El Parque Nacional El Palmar, testigo de diversas culturas a lo largo del tiempo, es un refugio natural que ha sufrido transformaciones en su bioma durante la historia, principalmente producto de la acción del hombre, la utilización y explotación de los recursos naturales de las más de 2.000 hectáreas de extensión.
Hace más de ocho siglos, por el año 1200, la región estaba habitada por la comunidad originaria de los "yaros", valientes cazadores que llegaron a las orillas del río Uruguay en busca de los recursos naturales.
Según el historiador, escritor y poeta entrerriano Roberto Romani, los yaros eran conocidos por su coraje y valentía, pero debieron fusionarse con los charrúas para luchar contra los españoles, que, con armas, ganados y enfermedades desconocidas en América, diezmaron a la comunidad originaria.
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Para 1750, la "Compañía de Jesús" -conocidos comúnmente como jesuitas- se había instalado para utilizar su ubicación estratégica que les permitía acceso al río Uruguay y, finalmente, al océano Atlántico.
También aprovecharon la abundante madera de palmeras, tala, espinillos y ñandubay; la piedra caliza que utilizaban para producir cal y pelar cueros; las pasturas para animales y la fertilidad y características ideales para cultivos.
El rey español Carlos III expulsó a los jesuitas, pero en 1778 nombró a Manuel Antonio Barquín, quien volvió a producir en el lugar con el trabajo de esclavos negros y originarios, y aún hoy quedan las ruinas de sus casas, almacenes, un oratorio y un cementerio.
El Palmar sirvió como "fortaleza con puerto" para los ejércitos que lucharon tanto en la época colonial como en la de Independencia, en el desarrollo de las provincias y en la Guerra de Brasil.
Entre 1820 y 1920, naturalistas y científicos de todo el mundo alertaron que la agricultura redujo significativamente la población de palmeras, e inspirados por la belleza y la importancia ecológica de El Palmar invitaron a convertirlo en una reserva.
Urquiza compró las tierras con ese objetivo, pero La Calera fue abandonada varios años, pasó por empresas británicas y multinacionales que explotaron la región.
En 1966, Entre Ríos declaró a la palmera especie protegida, y para la década de 1970 el Estado argentino expropió las tierras a la última empresa explotadora.
Fue "el primer paso para el salvataje de esta zona tan rica e importante para el paisaje de Entre Ríos y su cultura, porque muchos poetas se han inspirado en la palmera Yatay y muchos hombres y mujeres han trabajado para protegerla", señaló Romani a Télam.
La conservación de El Palmar sigue siendo un desafío ante la aparición de especies exóticas, la pesca y caza ilegal, y los fuegos y reuniones en áreas no habilitadas.
Ante ello, existe un compromiso de los entrerrianos y de la Administración de Parques Nacionales (APN) para la conservación continua de su biodiversidad "no por obligación, sino porque aman el encanto de El Palmar", concluyó.
Con información de Télam