El legado de Ramona en la Villa 31, a tres años de su muerte: "Nos enseñó a no callar"

La trabajadora comunitaria y militante de La Poderosa murió por coronavirus, tras ponerse al frente del comedor en pleno aislamiento obligatorio y reclamar por mejores condiciones de vida. Hoy el barrio la recuerda y alza en alto su bandera.

17 de mayo, 2023 | 12.35

El 17 de mayo se cumplen 3 años de la muerte de Ramona Medina, trabajadora comunitaria, militante de La Poderosa y habitante del barrio Padre Mugica, conocido popularmente como Villa 31. Ramona falleció por coronavirus durante la pandemia, debido a que su situación de salud se agravó por la precariedad de las condiciones de vivienda, situación que denunció reiteradas veces.

10 días antes de su muerte, su voz se escuchó en todo el país a través de un video en el que contaba la situación que estaban atravesando. Ramona vivía en un ambiente pequeño con su pareja, sus dos hijas, su hermana, su cuñado y dos sobrinos. Venía exponiendo la falta de agua de varios sectores del barrio, mientras esperaba ser reubicada en el proceso de reurbanización para quienes vivían en el “bajo autopista”. Además de participar de los espacios de salud, en el comedor, en las mateadas entre mujeres y sostener espacios de contención en ese contexto tan desesperante para la vida de muchxs, era cuidadora de su hija con discapacidad y luchaba por mejorar la calidad de vida de los vecinos del barrio. 

Kaloian Santos

"No se callaba nada", cuenta Alicia, trabajadora del comedio comunitario "Gustavo Cortiñas". La recuerdan siempre luchando: por los derechos de las personas con discapacidad, por la salud y las mujeres en situación de violencia.

El barrio que no olvida

El bajo autopista ocupa una extensión de casi 10 cuadras en la 31. La fachada de las casas que crecen al costado de la Illia es de colores, al igual que las columnas que sostienen la autovía. Amarillo, verde, azul, fucsia, rojo, como en varios sectores del barrio, sobre todo los que lindan con el Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad.

Kaloian Santos

Visto de afuera el paisaje es pintoresco, casas de dos, tres, cuatro y hasta cinco pisos, algunos balcones colmados de plantas que buscan luz entre las rejas y el cemento. Grafitis, murales, calles de tierra, carros de cartonerxs y motocarros que van y vienen. Cada puerta abre un mundo de casas de distintos tamaños, formas, recovecos y escaleras caracol. Hay olor a pan casero, un aroma que se mezcla con el de la humedad y el ollín, propios de estar bajo una autopista. Detrás de esas paredes, el contraste preocupa, faltan cloacas, las instalaciones eléctricas no son seguras, los tanques rebalsan o se agrietan, las calles se inundan, la basura se acumula, la infraestructura roza lo peligroso y en algunos casos el inminente derrumbe. “Parece que solo hay algunos departamentos, pero dentro de cada manzana hay pasillos, vecindades, casas compartidas. Desde el 2010 que no sabemos con exactitud cuánta gente vive en el barrio”, asegura una vecina. 

Una de esas casas era la de Ramona, que hoy tiene un mural frente a su puerta. En uno de los postes de concreto se la puede ver a Ramona y la frase: “Acá empezó la lucha de Ramona por los derechos de las personas con capacidades diferentes y por más vivienda digna” (1977/ 2020). A la vuelta, también hay un mural de ella: Ramona gritando con una remera de La Garganta Poderosa.

Kaloian Santos

Alicia la recuerda con una sonrisa y un mate para convidar siempre en su mano. La cruzaba en su caminata hacia el comedor, a veces compartían un tramo y ella seguía para la salita o para alguna actividad en el Bachillerato Popular. Cada vez que la nombra le brillan los ojos, también se emociona cuando describe el trabajo incansable que llevan adelante desde el comedor, siente orgullo por la construcción comunitaria que permite que muchas familias del barrio puedan tener un plato de comida rico a la hora de la cena.

Trabaja hace cuatro años en él, en un comienzo se trataba de una “olla” en un lugar muy pequeño sobre la calle Perette, frente al Ministerio de Educación. Empezaron con 120 raciones. Durante la pandemia, se sumó mucha gente y llegaron a dar más de 500 raciones por día. Cuenta que se quedaban hasta la madrugada y que el problema principal era la falta de empleo, muchos vecinos del barrio trabajaban en las ferias que estuvieron prohibidas en el aislamiento estricto o cartoneaban, pero en aquel entonces estaba la imposibilidad de circular: “No había qué comer, en el comedor había una fila enorme y encima teníamos poca mercadería, fue desesperante”.

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En esos días, Ramona se puso al frente de la ayuda comunitaria. Para las trabajadoras y militantes de la Poderosa, Ramona era una “gran compañera”, trabajaba todo el día, intentaba conseguir donaciones, también dialogaba con el Gobierno para que reconozca las raciones y otorgue mercadería. “Fue un momento muy difícil porque no sabíamos qué hacer con tanta demanda, no nos alcanzaba, todavía nos estamos recuperando”, reflexiona sobre aquella época. Muchos vecinos fallecieron por COVID y en situaciones muy precarias. Sin embargo, la muerte de Ramona dejó una lección: "Aprendí muchas cosas. Su muerte nos enseñó que tenemos que seguir luchando, que tenemos que hablar, reclamar, nunca callar”. 

La huella de Ramona

Ramona está presente en todo el barrio. Alicia resalta que su legado trascendió generaciones: “Los niños que la conocieron se acuerdan de ella, quedan marcas, te veía y te abrazaba. Acá somos como una familia y Ramona es una persona que no se puede olvidar. No había un no para ella, venía a la asamblea y peleaba, buscaba soluciones”.  En el comedor se acercan más de 300 personas por día. Servir una merienda o la cena, implica, también, charlar con la gente del barrio, saber quiénes son, dónde viven, cuáles son las necesidades, generar un lazo de confianza. No se acercan únicamente a recibir comida, y gracias a eso tejen lazos con otros espacios de la organización cuando hace falta agua, electricidad, conexión, incluso en situaciones de violencia. “Hay un grupo de compañeras que dicen 'somos de la Ramona' porque se juntaban, mateaban con ella. Son cosas que te quedan en el corazón y que hoy añoramos”, recuerda.

Kaloian Santos


A Alicia le brillan los ojos cada vez que cuenta detalles sobre su barrio, el vínculo con lxs vecinxs, el trabajo que realiza la organización. Con Ramona como bandera, recuerda cómo fue un antes y un después en la vida de muchos: "Era una gran persona, el tiempo que compartí me llegó al corazón. Fuimos a marchas, compartimos momentos en el comedor, charlas, siempre sonreía, siempre estaba alegre. La quiero mucho”. Para ella, el legado más importante que les dejó Ramona fue el de no callarse, trabajar de forma colectiva y no tener miedo: “Aprender que podemos decir que no. A veces somos sumisas y obedecemos a nuestras parejas, familias. Ella nos abrió varias puertas y nos enseñó a no callar, se la extraña mucho, era una guerrera”, enfatiza.

Hace unos meses el comedor se mudó al bajo autopista. Consiguieron un espacio más amplio, aunque se incrementó el alquiler. Ahora hay espacio para el freezer, los hornos, anafes, heladeras y toda la mercadería que va llegando. Sin embargo, siguen experimentando faltas: "Hay que pagar el alquiler, el gas, los servicios, buscar más alimento para bancar la olla. No podemos dejar a la gente afuera. Tampoco tenemos sueldos para las compañeras. Reclamamos una merienda saludable, una cena rica y salario para las trabajadoras comunitarias. ¿Qué hubiera pasado si no estaban las organizaciones durante la pandemia? ¿Si no bancábamos la olla para las personas en situación de calle?”, se pregunta. Con su labor, también hacen recorridas para darle bandejas a las personas en situación de calle que se encuentran en el sector San Martín del barrio.

Kaloian Santos


Con Ramona siempre presente, este miércoles hacen una merienda y algunas actividades en el comedor para recordarla. También la idea es abrazar y acompañar a la familia que, como el barrio, la extrañan y desean que su lucha siga vigente.

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