Los ensayos en el laboratorio se realizaron sobre la variante de mayor prevalencia en la Argentina, DENV-2, uno de los cuatro serotipos de este virus que en el país está atravesando uno de sus mayores brotes históricos: los casos de esta temporada casi quintuplican a los registrados en el mismo periodo de 2022/2023. Hasta ahora no existen medicamentos específicos para tratar el dengue –que puede ser desde asintomático hasta generar un cuadro leve o una patología aguda, con complicaciones que pueden llegar en ciertos casos a la muerte–, y la vacuna que se comenzó a aplicar (Qdenga, del laboratorio japonés Takeda) no forma parte del calendario oficial.
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El equipo de investigación, que además de institutos del CONICET y la UBA incluyó la participación del INTA, recolectó muestras de seis especies de plantas (Grindelia pulchella, Helenium radiatum, Campuloclinium macrocephalum y otras) de la familia Asteraceae, en las provincias de Catamarca, Entre Ríos y Buenos Aires. En el laboratorio obtuvieron 12 extractos y evaluaron otros 14 compuestos naturales ya aislados por el grupo a partir de plantas de la misma familia. El grupo realizó ensayos en cultivos de células en los que se midió la capacidad para inhibir una de las variedades o serotipos del DENV-2, y cuatro extractos y tres compuestos naturales fueron capaces de hacerlo de manera efectiva y selectiva.
Valeria Sülsen, investigadora del CONICET en el Instituto de Química y Metabolismo del Fármaco (IQUIMEFA, CONICET-UBA) dirige un grupo dedicado a la búsqueda de fármacos para enfermedades desatendidas como chagas y leishmaniasis, y últimamente también para el dengue. Allí, en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, ensayan con diversos extractos de plantas y suelen trabajar con la familia Asteraceae, la más numerosa en la Argentina.
“Estoy abocada a buscar moléculas de origen natural que puedan tener aplicación en fármacos. Algunas las seleccionamos a partir de su química y otras porque ya se usaban en medicina nativa, como en el caso de la Grindelia, usada por los comechingones. En el grupo también hay gente del INTA que nos ayuda con la identificación botánica”, le dijo Sülsen a TSS.
Claudia Sepúlveda, investigadora del CONICET en el Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (IQUIBICEN, UBA-CONICET) y también autora del estudio, lidera el equipo que estudió la actividad biológica de estos extractos y moléculas. Sepúlveda le dijo a TSS que, a partir de este hallazgo, tienen toda una serie de desafíos que atravesar para poder llegar a un producto antiviral: “Tenemos los extractos crudos y ahí tenemos que encontrar cuáles son las moléculas activas. Y queremos evaluar la respuesta en los otros serotipos más allá del DENV-2. También analizar si las moléculas son un candidato de amplio espectro, porque si el compuesto tiene un blanco celular, que es lo que pensamos que podría estar pasando, también podría servir para otros virus como zika o chikungunya, por ejemplo. Pero también habrá que hacer ensayos de toxicidad, para evaluar el impacto que puede tener en el organismo”.
El hecho de que todavía no exista un tratamiento contra el dengue responde a una serie de razones, dice Sepúlveda: “Hay investigaciones que avanzan bastante pero después cuesta que alguien se interese en un producto. Hay que ver la forma de administrar un antiviral, no hay muchos licenciados salvo algunos para hepatitis o influenza, y además el dengue empezó a ser un problema global hace relativamente poco, antes estaba solo en las zonas de altas temperaturas y ahora que se extendió va a generar más interés. Y tampoco es fácil hacer pruebas en ratones, porque tienen que estar muy modificados genéticamente”.
Sülsen confía en que esta familia de plantas puede ser una fuente útil para posibles antivirales contra el dengue y también contra otras enfermedades, pero el camino recién empieza. La investigación recibió financiamiento tanto de la UBA como del CONICET y la Agencia I+D+i pero actualmente, al igual que otros grupos, sufren los efectos del recorte en el sistema científico-tecnológico. “Ahora estamos con problemas de financiamiento, tanto por recursos que no llegan a tiempo como por otros que quedaron desfasados en los montos. A veces terminamos pagando insumos de nuestros bolsillos. Es algo que se está padeciendo en muchos institutos y esto vuelve muy difícil continuar las investigaciones”, lamenta la investigadora.
Con información de la Agencia TSS