El futuro de Flor es incierto, no existe un mañana y eso le da la alegría de estar viva. Con su bicicleta y sus alforjas, Florencia Analía Guzzetta, de 28 años, sale de algún hostel, camping o casa de familia "a donde pinte y el alma dicte". Para ella el mejor paisaje es la gente de los pueblos, el amor y el cariño de los otros y otras que construyen su camino hacia la libertad o su libertad en el camino. "Mi futuro es muy incierto y es hermoso decirlo, yo sé que salgo pero no sé cuando voy a llegar", expresó la cicloviajera a este medio en una charla de Buenos Aires a San Juan, donde se encuentra actualmente, en un viaje que no tiene tiempo pero que pretende recorrer todo el país.
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Del sur de Córdoba de nacimiento pero con un amor especial por San Juan, Flor inició un viaje que tiene una mezcla de misticismo, fe y promesas cumplidas con una búsqueda de autoconocimiento y de empoderamiento. Devota de la Difunta Correa (santa pagana que murió deshidratada en la ruta pero que salvó milagrosamente la vida de su bebé que siguió amamantando), la ciclista llegó a las tierras sanjuaninas para agradecerle a la santa. "Mi abuelo materno era muy creyente y cumplir una promesa me hizo venir a Vallecito", contó. Pero no solo la fe de su abuelo la impulsó: durante su estadía en Mendoza sufrió una fuerte intoxicación por contaminación cruzada (es celíaca), lo que hizo temblequear su proyecto, pero se recuperó y, como ella dice, "la santa tuvo que ver con eso".
Como todo viaje hay una búsqueda y este caso no es la excepción. En medio de los paisajes de cada provincia del país, la mayor búsqueda de la viajera es espiritual. A Flor la caracteriza un espíritu libre y su desafío es el descubrimiento personal. "Personalmente no me veo hoy por hoy cumpliendo mandatos sociales, como tener familia, ser madre. No me veo y no encajo", admitió. La cicloviajera no sabía con quien charlar, pero sí sabía que no iba a encajar en este sistema.
Un espíritu libre
Antes de decidir emprender este viaje por el país en bicicleta, la técnica en turismo (que después de mucha demora, este año recibió el título) residía en Bariloche donde trabajaba de lo suyo y sin darse cuenta ya estaba craneado su presente. En cada temporada de turismo que hacía se daba cuenta de que "eso quería para su vida y volver a su zona de confort no era la opción".
"Cuando termina la temporada en febrero por cuestiones edilicias, no sabia adónde ir", contó. En ese momento, un colega le dio la idea de viajar y se preguntó: "¿Y si lo hago con mi bici?". Según Flor, su bici banky es una extensión de su cuerpo. Así fue que aceptó el desafío, compró las alforjas y con unos ahorros que tenía arrancó el viaje. El primer tramo a Mendoza lo hizo sin bici hasta que se animó y de las tierras del vino a San Juan pedaleó.
"Viajar me dio las herramientas como mujer"
La decisión de Flor de viajar sola no es inocente, pero tampoco fácil. A las mujeres nos suelen preguntar por qué viajamos solas, si no tenemos miedo, si vamos a poder ante las inclemencias de la propia ruta. También hay un techo de cristal. Y ella lo sabía. "Las preguntas más recurrentes son: qué dicen tus papás; cómo viajas sola, no viajás con tu pareja. También nunca falta el gran cuestionamiento: ¿No pensas tener hijos o no te vas a casar?", resumió. Admitió que esas preguntas al principio "me hicieron replantear el viaje y me cuestioné si estaba haciendo las cosas bien".
Atravesando todas esas incertidumbres se dio cuenta de que partían de la propia desigualdad de género que la atravesaba por ser mujer. "Muchos que me hacen estos planteos después me escriben por las redes sociales y me dicen que 'no habían entendido mi historia de vida, que tengo tremendos ovarios, fuerza de voluntad, coraje'", relató. Hace más de cinco meses que arrancó su viaje y Flor ya siente su fuerza para llevarlo a cabo. "Las mujeres tenemos un sentido extra y podemos percibir muchas cosas. Tuve que pedalear más rápido en alguna ruta y lo hice, tuve que enfrentar una situación que se había confundido mi simpatía y lo hice, siempre con respeto. Las mujeres sí podemos. Muchas me escriben diciéndome que las re motive, que les hice ver qué tienen otra opción de vida, que todavía hay mucha gente buena y que podemos viajar solas", remarcó.
Flor se dio cuenta de sus verdaderos límites, que eran menos de los que alguna vez le habían impuesto. "Pedalear sola me hizo descubrir que yo puedo. Deconstruir lleva mucho, me cuesta y pero sigo transformando mi mentalidad", celebró y enfatizó: "Viajar sola también me ha dado las herramientas para ser mujer, me dio confianza, me ha hecho descubrir muchas cualidades".
Autogestión y la esperanza
El viaje no es solo y ella lo sabe bien. "Yo viajo sola pero en el camino me cruzo con mucha gente que se hace parte de mi viaje en la que me voy descubriendo", destacó. "Aprendí a conectarme con cosas que el dia a dia me da, de mirar a los ojos, sentarme en el piso y compartir", agregó.
La cicloviajera actualmente sostiene su proyecto con un emprendimiento de stickers que vende por sus redes sociales y en plazas. "En la vida del cicloviajero te llevas lo básico y aprendes a andar con lo que tenés...", reconoció. "Cuando me quedé sin ahorros por la intoxicación, unos colegas me pasan el proyecto de los stickers. Hoy es el mayor proyecto con el que sustento mi viaje", contó. Otra vez la ayuda de unx otre en el camino.
Si bien Flor no tiene una agenda que le marca el tiempo, la intuición cumple esa función y se deja llevar por lo que le dicta el corazón. Aún sigue en San Juan recorriendo sus rutas y pueblos y no tiene definido por dónde seguirá todavía pero sí tienen muchas certezas. "Lo que quiero transmitir es que hay esperanza, hay mucha hospitalidad y contarles a las pibas que podemos viajar solas y no está todo tan podrido", completó.
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