La fuerte disminución ordenada por el Gobierno porteño con el objetivo declarado de "reordenar las calles de la Ciudad" acotó, pero no restó brillo y virtuosismo, al Carnaval, cuyos corsos pueblan este fin de semana largo de lentejuelas y banderines de colores 15 de los 48 barrios porteños, y sus integrantes, al igual que muchos de los vecinos y turistas que se acercan a disfrutarlos, liberaron sus cuerpos al compás de bombos y platillos, en uno de los festejos más pintorescos del verano urbano.
Días atrás, el jefe de Gobierno, Jorge Macri, anunció la decisión de autorizar la realización de ocho corsos -una reducción del 64% respecto de los 22 autorizados en 2023 durante la gestión de Horacio Rodríguez Larreta-, dejar en 60 el número de jornadas en relación a las 111 de la edición anterior y permitir 27 cortes de calles por noche respecto a las 47 que hubo el año anterior.
Con todo, Villa Crespo, Boedo y San Telmo están este fin de semana entre los más destacados de los corsos barriales, los cuales "laten" en su mayoría sobre avenidas y, en menor medida, en parques, plazas y polideportivos.
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Cada espacio es visitado, al menos, por tres murgas en un mismo día, y la programación, que se renueva en cada jornada, puede incluir también otro tipo de espectáculos.
El encanto discreto de una Villa Crespo que resiste los embates de la modernización es un rasgo propio que se respira en su corso, un ambiente informal, algunas calles empedradas y cafés que mantienen su clientela habitual, un crisol de nacionalidades y un mismo estilo de vida barrial, con un gran sentido de pertenencia, y que se resume en la murga MovedizosVC, que orgullosamente porta el sello barrial.
"Es muy impresionante y especial para nosotros, porque no tenemos algo así donde vivimos, hay mucha gente y mucha fiesta, es un barrio muy tranquilo y son todos muy amables", contó a Télam Martín Meyer (47) oriundo de Hamburgo, al norte de Alemania, frente a una de las vallas que separaba la murga de los espectadores sobre Scalabrini Ortiz y Vera.
Meyer tomaba fotos de la murga luganense Derrochando Alegría y observaba cómo sus integrantes teñían de verde y amarillo la avenida, mientras avanzaban con sus trajes de telas brillantes y galeras altos, repletos de estrás, y contagiaban a cada paso la libertad con la que movían sus piernas hacia adelante y hacia atrás, mientras sus brazos parecían dar latigazos al aire; alrededor, decenas de niños corrían, reían y se echaban espuma entre sí.
"Vinimos por curiosidad. El carnaval es popular en el oeste de Alemania, la gente se disfraza, hay alusiones políticas, mucha cerveza y se le tira dulces a los niños, pero acá jóvenes y mayores bailan juntos y el ambiente que crean los murgueros me gusta mucho", dijo Sophie Loreen (27), oriunda de la alemana Leipzig, ubicada al este de Alemania.
Los corsos de Villa Crespo tendrán esta tarde su último festejo en esta temporada, a partir de las 19.
En paralelo, Los Fantásticos del Oeste arengaban en el corazón del barrio porteño de Boedo, donde se desarrolla este fin de semana el corso más emblemático de la ciudad. Allí, uno de los escasos puntos autorizados por el Gobierno porteño, fue detenido el tránsito de la avenida Boedo, entre Independencia y San Juan, y se instaló un escenario para las voces principales de cada murga.
"Aunque las cosas estén complicadas, sus vacaciones y las nuestras están acá", exclamó el presentador de la murga de trajes de color blanco, fucsia, dorado y terracota, una frase que refleja fielmente el ánimo de la celebración.
Conocido por su rica historia cultural, su fuerte identidad barrial, sus costumbres y arraigada comunidad de artistas y escritores, Boedo alberga varias salas de teatro independiente y ofrece una amplia variedad de locales gastronómicos, bares notables y pizzerías con horno a leña, cuyos platos se pueden degustar en las anchas veredas de la avenida principal, lo que permite seguir disfrutando de la experiencia del corso.
"Es la primera vez que estoy en un lugar así, no entiendo todo, pero es muy lindo, la ropa es muy colorida y disfruto de ver cómo se divierten los niños con la espuma. Yo escucho la música y quiero bailar todo. En Rusia no tenemos algo así", expresó Maria Litvinova (33), proveniente de Moscú, mientras caminaba entre la multitud de gente que optó por Boedo.
Esa también fue la elección de Arcella Romero Echeverría (59), oriunda de la colombiana Santa Marta, quien confesó estar "fascinada por el baile y la alegría que se derrocha", pese a lo colorido de los carnavales de Colombia, y remarcó que en los corsos "se rescata la cultura de la gente de Buenos Aires, algo que no se debe perder".
Esta expresión popular, que se hace carne en el espacio público y construye comunidad, ocupó salas de teatro con candombes y máscaras durante la época colonial; en el siglo XX incorporó influencias de ritmos y bailes europeos; y, años más tarde, en un nuevo impulso, con la migración de provincias argentinas y países limítrofes, sumó el canto a su actuación.
Con una fuerte impronta social, las murgas -corazón del carnaval porteño que la dictadura cívico militar prohibió entre 1976 y 1983- recrean en canciones, a veces desde el humor, otras desde la ironía o en forma de denuncia, la idiosincrasia y las crisis que la sociedad porteña atravesó a lo largo de su historia.
En Boedo, el corso tendrá una nueva edición hoy, a partir de las 19, y continuará el sábado y el domingo próximos con distintas murgas y programación renovada.
Otro de los grandes corsos se emplaza en San Telmo, casco histórico de la ciudad de Buenos Aires y uno de sus barrios más turísticos, rodeado de bares y que se envuelve en la bohemia de callecitas empedradas, construcciones coloniales y puertas que se abren a vecindarios ocultos.
En el anfiteatro de Parque Lezama, sobre Brasil, donde varias décadas atrás funcionó una fuente rectangular como una piscina olímpica para los vecinos, esta tarde y los siguientes sábado y domingo se volverá a instalar un enorme escenario, de donde nacerán banderines multicolores y que verá pasar otras varias murgas y comparsas.
"Donde yo vivo no hay nada parecido a esto. Cada barrio tiene su propia murga y las murgas cambian todos los días. Me gusta que todos tengan sus trajes con dibujos propios y la variedad de estilos", contó Taryn Williams (31) de Massachusetts, quien presenció el sábado el corso de Villa Crespo, anoche recorrió el de San Telmo y reveló que no pudo evitar dejarse llevar por la música.
Ayer, ocho murgas compartieron el anfiteatro de San Telmo, entre ellas, La chiflada de Boedo con unos 50 bombos, entre paraguas rojos y azules, otros blancos, galeras con plumas y letras con proclamas sobre la necesidad de preservar este tipo de festejos; además, la noche tuvo como invitado a Ferchu Rodrígez (ex Los del fuego).
Para más información sobre los próximos corsos, ingresar a https://buenosaires.gob.ar/noticias/carnaval-2024-conoce-la-ubicacion-de-todos-los-corsos-de-la-ciudad.
Con información de Télam