Un estudiante de posgrado en Reino Unido hizo un descubrimiento científico que podría revolucionar la forma en la que se hace el combustible. El científico observó durante varios meses un organismo y terminó por hacer un particular descubrimiento que sacó a la luz nuevas posibilidades en la industria del combustible.
Devon Boland es el autor de este descubrimiento, el cual se dio luego de observar un tipo de microalga con su computadora durante los meses de cuarentena por el Covid-19. Lo que se creía antes de este suceso es que las microalgas son pequeños organismos unicelulares que viven en agua salada o dulce y se alimentan de la luz. Sin embargo, su investigación develó que el organismo no era una especie, sino tres. Aunque técnicamente es una planta, realiza el proceso de fotosíntesis.
A partir de este descubrimiento, salió a la luz que estas microalgas tienen la capacidad de producir grandes cantidades de hidrocarburos, los cuales pueden utilizarse como fuente de combustible renovable, es decir una nueva forma de biocombustible. "Como estudiante de posgrado, lees artículos que dicen lo mismo, que se trata de una sola especie con tres razas químicas, y lo asimilas", aseguró Boland sobre su descubrimiento.
Antes del descubrimiento del estudiante, se pensaba que el organismo era una sola especie, pero con tres razas diferentes (A, B y L) que producían tipos de aceites distintos. Ahora se ha identificado una diferencia genética de entre el 20 y el 30% entre cada raza, lo que justifica una clasificación de especies separadas.
Científicos descubren lo que nadie sabía de las moléculas del agua
La ciencia nos brinda una vez más pruebas de que lo que creíamos establecido puede ser redescubierto y comprendido de formas completamente nuevas. Así, un estudio reciente sobre las moléculas de agua en la superficie del agua salada ilumina rincones previamente oscuros de nuestra comprensión científica, ofreciendo perspectivas frescas y excitantes.
Con este hallazgo, la ciencia abre la puerta a nuevas interrogantes y posibilidades de investigación, demostrando que incluso en los elementos más fundamentales de nuestra vida diaria, como el agua, aún hay secretos esperando ser descubiertos. La implicación de estos descubrimientos para futuras investigaciones y aplicaciones prácticas es inmensa, marcando un antes y un después en cómo abordamos los desafíos climáticos y ambientales de nuestro tiempo.
La ciencia ha vuelto a sorprendernos con un hallazgo que promete cambiar los libros de texto: las moléculas de agua en la superficie del agua salada se organizan de una manera distinta a la teorizada previamente. Este descubrimiento, emergido de la colaboración entre la Universidad de Cambridge y el Instituto Max Planck para la Investigación de Polímeros, desafía las concepciones tradicionales y abre nuevas vías para entender la química atmosférica y los procesos ambientales.
Así, este estudio ha descubierto que las moléculas de agua en su superficie se organizan de una manera completamente diferente a lo que pensábamos antes. En lugar de agruparse de una sola forma alrededor de los iones (partículas cargadas) como se creía, resulta que hay menos iones justo en la superficie, lo que hace que las moléculas de agua se orienten tanto hacia arriba como hacia abajo. Este hallazgo es muy importante porque nos ayuda a entender mejor cómo funciona el agua en la naturaleza, especialmente en procesos relacionados con el clima y el medio ambiente, como la evaporación del agua del mar, que afecta la química de nuestra atmósfera.
Las reacciones que ocurren en la interfaz donde el agua se encuentra con el aire son cruciales para múltiples fenómenos climáticos y ambientales, como la evaporación del agua de los océanos, que juega un papel vital en la química atmosférica. La comprensión de estos procesos es clave en los esfuerzos para mitigar el impacto humano sobre el clima del planeta. La precisión en nuestro conocimiento sobre cómo las moléculas de agua interactúan en estas interfaces puede tener implicaciones significativas en nuestra capacidad para modelar y prever cambios ambientales.
El método tradicionalmente utilizado para estudiar estas interacciones es la generación vibratoria de frecuencia suma (VSFG), una técnica de radiación láser que permite medir las vibraciones moleculares en las interfaces clave entre el aire y el agua. Sin embargo, esta técnica presenta limitaciones, especialmente al no poder distinguir si las señales son positivas o negativas, lo que complica la interpretación de los resultados.