Qué conocimientos son necesarios para una primera salida de avistaje de aves, cómo vestir y qué elementos no deben faltar para ser parte de una buena experiencia, son tres preguntas obligadas que cualquier persona que quiera iniciarse en el universo plumífero debe hacerse antes de emprender la aventura.
Una salida para observar aves implica, en la mayoría de los casos y cuando involucra selvas, introducirse en lo profundo de la vegetación y contemplar durante horas el paisaje a la espera de algún sonido o movimiento. Por este motivo, son imprescindibles la paciencia y la constancia para entrenar ojo y oído, dos tareas poco sencillas.
Se debe procurar que el calzado y la vestimenta sean cómodos, porque indistintamente de la dificultad de la caminata o si el plan es permanecer en un puesto de observación, serán muchas horas las que el observador deba mantenerse de pie y atento al entorno. Se aconseja que la ropa sea marrón, verde, beige o camuflada, para que el observador se mimetice con el entorno. Además, se recomienda llevar gorra, botella de agua, repelente y protector solar.
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Para aprovechar la experiencia sin perder detalles, es imprescindible llevar una guía de aves o tener alguna aplicación para identificar especies -como Merlin Bird, Ornito, Birdnet o Picture Bird-, un anotador y biromes para registrar ejemplares de la zona. También se sugiere conseguir binoculares, que, si bien son ideales, no son indispensables.
Hay dos momentos del día en que aumentan las probabilidades de ver aves: inmediatamente después del amanecer o cuando cae el sol, porque es cuando salen de sus zonas de descanso para buscar alimentos o regresan a ellos.
De acuerdo con Francisco Táboas, divulgador científico y vocal de la Administración de Parques Nacionales (APN) por el Ministerio de Turismo y Deportes, hay tres características que hacen únicas a las aves: que están en todas partes, que muchas son impredecibles y sus procesos migratorios, algunos extremos, como el insignia playero rojizo, que recorre 32.000 kilómetros cada año para unir el Ártico canadiense con el sur de Tierra del Fuego.
Si bien siempre es temporada para la observación de aves, se recomienda comenzar durante el invierno, cuando los árboles tienen pocas hojas y la comida está más cerca del suelo, por lo que puede resultar más fácil distinguirlos.
Para iniciarse en la actividad, no es necesario viajar largos kilómetros ni requiere de estadías extensas, con una caminata de media hora en un parque o una escapada de fin de semana es suficiente para dar el primer paso.
Algunas aves se reconocen fácilmente por su conducta, por ello, es un buen ejercicio empezar a relacionarse con ellas como se haría con un nuevo amigo, prestando atención a sus aspectos, gestos y lo que les gusta hacer. Se recomienda anotar si el ave está solo, en grupo o en pareja; si vuela, salta, nada o camina en el suelo o sobre un árbol; si está comiendo, qué está comiendo y si ese alimento está vinculado con los árboles a su alrededor, además de describir el paisaje.
Los sonidos son claves al momento de avistar aves, dado que entender de dónde provienen sus cantos puede ayudar a trazar un camino para encontrarlas e identificarlas.
Recuerde que usted es un mero espectador de la naturaleza, no interfiera en ningún aspecto con el ambiente, realice movimientos sigilosos y nunca se acerque a los nidos. Usted se encuentra en un sitio privilegiado, disfrute de las bondades de la naturaleza.
La asociación Aves Argentinas coordina una Red Nacional de Clubes de Observadores de Aves (COA), que nuclea 80 clubes que organizan salidas grupales y gratuitas en 19 provincias. Las fechas son habitualmente publicadas en sus redes sociales. Para mayor detalle, acceder a https://www.avesargentinas.org.ar.
Con información de Télam