Viviana Canosa y la meritocracia detrás del empoderamiento femenino: no, sola no se puede

14 de marzo, 2021 | 00.05

La cultura dominante en la que vivimos hace que muchas de las palabras, las construcciones narrativas, los significados y los discursos surgidos de procesos complejos y luchas sociales vayan perdiendo su historia, por su transito ordinario por los canales de comunicación de masas. Como una piedra que con el tiempo el viento corroe y moldea a su imagen, la dinámica socio cultural mercantil separa a las construcciones de sus orígenes, las devora, las pre-formatea y las pone a circular como slogans vacíos y símbolos fácilmente apropiables. Así funciona la máquina de vaciar contenidos, de la que el feminismo y el empoderamiento también son parte. "No hace falta ser madre para parir, vos te vas pariendo a vos mismo. Cuando vos te vas pariendo la que se empodera sos vos", sostuvo la mediática Viviana Canosa en el programa de Luis Novaresio en A24 al que fue invitada para hablar en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora.  "Yo no necesito que ningún presidente, ninguna ministra, ni ningún compañero de cualquier color me empodere, yo me empodero porque me siento libre", agregó.

La participación de la conductora en dicho certamen por el #8M incluyó además críticas al feminismo, y la banalización de la violencia de género al comparar la cifra de mujeres asesinadas en Argentina, que en el primer trimestre de 2021 alcanza la preocupante estadística de uno por día, con las muertes violentas de varones. Sus declaraciones, con la clara y única intención de generar polémica y desinformar, siguen la misma línea de pensamiento regresivo que sostiene hace años. Ya es moneda corriente señalar su irresponsabilidad como comunicadora y su constante aporte a la reproducción de la violencia social en general. Recordemos que es la misma persona que tomó Dióxido de Cloro al aire en su programa transmitido por televisión abierta, una puesta en escena que terminó a los pocos días con la muerte por intoxicación de un niño de 5 años en Neuquén, hecho dramático sobre el que jamás emitió palabra.

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No tiene sentido dirigir la columna particularmente contra Canosa como mujer, que es lo que probablemente esperan que hagamos. Pero sí me parece oportuno hacer un punto y aparte para analizar cómo, a partir de lo que evidencia el caso, el patriarcado reproduce y pone a circular ciertos discursos regresivos a partir de agentes meticulosamente caracterizados que suelen tener gran impacto en la audiencia y la agenda pública. De esta manera sin escalas ni matices se apropia de conceptos e ideas del feminismo pero despojándolos de contenido político y coyuntural. Con esta dinámica Viviana Canosa hace referencia, desde su relato únicamente personal, al empoderamiento femenino pero lo asocia a la libertad y al individualismo. ¿Y qué pasa entonces con el carácter colectivo y transformador? ¿Es casual su posicionamiento justo en medio de una demanda social y política por la reforma judicial con mirada de género? ¿En qué se convierten nuestros discursos cuando se los reformula para el mercado?

El empoderamiento femenino es social

El discurso de Canosa no es accidental ni azaroso. Representa una tendencia a evadir los condicionamientos de una realidad que deja a las claras que sin un cambio político, jurídico y cultural real, no es posible modificar  las estructuras de dominación patriarcal y las desigualdades sociales. La frase “Yo me empodero sola”, o “no necesito que ningún presidente, ninguna ministra, ni ningún compañero de cualquier color me empodere”, comparte origen con el famoso “A mi nadie me regaló nada. Todo lo que tengo, me lo gané solito”.  El discurso meritócrata liberal por excelencia parte de la base del esfuerzo personal como organizador social y de la creación de oportunidades como una cuestión de mera voluntad del sujeto. Así como una gran porción de lxs trabajadorxs y sectores de menores recursos adhieren al merecimiento como única variante válida del orden social, un sector de las mujeres se ve interpelado por estas representaciones sociales y culturales que asocian tanto el éxito como el fracaso a una situación meramente personal en la que el contexto de desigualdad de género o clase no interceden.

La otra cara del mismo mensaje es el, tan sutil como dañino, “si queres, podés” que encontramos permanentemente como un mantra en revistas, redes sociales, remeras y contenidos de talleres de corte espiritual o coaching. En un léxico cuasi empresarial empoderarse sería sentir que unx es dueñx del propio trabajo y constructor del propio destino, aunque, obviamente, sin modificar ni cuestionar las jerarquías e inequidades existentes. De acuerdo a este razonamiento el empoderamiento se traduce en un aumento de la capacidad individual y las cualidades para ser más autosuficiente y no depender del Estado, de las instituciones, los subsidios, la justicia o incluso del cuidado de lxs demás. En un nuevo pase de comedia de su estrategia permanente de autopromoción, Canosa acude a la imagen de la supermujer (femenina pero dominante) que puede con todo y va contra todo, y personifica cierto tipo de relaciones sociales funcionales al poder corporativo y patriarcal.

Están en circulación entonces un conjunto de discursos que, utilizando la potencia coyuntural del sentido del empoderamiento femenino, reproducen los modelos vinculares ideales de un sistema neoliberal y patriarcal, y rechazan la participación social, el compromiso político con la realidad y con el otrx, y la intervención del Estado. El objetivo de este estilo de interpelación es una acción profundamente despolitizante y demovilizante que fomenta, consciente o inconscientemente, una imagen generalizada que ha sido parte del sentido común hegemónico durante décadas: que las mujeres no nos identifiquemos como un colectivo y que competimos entre nosotras.

Qué es el empoderamiento femenino

La incorporación del “empoderamiento” al lenguaje coloquial es producto de la lucha histórica de los movimientos feministas y la difusión de los Estudios de Género en las últimas décadas, sobre todo a partir de lo institucionalizado luego de la Conferencia Mundial de las Mujeres en Pekín en 1996. Sin embargo desde la mirada histórica feminista el empoderamiento no es la acumulación de poder como una propiedad en término weberianos, que implica desarrollar la propia voluntad de un sujeto venciendo la resistencia de otrx u otros. La mirada feminista se asemeja más a la propuesta de Michel Foucault sobre las nociones del poder que no centra su análisis en el poder en sí mismo, sino en cómo funciona y qué procesos produce. Se trata entonces de un proceso permanente y dinámico de creación , de producción, que genera efectos concretos, determina un potencial de acción y la posibilidad de incidencia sobre las políticas.

Uno de los mayores méritos del feminismo, que además representa un cambio de perspectiva con respecto a la dinámica social posmoderna, es justamente el reconocimiento de que solxs no podemos, que siempre es con un otrx, y muchos más siendo mujeres o parte de sectores vulnerables y marginalizados. La única estrategia posible de posicionamiento fue y es el armado constante de redes de apoyo recíproco. A mediados del siglo XX la acción constituyente y empoderante del feminismo fue la colectivización de los padecimientos de las mujeres que, hasta entonces, pertenecían al orden de lo privado, y su problematización social. El empoderamiento nunca puede ser individual ya que se logra a través de la puesta en marcha de acciones colectivas y prácticas comunitarias. Hoy en día representa la principal herramienta de lucha y transformación social, y el ejercicio de ciudadanía desde las capacidades de las mujeres concebidas como sujetos políticos.

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Fabiana Solano

Mi nombre es Fabiana Solano y tengo 34 años. Soy socióloga egresada de la UBA y casi Magister en Comunicación y Cultura (UBA). Digo ‘casi’ porque me falta entregar la bendita/maldita Tesis, situación que trato de estirar con elegancia. Nunca me sentí del todo cómoda con los caminos que me ofrecía el mundo estrictamente académico. Por eso estudié periodismo, y la convergencia de ambas disciplinas me dio algunas herramientas para analizar, transmitir, y explicar la crisis del 2001 en 180 caracteres. Me especializo en culturas y prácticas sociales, desde la perspectiva teórica de los Estudios Culturales. Afortunadamente tengo otras pasiones. Me considero una melómana millennial que aprovecha los beneficios de las múltiples plataformas de streaming pero si tiene que elegir prefiere el ritual del vinilo. Tengo un especial vínculo con el rock británico (siempre Team Beatles, antes de que me pregunten), que se remonta a mis primeros recuerdos sonoros, cuando en mi casa los domingos se escuchaba “Magical Mistery Tour” o “Let It Be”. Además soy arquera del equipo de Futsal Femenino de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), rol que me define mejor y más genuinamente que todo lo que desarrollé hasta acá. Por supuesto que la política ocupa gran parte de mi vida y mis pensamientos. Por eso para mi info de WhatsApp elegí una frase que pedí prestada al gran pensador contemporáneo Álvaro García Linera: “Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino”.