“Andrés, el que viene una vez por mes”, “la regla”, “me vino”, “Mestru”, “esos días”, “indisposición”, “la luna”, “me bajó” son algunas de las expresiones que se utilizan en nuestro lenguaje para hacer referencia a la menstruación. Según una encuesta mundial de la aplicación de salud femenina Clue, en el mundo se registran más de 5.000 eufemismos diferentes. Pareciera que corre un código social común que indica que lo correcto es no nombrarla, que la referencia explícita a menstruar genera una cierta incomodidad o vergüenza para todxs lxs que están en la escena. El problema es que lo que no se nombre no existe.
Esta semana, por primera vez en mucho tiempo, vimos un pantalón blanco manchado con sangre de menstruación en TV. Fue durante la participación de la modelo Sofía Jujuy Jiménez en el ciclo de Telefe "A La Barbarossa", programa conducido Georgina Barbarossa. En el momento la conductora decidió tapar a la influencer, sacar el programa del aire y advertirle de la situación con un disimulo que rápidamente escaló a la exposición. Jujuy reaccionó mostrándose nerviosa y avergonzada, como les suele pasar en general a las personas menstruantes que se manchan de sangre en público. Luego de unos instantes volvieron al aire y charlaron con humor de lo ocurrido explicando que es natural y “a todas nos puede pasar”.
Las repercusiones no tardaron en llegar y el video se viralizó en todas las redes sociales. Los medios describieron la situación con las siguientes frases: “Sofía Jujuy Jiménez vivió un incómodo momento mientras bailaba con un pantalón blanco”; “bailaba con un pantalón blanco y sufrió un percance íntimo”; “Georgina Barbarrossa la sacó del aire porque había sufrido un accidente femenino”; “el pantalón blanco le jugó una mala pasada a Jujuy Jiménez en vivo”; “Jujuy Jiménez causó revuelo al mostrarse humillada en cámara”. Si bien todos levantaron el contenido y apostaron al clickbite, muy pocos portales utilizaron la palabra “menstruación” en sus títulos para relatar lo que había ocurrido.
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Ayer finalmente se conoció que en realidad se trató de una puesta en escena, una performance en el marco de una campaña de la ONG U-Report Argentina Desafíos junto a la empresa Kimberly Clark, a través de su línea de productos Kotex. La iniciativa llamada "Normalicemos lo normal" tiene el objetivo de concientizar sobre el ciclo menstrual y las dificultades y daños a la salud física y mental que genera la falta de acceso a los productos de gestión menstrual (PGM) en poblaciones vulnerables y de bajos recursos. De hecho ya tuvo antecedentes muy similares en otros países de la región como México, Bolivia y Perú.
“No hice más que ponerme en la piel de la mayoría de mujeres que vivimos la menstruación y que más de una vez nos sentimos avergonzadas, observadas, juzgadas POR ALGO QUE ES NATURAL EN LA MAYORÍA DE NOSOTRAS LAS MUJERES”, escribió Sofía en sus redes sociales junto a una foto del pantalón manchado. Y agregó: “Confío y deseo de corazón que todo esto sirva de algo, que DEJE DE SER TABÚ, y sobre todo que se hable de esto en las escuelas y eduquen a los niños para que se naturalice desde la infancia y ninguna tenga que faltar por qué le de vergüenza!”.
¿Por qué cuesta tanto hablar de menstruación?
Según un informe realizado en 2022 por el Ministerio de Economía de la Nación y Unicef en Argentina más de 12 millones de niñas, adolescentes, mujeres, varones trans y no binaries menstrúa. No obstante se habla poco y nada del asunto. ¿Por qué cuesta tanto hablar de menstruación?
Rocio Mora Ferré, es etnohistoriadora, educadora menstrual y encabeza un proyecto que llama Killamenstruante. Explica que en la mayoría de las culturas la menstruación sigue siendo un tabú por la preminencia de un discurso hegemónico patriarcal y dispositivos de control sobre el cuerpo de las mujeres: “El cuerpo de la mujer solo se ve como un cuerpo para reproducirse, y la menstruación se ve con esa finalidad. Es como si solo sirviera para saber si estás o no embarazada. Pero no se profundiza en el proceso vital y lo que conlleva, por ejemplo, a evitar enfermedades, el conocimiento de nuestro cuerpo, que las niñas y mujeres sepan que es un proceso vital como respirar. El tabú menstrual no solo funciona como una prohibición sino que produce discursos de orden y control social para las mujeres”.
En este sentido la educadora explica que un tabú no solo silencia y restringe, sino que también reproduce otro tipo de significados que colectivamente se vuelven discursos y comportamientos como, por ejemplo, la costumbre de “aislarse para que nadie sepa que estás menstruando”, “que la sangre menstrual sea considerada es sucia”, “la normalización de la vergüenza”, o “la idea de la auto exclusión”.
Magdalena Rohatsch es Magíster en Comunicación y Cultura (UBA), Formadora docente en ESI y cocreadora del libro “El primer viaje de luna: un cuento sobre ciclo menstrual” (Chirimbote, 2021). Desde su perspectiva, más que un tabú, el ciclo menstrual y, específicamente, la sangre menstrual son un estigma, es decir, una marca que hace de los cuerpos menstruantes cuerpos abyectos, en el sentido que le da Judith Butler. “Cuando Sofía Jiménez apareció en cámara con el pantalón blanco manchado de sangre, la conductora inmediatamente intervino para taparla, para evitar la exposición: ‘tranquila, gorda, es normal, nos pasa a todas’, le decía mientras se paraba delante de ella, le impedía girar para quedar de espaldas a cámara y luego la empujaba fuera de escena. Es normal, pero andá a cambiarte”.
“Tradicionalmente el ciclo menstrual se asoció a la feminidad, y las mujeres hemos sido educadas para sentir vergüenza de nuestros cuerpos y de nuestra sangre menstrual. Pero, además, hemos sido históricamente educadas en el pudor. Entonces, no menstruamos, sino que estamos ‘en esos días’. No nos duele el útero, nos duele ‘la panza’. No sangramos por la vagina, sino ‘por ahí abajo’. Esto impacta directamente en el modo en que experimentamos la menstruación. Si no puedo ni siquiera mencionar la sangre menstrual, ¿cómo voy a convivir con ella todos los meses?”, se pregunta.
Los medios, las publicidades y el cuerpo incorrecto de la mujer
Aún hoy, en pleno siglo XXI, la menstruación sigue siendo tabú social. Y no me refiero solo al hecho lingüístico, sino en su total representación en los medios de comunicación. Hasta hace unos años la publicidades de toallitas utilizaban un líquido azul en vez de sangre. En una recordada pieza audiovisual de 2003 se ve cómo una adolescente en la escuela le dice algo a otra al oído, se ata un buzo a la cintura y le pide que le entregue unas toallitas envueltas en una muda de ropa. En otra situación muy paradigmática mostraba a una chica que le pregunta a otra: “¿Vos tenés las entradas?”, mientras hace un gesto con las manos, en una clara referencia disimulada a las toallitas. Todo en secreto, a escondidas, como si fuera ilegal, incorrecto, oscuro, sucio, indeseable, defectuoso o problemático. Han pasado dos décadas y sin embargo todavía se encuentran vigentes esos microgestos que colocan a la menstruación como un estigma o un tabú.
“Lo interesante del caso no es solamente que se haya viralizado el video de Jiménez y su mancha, sino también el modo en que los medios hablaron del tema”, cuestiona la autora de “El primer viaje de luna”. “Luego, las propias protagonistas admitieron que la escena había sido montada y que se trataba de una campaña pagada por Kotex. ¿Qué concientización generaron?, ¿qué sentidos pusieron en tensión? Jiménez actuó con vergüenza. Incluso, lloró y pidió disculpas (¡¿de qué era culpable?!). Barbarossa tuvo una reacción que rayaba el escándalo público. Y una y otra vez repitieron ‘nos pasa a todas’, ‘todas las mujeres pasamos por esto’, desconociendo otro aspecto fundamental: que no todas las mujeres menstruamos, ni solo las mujeres lo hacemos”.
Sabemos que los medios de comunicación son un actor central en la construcción de una mirada crítica e integral del ciclo, y desde ese lugar Rohatsch subraya que “ es muy valioso que en un programa de televisión quiera dedicar un tiempo de aire a hablar de menstruación. Pero hay que tener cuidado con los discursos que construyen para no seguir reproduciendo prejuicios ni estereotipos, ni profundizando el estigma”.
En 2022 Disney y Pixar estrenaron la película Red que trata sobre una niña que tiene su primera menstruación. Las críticas resaltaron justamente que es la primera vez que se produce un contenido mainstream, pensado para las infancias y adolescencias, que rompe con el histórico tabú . No obstante, como señala Rocio Mora Ferré, “la cinta termina reproduciendo el discurso de ‘Ay, no quiero hablar de esto’ y ‘esto es horrible que nadie se entere’. Todo el mundo hablaba de que por fin alguien hace una película de menstruación, pero al final se seguía repitiendo el mismo discurso del tabú. Entonces hay que también cuestionar como esos medios de comunicación están hablando sobre el tema”.
El peso de las palabra en la primera menstruación
Los discursos, la desinformación y la construcción de sentido sobre la menstruación no quedan en el plano de lo simbólico sino que repercuten de forma directa en cómo las personas menstruantes vivencian sus cuerpos y experiencias vitales. “Los sentimientos y experiencias que transitan las mujeres y las niñas cuando tienen su menarquía son diversos. Yo he trabajado con niñas y cuando los adultos o las adultas responsables tienen comunicación con ellas este proceso lo toman con naturalidad, pero lamentablemente en la mayoría de los casos hay mucha desinformación, no saben qué es menstruar, no saben de dónde baja esa sangre, tienen miedo, y como ya hay un discurso previo sobre la menstruación piensan que es lo peor que les pudo pasar. A la vez en muchos casos se les felicita, se le dice ‘ya eres una mujer”, y se ponen categorías o responsabilidades que una niña no debería de tener”, explica la creadora de Killamenstruante.
Magdalena Rohatsch identifica que son múltiples los factores que intervienen en la primera experiencia y hacen que una persona sienta alegría, pena, temor u otras emociones válidas. En ese sentido es fundamental la información menstrual, tanto el tipo como el modo en que se ofrece: “Tradicionalmente, las dos fuentes principales de información eran las madres y la escuela (que muchas veces eludían esta responsabilidad y contrataban empresas fabricantes de toallitas para que dieran una charla). Esa información, además, ni siquiera era para todas las personas, sino sólo para aquellas que tuvieran la capacidad de menstruar. Afortunadamente, esto está cambiando. Son cada vez más las personas adultas que tienen interés en ofrecer a sus hijes y a sus estudiantes una formación menstrual más amorosa y saludable. Una menarca acompañada es, sin dudas, mucho mejor que una que sucede en silencio”.
El aporte y la transformación de los feminismos
Ambas especialistas coinciden en que los activismos menstruales y parte de los movimientos feministas en estos últimos años han logrado profundas transformaciones en los modos cómo se habla, se entiende y se vive el ciclo menstrual, no solamente por la validación de la experiencia sino por la construcción de una mirada política sobre ella. “En estos espacios se insistió en que la menstruación no es un pecado, ni una enfermedad, ni un asco, ni motivo de vergüenza. Pero, además, han mostrado cómo la sociedad capitalista convierte la menstruación en un factor de desigualdad. Incorporar el tema en la agenda pública implica entender que menstruar no es un asunto puramente íntimo, sino que debe ser atendido también como un tema de salud pública, de educación, de economía”, explica Rohatsch.
Y agrega que en el contexto del Ni Una Menos y la llamada “Revolución de las Hijas” los activismos menstruales han conseguido grandes avances en la incorporación de la salud menstrual en la agenda pública: “Hay una mirada crítica de la educación menstrual en las escuelas, se demanda una abordaje más integral en el consultorio, se reclaman políticas públicas al Estado, se cuestiona el discurso limitante del mercado; las youtubers adolescentes hablan de ciclo menstrual en sus canales, las editoriales publican todos los años nuevos libros que reivindican la menstruación como una experiencia importante, y niñas y adolescentes están mucho más abiertas de lo que imaginamos a hablar del tema”.
Por su parte la etnohistoriadora Rocio Mora Ferré también rescata el avance de los trabajos académicos y las investigaciones que estudian la menstruación desde distintas perspectivas, contrarias a la mirada tradicional y biomédica, y superadoras de la netamente reproductiva. “La medicina alópata biomedicina ha estudiado nuestro cuerpos como cuerpos enfermos, más que como un proceso vital, y también la menstruación como una mirada de reproducción, más que una ciclicidad. Entonces desde los discursos hegemónicos dominantes la menstruación es como un problema. Desde la perspectiva feminista justamente se cuestionan estos discursos y ponen como principal protagonista a la mujer y al proceso vital de la mujer. Y a la vez no queremos que se nos minimice como un cuerpo para gestar, somos mujeres que tenemos procesos vitales y la menstruación es tan importante para conocer nuestra ovulación y saber qué otros órganos de nuestro cuerpo quizás no funcionan bien”.
Educación Sexual y Menstrual Integral desde las infancias
Desde 2006 que en nuestro país rige el Programa Nacional de Educación Sexual Integral creado por la Ley 26150, lo cual significó un cambio paradigmático y ha consolidado importantes avances en los sistemas educativos. Si bien la educación menstrual como tal sigue siendo un tema aún pendiente, la ESI representa la potencialidad de transformar el modo en que se enseña y aprende sobre ciclo menstrual en la escuela.
“Así como la ESI tiene una mirada amplia sobre la sexualidad, más allá de sus aspectos biológicos, la Educación Menstrual Integral entiende que el ciclo es mucho más que un proceso fisiológico. De esta manera, las clases de Educación Física pueden ser un espacio propicio para hablar de los ejercicios y posturas que ayudan a aliviar el dolor menstrual. Y en las aulas del primer ciclo, aunque todavía no se trate este tema directamente, sí podemos trabajar sobre el cuidado: aprender a escuchar nuestro cuerpo e identificar nuestras emociones puede ser una herramienta muy poderosa para gestionar, más adelante, el ciclo menstrual”, menciona Rohatsch.
En la misma línea Ferré indica que instancias como la Educación sexual, hablar de menstruación, conocer un proceso tan vital como la respiración, puede servir para en el futuro tomar decisiones asertivas sobre el propio cuerpo: “Cuando tú tienes conocimiento sobre tu cuerpo vas a saber qué recursos puedes utilizar si la copa, la esponja, o la menstruación libre. Entender que la menstruación no es algo que me bajó un día y luego toda mi vida será regular, entender que es un proceso que tarda en instalarse en nuestro cuerpo, que podemos ser muy irregulares, va ayudar a elegir el método anticonceptivo que nos hace bien, o sea vamos a tener más respeto hacia nuestro cuerpo”.