Especialistas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen) y la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ) diseñan dispositivos de almacenamiento denominados supercapacitores, que guardan y liberan la energía de forma veloz, con residuos de la industria de cannabis medicinal. Con restos de tallos, hojas y raíces de cannabis Sativa L, las investigadoras trabajan en la creación de carbones activados, un material poroso que se encuentra dentro de los supercapacitores y facilita la carga y la descarga de energía según las necesidades de los dispositivos que operan con descarga o corriente.
Hasta el momento, los carbones activados que se consiguen en los comercios son importados y elaborados con elementos que no son sustentables. Por eso, las científicas estudian diferentes opciones ecológicas y nacionales a partir de residuos industriales vegetales.
Los supercapacitores son instrumentos que se emplean en equipos que necesitan potencia de arranque como los celulares, las computadoras y hasta los autos eléctricos. Además, no reemplazan a las pilas sino que se utilizan como complemento. Cuando se necesita una respuesta energética rápida funciona el supercapacitor y cuando se requiere menor cantidad por un período más largo de tiempo, funciona la batería correspondiente al equipo.
“Nuestra idea es reemplazar los carbones activados que están dentro de los supercapacitores y son importados, con carbones activados producidos con residuos que son abundantes en nuestra región y que tienen mejores prestaciones que los que se encuentran actualmente en el mercado”, señala Florencia Jerez, ingeniera de la Unicen que forma parte del proyecto, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
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En la actualidad, el 90 por ciento de los carbones activados que se utilizan en los supercapacitores son importados. El trabajo llevado adelante las científicas no solo permitiría sustituir importaciones, sino que también permiten cuidar el ambiente ya que además pueden realizarse con restos de cáscaras de frutas y verduras, residuos de poda de olivo, rastrojo de trigo y de maíz.
Aunque las investigadoras obtuvieron un subsidio nacional a finales del 2023, junto a la empresa sanjuanina CanMe (una Sociedad del Estado que elabora aceite de cannabis medicinal) para montar una planta piloto y tratar estos residuos a mayor escala, la actual gestión de Innovación, Ciencia y Tecnología todavía no les otorgó el dinero ya adjudicado.
Veloces y ecológicos
“Dentro de lo que son los dispositivos de almacenamiento de energía existen los capacitores y las baterías. Mientras que los primeros tienen una elevada potencia pero almacenan poca energía, las segundas almacenan mucha energía pero tienen baja potencia; es decir, la entregan de a poco. Entre medio de los capacitores y las baterías están los supercapacitores, que almacenan un poco más de energía, la entregan de forma muy rápida y se complementan con las baterías convencionales”, subraya Jerez.
Ahora bien, esos supercapacitores construidos con carbones activados importados suelen producirse a través de carbón químico y madera de árbol. En este aspecto, las científicas plantean una alternativa de producción nacional y ecológica. Además de restos de cannabis podría utilizarse yerba mate, cáscaras de frutas y verduras, rastrojo de trigo y maíz, restos de poda de árboles y hasta residuos de la producción de cerveza artesanal.
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La unión hace la fuerza
En 2019 se conformó el grupo de trabajo entre el Núcleo de Investigación Tecnológica en Electricidad y Mecatrónica, el equipo de Universidad y Cannabis –ambos de la Unicen– y científicas del Instituto de Ingeniería Química de la UNSJ. “Siempre tratamos de hacer investigaciones multidisciplinarias para que los proyectos sean lo más enriquecedores posible, tanto desde la parte social como la parte económica y técnica. Se formó un lindo grupo y empezamos a unir fuerzas para trabajar en la valorización del residuo de la poda de olivo para almacenamiento de energía”, subraya la ingeniera.
Luego analizaron los residuos regionales de ambas provincias y gracias a contactos con empresas privadas, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), lograron evaluar otras opciones como cultivo de trigo, cultivo de maíz y cannabis. En la actualidad y gracias a los buenos resultados que obtuvieron, más investigadores se integraron al equipo. “Estamos trabajando muy bien a pesar de la distancia. Una vez fuimos nosotras para allá y otra vez vinieron ellas a Olavarría”, apuntó.
Un futuro lleno de incógnitas
En cuanto a la elección de los residuos de cannabis por parte de las especialistas, se dieron dos procesos diferentes casi en simultáneo. Mientras en la Unicen se instaló un módulo de investigación de cultivo de cannabis medicinal para mejorar los efectos medicinales de la planta, en San Juan se impulsó esa industria y aparecieron diferentes empresas. En ambos casos, al utilizarse solo la flor, los tallos, las hojas y las raíces se transformaron en un desecho que no sabían cómo administrar.
“Como ya teníamos antecedentes en la producción y valorización de este tipo de residuos vegetales, nos vinculamos para darle algún tipo de valor económico a sus desechos. A pesar que el cannabis no es un residuo tan convencional en Argentina, el gobierno lo estaba incentivando para cubrir todas las aristas de la producción de cannabis medicinal”, explica Jerez.
Con el cambio de gestión a nivel nacional, es una incógnita saber qué pasará con el impulso que había recibido el cannabis medicinal. Sin embargo, con más de seis meses gobierno, las señales no son alentadoras: los subsidios que ya estaban adjudicados todavía no fueron entregados y la renuncia de los miembros del directorio de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación son solo dos ejemplos que evidencian la perspectiva de las nuevas autoridades.