la luna o que es por “El anillo del Capitán Beto”, de Luis Alberto Spinetta se caen con solo ver las fechas. La llegada de Neil Armstrong fue en 1969 mientras que la canción -que tampoco es por Norberto Alonso, el jugador de River- se creó en 1976. Entre mitos, leyendas y datos equivocados por la transmisión del boca a boca, la marca creció. Sin marketing detrás, la idea principal de los dueños fue tratar de no sobrecargar la producción. Mantenerse con lo que se puede. Esa idea alejada de la expansión hizo que fuese muy difícil encontrar alfajores de esta marca en Capital Federal o en zonas del norte del Conurbano.
Su principal punto de influencia, por supuesto, fue la zona sur. Todo atravesado por el tren Roca. “Creo que la subcultura del Conurbano que está compuesta por unos valores, hasta “plebeyo” es lo que revaloriza el Capitán y eso también es revalidar lo que nos gusta”, añadió Calabró. Es común, incluso, que en heladerías aparezca el gusto “Capitán del Espacio” o, incluso, que se hagan tortas en panaderías utilizando al alfajor como base.
Más allá de las competencias de alfajores, el peso está ligado a lo que está alrededor del alfajor. Desde el Mono de Kapanga peleándose con Clarín por una nota que sacó el matutino hasta una canción de Callejeros, los ejemplos son muchos para hablar de lo que significa la golosina. Con sus detractores a la espera de que alguien lo revalorice, el alfajor mantiene la cercanía con sus verdaderos fanáticos.