“¿Y este Chad?” es una frase que se volvió moda y tendencia en los últimos meses entre los usuarios de las redes sociales, sobre todo en las conversaciones y posteos en X. Se trata de una expresión en la jerga de internet y una caracterización que derivan del famoso Meme ‘Virgin vs Chad’, que nació allá por 2017, en el que se compara a un hombre virgen, perdedor, de apariencia nerd e inseguro, con la imagen ilustrada de “Chad Thundercock” como su contraparte. Chad es un personaje ficticio, la caricatura de un hombre blanco, rubio, hetero cis, musculoso, con un bulto pronunciado en su entrepierna que es valorado por ser atractivo, popular y tener éxito sexualmente con mujeres. Es decir, lo que socialmente se conoce como un "macho alfa". El meme de estos personajes contrapuestos, que se volvió viral en las redes, suele usarse justamente para burlarse de un otro, y humillarlo o denigrarlo por su físico o alguna característica de su personalidad.
Originalmente, el término Chad y el meme comenzaron a circular como parte del lenguaje coloquial de jóvenes y adolescentes en ámbitos digitales, pero hoy en día ha permeado y forma parte del lenguaje utilizado por la mayoría de los internautas y usuarios de redes, incluso en dimensiones como la política y la cultura. Tanto se popularizó que incluso fue adoptada por cuentas oficiales, empresariales e institucionales. Por ejemplo, en la cuenta oficial de la TV Pública la usaron la última semana para compartir y mostrar la visita que hizo el rider José Torres Gil al canal después de ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de París 2024. “¿Y ESTE CHAD? Señoras y señores... nos visitó José "El Maligno" Torres Gil, el campeón olímpico”, dice el tuit en cuestión.
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A grandes rasgos, se habla de “Chad” para hacer referencia a una persona ganadora, exitosa, que se destaca en una función. Es decir se ha vuelto casi un adjetivo aplicable a un deportista, un famoso, un político o simplemente un anónimo que es considerado ganador en una determinada circunstancia. Ser un Chad pareciera haberse instalado en el imaginario social actual como algo bueno, atractivo, deseable, una figura vinculada al modelo de éxito que las redes proponen. Pero antes de seguir reproduciendo la referencia cabe preguntarse: ¿cuál es el origen real del término? ¿Quién o quiénes lo pusieron en circulación? ¿Y qué objetivos sociopolíticos se esconden atrás de esta figura a priori graciosa o inofensiva?
El concepto de Chad es una de las palabras y frases que dan sentido al universo de la manósfera, conformado por comunidades virtuales de varones masculinistas cuya principal tarea es la propagación de discursos misóginos y antifeministas en varias plataformas de las redes sociales más populares como Whatsapp, Youtube, Instagram, Tik Tok, Facebook y X. Estos conglomerados, que impactan principalmente entre grupos de jóvenes, han tenido un significativo crecimiento del tráfico en los últimos años, a la par de los movimientos de ultra derecha y conservadores, y llegan a millones de usuarios de todo el mundo a fuerza de romper las fronteras de los nichos e insertarse en el sentido común mediante el consumo irónico y kitsch de sus posiciones, memes e imágenes.
Los activistas de los “Derechos de los Hombres” entienden que existe una conspiración feminista, asociada a la Agenda 2030, con el objetivo de domesticarlos, subyugarlos y destruir el modelo de familia tradicional y división sexual del trabajo (productivo y reproductivo). Desde este punto de vista los hombre son víctimas, y los feminismos, el colectivo LGBT y los movimientos de mujeres responsables de la pérdida de sus privilegios y el rol que históricamente han ocupado en la sociedad. Lo que pretenden es reestablecer esas posiciones privilegiadas, lugares de poder y libertades que fueron resquebrajados por la “ideología de género”.
Esta posición en Argentina, por ejemplo, se ha convertido en un eje central en la construcción de la identidad política libertaria, cuya consecuencia programática directa es la banalización de la violencia de género, la justificación de la violación como método aleccionador, entendiendo que en el fondo las mujeres se la buscan, y la deslegitimación de las luchas y conquistas políticas de los últimos años. Los ataques misóginos terminan siendo orquestados y ejecutados directamente por funcionarios, instituciones sociales y organismos de la administración pública. Desde esta mirada el hombre que se venga es un líder o referente, mientras que el varón feminista o “aliade” es considerado un "trolo" o un traidor a su propio sexo.
En el imaginario de la manósfera ‘Chad’ significa Macho alfa, el modelo de hombre viril, físicamente atractivo, fuerte, con recursos económicos, popular y exitoso en el terreno sexual al que aspira convertirse cualquier “hombre promedio” o incel (célibe involuntario). Partiendo del paradigma que establece el éxito masculino asociado a la dominación de un otro y la conquista sexual, la falta de valoración y chances en el “mercado” de las relaciones sexoafectivas ha generado una reacción desmedida de odio y resentimiento contra las mujeres e identidades feminizadas, culpables de sus fracasos amorosos y sentimientos de inferioridad. En este entramado ingresa el negocio del coaching, las estafas piramidales, los grupos de crecimiento personal para varones, y los gurúes de la seducción, que venden sus servicios de asesoramiento, cursos para “mejorar la mentalidad” y un método para lograr el éxito, tener relaciones sexuales con mujeres y sentirse hombres de verdad.
Además el fenotipo de ganador puede ser identificado con ciertos rasgos físicos que demuestran su virilidad: son varones altos, fornidos, musculosos, con determinadas características óseas como una mandíbula protagonista, angulosa y bien definida. No casualmente en estos grupos manosféricos se tiende a vanagloriar comportamientos asociados a un mayor estatus masculino como el ejercicio, la cultura fitness, el emprendedorismo, las finanzas y la subcultura del 'lookmaxxing', que conjuga una serie de prácticas (cirugías, intervenciones, etc.) que permiten a los varones trabajar o modificar su aspecto físico. La obsesión por la imagen física y la exageración de algunos rasgos quedan en evidencia por ejemplo en las imágenes e ilustraciones burdamente retocadas de Javier Milei que viralizan los trolls y defensores del gobierno actual en las redes sociales.
El poder del meme como mensaje político
En el siglo XXI, la cultura popular y las formas que adopta el lenguaje, en las diferentes dimensiones sociales, parecen imposibles de separar del flujo y las expresiones que se gestan en las redes sociales y plataformas. Sabemos que para que una expresión, una imagen, o un meme se vuelva un ícono pop y se vehiculicen por fuera del mundo digital, deben representar una idea o una información en un contexto que responda a ciertas creencias. No se trata simplemente de recaídas eventuales con matices de humor o diversión, sino de la representación de un momento, de un concepto, de una emoción de época, de un modelo de subjetividad vinculado a la actualidad.
Las investigadoras Andrea Mastrángelo y Sofía Demonte, en el libro “Quedan 15 días de cuarentena”, definen al meme como “documentos de comunicación y cultura que pueden ser indicadores de cómo es ideada una época, puesto que se relacionan con símbolos, estereotipos y códigos pertenecientes a un lugar y una época determinada”. Y para ser comprendidos y cobrar sentido deben ser analizados en relación a un contexto social, político, económico y cultural.
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En el ámbito de la política los memes cumplen una función central, que se aceleró a partir de 2008 en todo el mundo, ya que facilitan la llegada de los mensajes y debates de un modo más directo, barato y llano a la ciudadanía. La expresividad que condensan se materializa en una posible interpretación metafórica por parte del interlocutor que no requiere casi esfuerzo ni complejidad intelectual. De alguna manera hoy podemos establecer que las redes se han convertido en las nuevas plazas, congresos partidarios, patios de escuelas, espacios de debate, o unidades básicas y de alguna forma monopolizan y concentran la gesta de la opinión pública, estableciendo además una comunicación ininterrumpida, bidireccional y con un componente híbrido oral-escrito.
En este sentido los memes no siempre se limitan al humor y terminan creando en su uso una nueva viñeta, un diálogo o un significado que, si bien se aleja del inicial, lo termina legitimando.
El Chad termina funcionando como un ícono, ya que capitaliza muchos de los elementos culturales y características valoradas de la época que vivimos: un ser radicalmente individualista y poco empático; una masculinidad hegemónica netamente patriarcal, asociada al poder, el sometimiento, la fuerza y la violencia; y un modelo vincular meritocrático y competitivo donde el goce por excelencia, el placer y el deseo nacen de la necesidad de sentirse mejores o más que un otro. Ser basados, Doxxear, domar, reducir, castigar o humillar a otro se han convertido en los métodos de reconocimiento y validación del poder.