Es sabido que, a pesar de su imponente tamaño, encontrar restos de las grandes bestias que habitaron la Tierra no es tarea sencilla. Imagínense, entonces, el desafío de dar con fósiles de animales pequeños, como insectos, aves o lagartos. Durante 2022, en una campaña paleontológica dirigida en la Estancia La Anita, localizada en la ciudad de Calafate, provincia de Santa Cruz, la suerte estuvo del lado de la paleontología.
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En esa travesía, un equipo de científicos encontró numerosos restos fósiles de pequeños organismos. “Entre ellos hallamos dos nuevas especies de tuátaras, un grupo de reptiles que, en la actualidad, se encuentra representado sólo por dos reptiles que habitan únicamente Nueva Zelanda”, explica a la Agencia CTyS-UNLaM el doctor Federico Agnolín, primer autor de la publicación.
Los trabajos, publicados en las prestigiosas revistas Historical Biology y Proceedings of the Geologist Association, estuvieron integrados por un equipo internacional, que incluyó científicos del CONICET, el Museo Argentino de Ciencias Naturales, el Museo Nacional de Naturaleza y Ciencia de Tokyo y la Fundación de Historia Natural “Félix de Azara”.
Un hallazgo de tamaño pequeño y gran relevancia
Hace 65 millones de años, la caída de un asteroide resultó en una suerte de invierno nuclear que provocó la desaparición de los enormes dinosaurios y otros reptiles. Sin embargo, las tuátaras, también conocidas como esfenodontes, lograron sobrevivir al impacto. Los estudios de la histología de los huesos en esfenodontes fósiles hacen pensar que, al igual que las especies actuales, podían tolerar climas fríos -con temperaturas de unos 5 grados- y eran capaces de refugiarse en madrigueras subterráneas, hecho que evitó su extinción.
Agnolín destaca que “debido al pequeño tamaño de los restos de estas criaturas, su hallazgo es muy infrecuente y cada pieza que se descubre reviste una gran importancia científica”. A partir de estos descubrimientos -junto con el de otros animales como el ornitorrinco Patagorhynchus pascuali- la comunidad científica puede sostener que las faunas de Patagonia y Oceanía, conectadas a través de la Antártida en ese momento, eran más semejantes que lo pensado.
Tesoros escondidos entre ranas, serpientes y aves
Excavando tierra y cepillando rocas, Ana Moreno Rodríguez, técnica en paleontología del equipo, encontró, dentro de este grupo de fósiles, una pequeña pieza con algunos dientes. Este ejemplar resultó ser el de una nueva especie de esfenodonte, que los investigadores nombraron como Notosphenos finisterre. “Este pequeño animal no habría superado los 30 centímetros de longitud y, a juzgar por la forma de sus dientes, se alimentaba de insectos”, explica Mauro Aranciaga Rolando, co-autor de la publicación de este tuátara.
“A diferencia de lo que ocurre hoy en día, en donde las serpientes no llegan hasta las latitudes de la ciudad de El Calafate, el Notosphenos fue encontrado junto a una gran diversidad de especies de serpientes. Esto, junto al hallazgo de diversos caracoles y tortugas acuáticas, muestra que el clima en la zona era más cálido y húmedo que en la actualidad”, agrega el investigador del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados, Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (LACEV-MACN-CONICET) a la Agencia CTyS-UNLaM.
En una expedición paleontológica llevada adelante ese mismo año pero cerca de la localidad de Arroyo Ventana, Río Negro, el equipo también encontró restos de otra especie de esfenodonte, en capas de unos 70 millones de años de antigüedad. En este caso, el técnico paleontológico Santiago Miner halló un fragmento de mandíbula con dientes que también resultó pertenecer a una nueva especie. Este ejemplar, nombrado por los investigadores como Alamitosphenos mineri, se diferencia de otras especies por su mandíbula fuerte, un mentón prominente y dientes bajos y anchos.
Este espécimen fue encontrado junto a una gran cantidad de huesos pequeños de ranas, serpientes, aves y mamíferos, así como restos de grandes dinosaurios. “Todos ellos -relata Agnolín- fueron depositados cuando un antiguo mar desde el Atlántico invadió el norte de la Patagonia. Este brazo de mar, conocido como “Mar de Kawas” era de aspecto más bien tropical, con una enorme cantidad de reptiles marinos, corales y moluscos, poblando sus costas”.
Aquí, el Alamitosphenos compartía el ambiente junto a variados esfenodontes de diferentes hábitos: algunos eran insectívoros y se asemejaban a los esfenodontes vivientes, otros eran de gran tamaño, posiblemente acuáticos, mientras que otros parecían ser predadores de pequeños animales. A esta gran diversidad de esfenodontes se agrega el Alamitosphenos, cuyo aspecto hace pensar que se trataba de los que machacaban vegetales y semillas.
“De esta forma se demuestra que los esfenodontes fueron muy diversos en hábitos y que aún estamos muy lejos de conocer todas las especies que existieron”, concluye Agnolín, quién trabajó en esta publicación junto a Mauro Aranciaga Rolando, Nicolás Chimento y Fernando Novas.
Con información de la Agencia CTyS.