Una mujer recibió un trato denigrante contra su integridad física, psicológica y sexual durante una consulta ginecológica de rutina en un centro clínico privado de la provincia de Córdoba. El médico, que decía ser especialista en tocoginecología, D. D. P., alquiló consultorios sin condiciones mínimas para la realización de la práctica: no contaban con camillas ginecológicas ni biombos que resguarden la intimidad de la paciente. Tampoco le proveyó una bata de consulta y realizó tocamientos con connotación sexual en mamas y zona genital con y sin guantes de látex.
“Demoró mucho en hacerme el Papanicolaou. Yo estaba acostada, mirando al techo, sin bombacha y sin poder ver qué es lo que hacía él. Sí sentía dolor e incomodidad”, comienza relatando la víctima, según pudo recuperar este medio del fallo judicial del Juzgado de Niñez, Adolescencia, Violencia Familiar y de Género de 4° Nominación que obligó al falso ginecólogo a pagarle una suma de dinero a la damnificada y a realizar un tratamiento psicológico especializado en la problemática de violencia de género, entre otras cosas.
“Él no hablaba mucho. Ya le había preguntado un montón de cosas que no me había respondido. Yo en mi cabeza pensaba que por ahí él buscaba alguna verruga o algo, es como que quería justificar el manoseo de él”, completó sobre aquel 14 de enero de 2021. Durante la consulta, además, ingresó personal de limpieza porque la puerta no estaba cerrada y la sala estaba en un sector de amplia circulación.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
MÁS INFO
“También solicité la incorporación de una placa que diga ‘la violencia de género no es una opción’ en los lugares visibles donde se llevó adelante la violencia de género, como otra forma de reparación simbólica”, explicó la jueza Mariana Wallace, en diálogo con El Destape. Y justificó: “A ella se le desconoce el derecho a la dignidad que tiene todo ser humano: los derechos del paciente a ser informado sobre las prácticas médicas a realizar y derechos específicos como mujer en el área de consulta médica ginecológica”.
Esta condena por violencia de género de tipo psicológica y sexual durante una práctica médica está relacionada con la violencia hacia el cuerpo de las mujeres que resulta ser “estructural y repetitiva”.
Análisis económico de la violencia de género
El fallo judicial ofrece un análisis contextual y económico del citado caso. Según argumentó la magistrada, las teóricas del feminismo creen que la desjerarquización, la subalternización y el retiro de derechos como el trato digno refiere un beneficio económico para quien se apropia de estos derechos. “No estamos hablando de una estafa o un detrimento económico en la mujer, sino que hay un enriquecimiento patrimonial a costa de la vulneración de sus derechos. No se usan guantes, no se le da una bata, se le ofrece y se le cobra por servicios especializados que no lo son, y se la recibe en consultorios que no están preparados y equipados para atender correcta y dignamente”, aclaró Wallace.
Es por esto que en el fallo la magistrada no habla de “indemnización”, sino de “reparación” ya que “como no se le puede devolver el derecho vulnerado a la mujer, que le devuelvan la plata que hicieron con ese derecho”.
Incluso, la magistrada allí redactó: “El médico y el centro médico maximizan sus posibilidades de ganancia y minimizan al extremo en costos, sin valorar las implicancias de sus mayores ingresos y menores gastos (…) tales ahorros no son a su costa y cargo sino a costa y cargo de las pacientes que reciben un servicio de salud en ginecología degradado, ultrajante y envilecido”.
En una consulta ginecológica o kinesióloga inevitablemente hay contacto con la genitalidad o el cuerpo, pero “lo que marca la diferencia es el respeto del personal médico, predominantemente masculino, a la genitalidad y corporalidad femenina”. “Dado al prestigio y posicionamiento de los médicos en la sociedad, el poder de la medicina sobre la sociedad en general y sobre el cuerpo de las mujeres en particular es una variable que facilita el abuso y la violencia de género. Podemos poner de ejemplo la enorme cantidad de casos de violencia obstétrica. Se trata de una violencia estructural y sistemática”.
Violencia estructural
Durante el mes marzo, la Justicia condenó también a un masajista que se hacía pasar por kinesiólogo por abuso sexual con acceso carnal y usurpación de títulos a deportistas de cestoball, y que atendía en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
“Es responsabilidad del profesional no difundir información engañosa y prestar servicios como especialista si se encuentra habilitado como tal. Correlativamente es responsabilidad del centro médico no difundir/avalar publicidad engañosa, y no facilitar el ejercicio de la medicina como especialistas a quienes no lo son”, enfatizó Wallace.
Por esto mismo, la abogada representante de las cuatro mujeres denunciantes del masajista, Melisa García, comparó ambos casos y analizó: “Creo que el paralelismo más grande entre el caso del falso kinesiólogo y el falso ginecólogo es la manipulación y engaño que les permite ese título, agravante del hecho concreto del abuso”.
La también presidenta de la Asociación de Abogadas Feministas Argentina (ABOFEM), al igual que la jueza Wallace apuntaron a la vulnerabilidad de las víctimas ante el prestigio de la función médica y el desconocimiento de su funcionamiento, procesos y técnicas.
“Ambos casos tienen en común el punto de confusión al que llegan ellas por no entender si lo que están empezando a percibir es propio de una intervención de rehabilitación física o de un estudio ginecológico”, expuso García.
Por su parte, Wallace indicó que la denuncia al falso ginecólogo que dio paso a esta causa judicial perteneció a una mujer que había tenido un parto previamente a la consulta ginecológica de control posparto con D. D. P., por lo que “tenía en claro lo que era un estudio o un control de esta índole”, lo cual le permitió reconocerse como víctima de abuso.
“Los denunciados no constituyeron un hecho aislado; sino que, por el contrario, fueron el resultado de la violencia estructural de género y de un patrón sociocultural justificado en el predominio masculino del profesional sobre el cuerpo de otras (mujeres), causándoles a sus pacientes sentimientos de humillación física y emocional, colocándolas en un plano de absoluta desigualdad”.
Al testimonio de esta paciente se le sumaron otros dos de mujeres que atravesaron situaciones similares. “Las tres dan detalles de que el señor tenía una manera de llevar adelante la práctica de revisión médica cuanto menos llamativa. Por ejemplo, a una de ellas le realizó dos veces una revisión tocoginecológica sin explicarle por qué. O la extrema cercanía del rostro a la zona genital, y ellas declaran prácticas ostensiblemente masturbatorias”.
Esto mismo sucedió en el caso de las deportistas Ayelén Goldberg, Candela Thim, Ailén Dobarro y Morena Tojo, que sufrieron reiterados abusos con la excusa del condenado de poder masajear los abductores o alguna zona específica del cuerpo, dado a que las deportistas tenían dolores corporales frecuentes por su actividad física. La Justicia pudo comprobar que estos hechos ocurrieron entre noviembre de 2017 y diciembre de 2018, cuando las víctimas tenían entre 16 y 27 años de edad.
Pero hay un dato más que une a ambos casos: se hizo Justicia. Este no es un aspecto más: según datos de Amnistía Internacional publicados en 2022, solo el 15,5% de denuncias por delitos contra la integridad sexual llega a sentencias condenatorias en Argentina.
Efecto Fardín
Tras la pública denuncia de la actriz Thelma Fardín al actor Juan Darthés por abuso sexual en el 2018, las denuncias por este delito y otros tipos de violencia de género aumentaron un 1240%. Este “efecto Fardín” que promueve la comunicación de este tipo de vivencias violentas por parte de las víctimas se dio tanto en el caso cordobés como en el porteño.
“La denuncia la radicamos con dos de las cuatro deportistas en agosto de 2022. Luego, las demás fueron citadas como testigos por ser parte del mismo grupo y, al escuchar el relato de sus compañeras, se dieron cuenta algunas de que ellas también habían sido abusadas y se convirtieron también en denunciantes”, contó la abogada García, al tiempo que reivindicó la importancia de la Educación Sexual Integral desde la educación escolar temprana para adquirir herramientas que permitan comprender qué es el consentimiento, el trato digno, cómo preservar la integridad física, psicológica y sexual y a detectar cuándo se es víctima o perpetrador de abuso sexual.
Su opinión es respaldada por un estudio publicado por el Ministerio Público Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires, entre el 70 y el 80% de los niños, niñas y adolescentes de entre 12 y 14 años, pudieron comprender y denunciar que fueron abusados después de recibir clases de ESI.
La importancia de sentirse acompañada y escuchada parece ser un componente clave para que las víctimas de este tipo de delito decidan hablar. “Sentí que no estaba sola”, contó, Candela Thim. Y agregó: “Puedo ver que todo el agotamiento que me generó exponerme a semejante proceso judicial valió la pena. Casi sin poder creerlo, la justicia falló a favor de las mujeres, y este hecho es importantísimo para todas”. Por su parte, Goldberg emitió: “Una de las cosas más difíciles es aceptar que fui víctima de manipulación, y que mi cuerpo fue maltratado. Verte en ese lugar no es fácil, aceptarlo mucho menos. Pero esta vez ganamos nosotras porque fuimos fuertes”.
También Dobarro expuso estar “profundamente agradecida” por formar parte de “un bloque fuerte de cuatro mujeres que se acompaña desde el minuto cero”, aunque “sean muchas más”.
“Yo siento cierta tranquilidad de que esto haya terminado no solo para nosotras, sino que nadie tenga que vivir lo que nosotras vivimos con él”, aportó, por su lado, Morena Barboza, al tiempo que aclaró: “Esto no impide que estas cosas sigan sucediendo porque en la sociedad en la que vivimos, lamentablemente, nos encontramos en situaciones de vulnerabilidad de las que algunos varones se aprovechan”. Por eso, siempre denunciar.