Ferroclub de Escalada, el espacio de orgullo ferroviario que es visitado por miles de familias

El club se fundó en 1987 y sigue activa. Lo que nació con el objetivo primario de evitar el chatarreo de vehículos ferroviarios, de conservación, avanzó en complejas tareas de restauración. Hoy ofrece inclusive a los chicos la posibilidad de viajar 15 minutos en una trochita elaborada en el propio ferroclub.

07 de marzo, 2024 | 00.05

En 1987, socios del Ferroclub Argentino de la zona sur del conurbano bonaerense leyeron sobre una licitación para convertir en chatarra una locomotora anclada en la Base Naval Puerto Belgrano. Alarmados, se activaron y se contactaron con funcionarios de la Armada para trasladarla de Bahía Blanca a Remedios de Escalada. El éxito de esa primera gestión de preservación desembocó en un proceso de trabajo que llevó a que hoy cientos de vecinos visiten cada fin de semana un predio que cuenta con 60 vehículos emblemáticos de la historia ferroviaria. Muchos de ellos restaurados, como una locomotora a vapor del año 1926 y otra, diésel, de 1953. Un coche comedor de madera de la década del ’20 oficia de confitería. La principal atracción para los chicos es un viaje de 15 minutos en una trochita elaborada en el propio ferroclub. Los amantes de la historia cuentan con una biblioteca y un museo con todo tipo de artículos.

Ricardo Campbell, Richard para todos, cuenta a El Destape que después de traer esa primera locomotora desde Bahía Blanca en ese 1987 precisaban tener un espacio propio. “Conseguimos que nos cedieran 2 hectáreas y media en el predio de los talleres del ferrocarril”, recuerda. Nacía la sede de Escalada del Ferroclub Argentino. La entidad había surgido en 1972. Campbell es uno de los primeros integrantes a tal punto que es socio número 21. “Todo empezó con fanáticos de los trenes reunidos en pizzerías, después nos dieron una oficina en el Museo Ferroviario en lo que hoy son las Galerías Pacífico, hasta que se consiguió una primera locomotora a restaurar y un predio en Villa Lynch. Esa primera sede trabajaba con vehículo de la Línea Urquiza”, explica. Con el nacimiento del Centro de Preservación (CDP) de Escalada comenzaron a trabajar con viejos vehículos de la línea Roca.

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De la preservación a la restauración, la creación y la exhibición

Lo que nació con el objetivo primario de evitar el chatarreo de vehículos ferroviarios, de conservación, avanzó en complejas tareas de restauración. “Poner en marcha una locomotora vieja, con el cumplimiento de todas las normas ferroviarias para su funcionamiento, puede llevar unos 15 años”, ejemplifica Richard.

Un caso concreto: el trabajo en una locomotora de 3 cilindros construida en 1926 por la Vulcan Foundry de Gran Bretaña para el FC del Sud. Así lo detallan los informes del Ferroclub.  “Comenzó con la remoción de la caldera para su completo retubado y reparación del horno y caja de humo, reparado y/o fabricado de nuevos accesorios de caldera, tubos de admisión y escape. Trabajos en toda la rodadura, elásticos y frenos con su timonería tanto en la locomotora como el tender, bujes de biela, aros de pistones nuevos como sellos de vástagos. Se fabricaron todas las purgas de cilindro y sus mecanismos, nuevos miriñaques en lapacho y maderas duras, y paragolpes. El tender fue sometido a tareas similares, nuevos rompeolas, reperfilado de ruedas, muñones, cojinetes y todo el sistema de freno”.

Aclaran además que todos los componentes de la locomotora y tender se realizaron con "acabado de exhibición", partes pintadas y fileteadas a mano, pulidos de bronces y aceros a la más alta calidad de terminación. Luego fue el turno de la prueba hidráulica de la caldera, el trabajo en la casilla de conducción (con nuevo techo y ventanas) para luego realizar las pruebas en vapor y proseguir con el aislado de caldera y completado de sistema de freno, quemador y un sin fin de pequeños grandes detalles.

Campbell se centra en el caso de la trochita. “Se hizo acá. El diseño de la locomotora a vapor fue del galés Roger Davis. El trencito es de un cuarto del tamaño normal. Los coches, las vías, las dos estaciones, todo se realizó en el ferroclub”, se enorgullece.

Los socios y la financiación de película

La sede Escalada cuenta con unos 150 socios. “En los trabajos con los fierros somos un tercio de los socios más o menos que estamos. Pero acá trabajamos todos, ya sea en la biblioteca, en el museo, en la atención de la gente. Hay tareas para todos”, detalla. Entre los que participan hay gente de los más diversos oficios. Muy pocos de ellos son ferroviarios. Campbell es maquinista, pero no de trenes sino naval mercante. Le tocó recorrer el mundo en barco, pero cada vez que desembarcaba en Argentina hacía base en Escalada, en el ferroclub.

Los socios además de trabajar pagan una cuota mensual. El ferroclub es una asociación civil sin fines de lucro. “No recibimos subsidios ni los queremos”, se pone firme. Los ingresos ordinarios provienen de las entradas de los visitantes. Los mayores de 12 años pagan mil pesos cada uno. De los 4 a los 12 años y los jubilados, 500. La vuelta a la trochita, denominada Ferrocarril Económico Sud, cuesta 300 pesos. También recaudan de lo que genera la confitería que tiene precios populares.

El mayor ingreso proviene de lo que reciben de parte de productoras cinematográficas que solicitan vehículos y el predio para filmaciones. “Para Siete Años en el Tibet, en la que actuó Brad Pitt, tuvimos que trasladar una formación a La Plata”, rememora. También tiene buenos recuerdos de la filmación de la película Evita, con Madonna. “El director Alan Parker quedó tan contento con nosotros que nos financió el cerco al predio que tenemos como agradecimiento”. Relata.

Pese a que de las filmaciones obtienen gran parte de los fondos, muchas veces se vuelve difícil tratar con las compañías. “Una vez sin autorización pusieron un reflector en un coche y se empezó a quemar la madera”, se lamenta.

El Ferroclub Escalada convive en armonía con dos vecinos: con los trabajadores de los talleres y con la Universidad de Lanús (UNLA). “A los muchachos de los talleres obviamente no les cobramos. Más de una vez le tenemos que pedir que nos den una mano con trabajos específicos que no podemos hacer y siempre tienen la mejor predisposición”, comenta.

La UNLA ocupa terrenos que originalmente también pertenecieron a los talleres. Algunos de sus estudiantes van al Ferroclub por el dictado de clases de carreras orientadas a la industria ferroviaria.

Las jornadas de fiesta son el 25 de Mayo y el Día del Niño. En esas ocasiones se encienden las locomotoras que durante el resto del año no se pueden prender por el costo. Cada fin de semana las dos hectáreas y media parquizadas reciben a visitantes que rememoran, entre otras cosas, cómo viajaban los ricos en coches de madera que incluían hasta bañadera propias, o revisan mapas de todo el tendido ferroviario histórico, manuales, boletos viejos y todo tipo de artefactos.