(Por Gustavo Espeche Ortiz).- La naturaleza en estado agreste que predomina en el Parque Nacional (PN) El Impenetrable es también un imán para quienes quieren vivenciar el bosque chaqueño en su expresión más prístina, apenas alterada para que la visita sea segura y garantice ese estrecho vínculo con el ambiente.
En esta región protegida de Chaco, sin agua potable, teléfonos ni conexión de internet, el visitante puede sorprenderse ante la amplitud térmica, que pasará de tardes bochornosas a noches heladas debido al clima seco, y deberá caminar entre plantas espinosas y un sotobosque a veces cerrado en galería, sobre senderos de polvo y hojarascas.
Allí puede avistar o cruzarse con especies autóctonas como osos hormigueros, zorros, armadillos, corzuelas, tortugas y, con suerte, algún tapir o una nutria de río, además de ver los rastros de Qaramta, que se estima es el único yaguareté que habita en la zona, quien ya garantizó su descendencia con hembras en cautiverio, cuyas crías vivirán en libertad.
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El turista no está solo ni corre riesgos en el Parque, ya que este cuenta con senderos y pasarelas para caminatas, baños secos, un camping donde montar carpas, propias o alquiladas en el lugar, lo mismo que las bolsas de dormir, y un comedor en una gran carpa estilo africana, con cocineros del lugar.
La seguridad del visitante y el control ambiental está a cargo de los guardaparques y guías habilitados, que son pobladores locales que transmiten sus conocimientos en los paseos y actividades de contacto con la naturaleza
Pero la experiencia de turismo aventura comienza mucho antes, ya que no hay transporte público hasta el lugar y los aeropuertos más cercanos son el de Resistencia, a 390 kilómetros, y el de Corrientes, unos 40 kilómetros más lejos, desde donde se recomienda trasladarse en vehículos 4x4.
Télam llegó a El Impenetrable desde Corrientes en un vehículo de la Fundación Rewilding Argentina, que donó tierras para la creación del Parque Nacional y organizó esta visita junto al Instituto de Turismo de Chaco (ITC), con la aprobación de la Administración de Parques Nacionales (APN).
Al pasar la localidad de Miraflores, unos 60 kilómetros antes del Parque, se acaba el asfalto sobre la ruta provincial 9, que se convierte en una franja ocre del típico "talco" del árido monte chaqueño, que cubre duras huellas e invisibles baches que sacuden cualquier rodado.
El camino es un surco de tierra por el interminable monte de especies bajas y espinosas, opacadas por el polvo que se levanta al paso de los vehículos o de cualquier animal y flota como una nube hasta precipitar.
En ese tramo, es posible cruzarse con gauchos a caballo, siempre protegidos por guardamontes, y ver especies autóctonas que surgen de los matorrales, cruzan presurosas la ruta o vuelven a esconderse, como armadillos, zorros de monte, gatos silvestres y hasta alguna corzuela.
El cielo es atravesado por bandadas de aves gregarias, como la cotorras chillonas que hacen sus grandes nidos cual enjambres en los árboles más altos, de donde también cuelgan sus hogares los boyeros y espineros; solitarios cazadores, como chimangos y otros falcónidos, y grandes carroñeros que planean en lo alto para descender a hacer su trabajo de limpieza en el suelo.
En el límite sur del Parque, marcado por el río Bermejito, se encuentra La Armonía, un paraje de poco más de una docena de familias de criollos que, con la creación del PN El Impenetrable, se convirtieron en prestadores de diversos servicios para el turista.
Mediante capacitaciones brindadas o gestionadas por la Fundación Rewilding, la APN y el ITC, esos pobladores ofrecen desde agua potable, frutas y verduras, hasta alimentos preparados con productos locales para llevar o consumir en sus viviendas, donde algunos han armado comedores.
Además de la capacitación en gastronomía -a cargo de una chef chaqueña- fueron instruidos en elaboración y venta de artesanías, tejidos en telar, conservación ambiental y como guías habilitados por la APN en senderismo, kayak, ciclismo y observación de fauna y flora.
Los vecinos también administran en el Parque el camping La Fidelidad, que era el nombre de la estancia que ocupaba esas tierras hasta que fueron compradas por Rewilding, junto a otras ONG, para donarlas al Estado.
En el camping, frente al río Bermejo, se pueden montar carpas sobre unas plataformas de madera tipo "deck" separadas del suelo como las pasarelas de acceso.
El comedor de la carpa africana -también atendido por los vecinos- tiene una terraza frente a las barrancas del río, desde donde se ve la costa de Formosa, y es un lugar ideal para ver el atardecer a la hora de la merienda.
Quienes prefieren dormir en sus vehículos pueden hacerlo en el estacionamiento, donde curiosamente se ven algunos vehículos pequeños y furgonetas sin tracción 4x4, que sorprende hayan podido atravesar el difícil camino de tierra.
Para descansar con mayor confort y servicios está la opción del glamping El Bermejito, en el margen del río del lado del paraje La Armonía, administrado por la Fundación y con servicios prestados por los vecinos.
Al ingresar al Parque se notan los efectos del cuidado ambiental iniciado con su creación, en 2014, ya que tras el puente sobre el Bermejito y el área de picnic se entra a la zona protegida agreste, donde el verde se impone en el monte.
Las enredaderas y lianas trepan por arbustos y suculentas hasta alcanzar los árboles de gran porte, como algarrobos, lapachos, timbós, quebrachos, palosantos y palos borrachos, que junto a cactus, tunas y matorrales espinosos conforman una foresta tan o más impenetrable que lo que sugiere su nombre.
Con información de Télam