Santa Fe padece la bajante del Paraná: impacto millonario y quemas en la zona de las islas

La altura del río es la peor en 77 años, y ya le generó sobrecostos por casi 600 millones de dólares al complejo agroindustrial. Impacto en la biodiversidad y complicaciones con el agua potable.

03 de agosto, 2021 | 21.23

El río Paraná atraviesa desde hace dos años una bajante extraordinaria, la peor de los últimos 77 años, y la situación se traduce en consecuencias sobre la vida y las actividades económicas de Santa Fe, un área núcleo de la producción agroindustrial del país, con alta concentración demográfica de la pampa húmeda y donde se emplaza uno de los ecosistemas más ricos e importantes de la región. La navegación (en especial el transporte de granos, que acumula pérdidas por casi 600 millones de dólares) y la provisión de agua para su potabilización son las principales afectadas en cuanto a los usos humanos del río, pero el impacto sobre el ambiente también es grave e insoslayable, en el marco de una preocupante vuelta de las quemas a la zona de islas.

La ausencia de lluvias suficientes en el sur de Brasil, que padece la peor sequía de los últimos 90 años, llevó al río a una situación que tiene como única referencia los escenarios de 1971 y 1944, cuando se registraron los niveles más bajos hasta ahora, de -1.39 metros en la escala del puerto de Rosario. El déficit hídrico que hubo en la alta cuenca del Paraná durante los meses de primavera y verano pasados redujo su caudal al 50% de los niveles históricos, según las mediciones de la represa Yacyretá. La variabilidad climática de los últimos 30 años y las profundas modificaciones en los usos del suelo en toda la cuenca abren interrogantes sobre la capacidad de respuesta del gigante marrón ante este panorama.

La bajante no solo es excepcional por lo pronunciada, sino también por lo prolongada. Según proyecciones elaboradas desde el Instituto Nacional del Agua (INA), esta situación se profundizaría hasta diciembre y en el medio podría llegar a ser la peor jamás registrada desde 1884, cuando comenzó el registro. Este lunes 2 de agosto el río midió -0,19 metros en la escala ubicada en el puerto rosarino, cuando en un año normal llega a los 3,20 metros durante el invierno. "Hemos analizado tres escenarios posibles: un primero más benévolo, otro que se asemeja al de 1944, y un tercero mucho más crítico que tiene que ver con la no ocurrencia de lluvias y algunas restricciones por parte de Brasil", detalló Juan Carlos Bertoni, director del INA consultado por El Destape.

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El escenario más positivo marca que la bajante alcanzaría -1,35 metros a principios de noviembre. La segunda proyección contempla que el Paraná alcance un nivel de -1,49 metros sobre fines de ese mes. El escenario más crítico prevé que el nivel caiga a -1,61 metros dentro de tres meses. En todos los casos, las mediciones negativas se mantienen hasta el 28 de noviembre. Desde la agencia oficial explicaron que la cuenca venía copiando el panorama de 1944, pero apareció un horizonte esperanzador producto de acciones de turbinado que está haciendo Brasil y el río se estaría alejando de esa criticidad. "Esto provoca que se mantengan estacionarios los niveles en la cuenca alta, y se está reflejando en una estabilidad en el Paraná medio", apuntó Bertoni, que también es secretario de Recursos Hídricos de la provincia.

Impacto millonario

En este marco, el pasado lunes 26 de julio la Nación emitió una declaración de emergencia hídrica para Santa Fe y el resto de las provincias que comparten la cuenca del gran río marrón, como Formosa, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Buenos Aires. Se trata de un paquete de 1.000 millones de pesos para garantizar los usos humanos del río y la producción: el abastecimiento de agua potable, la navegación y las operaciones de puerto, la generación de energía hidroeléctrica y otras actividades económicas que están sufriendo el impacto de la bajante.

La falta de agua afecta gravemente la navegabilidad del Paraná, una vía troncal clave desde donde sale el 80% de las exportaciones argentinas de granos y cereales. Los buques no pueden operar ni cargar con normalidad, por lo que se generan sobrecostos para toda la cadena agroindustrial que, según estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario, suman 559 millones de dólares para los dos últimos años. El cálculo en términos de costos logísticos, de transporte e industriales se estima en 315 millones de divisas estadounidenses solo en el período entre marzo y agosto de 2021.

Esto se debe, entre otras cosas, a que la bajante disparó que los barcos de exportación no puedan cargarse a tope porque el calado no les permite pasar por el canal, y trabajen a un 50% de su capacidad. Muchos tienen que terminar de llenar sus bodegas en puertos que están más al sur, río abajo, y eso encarece el flete dentro del comercio internacional de granos. Además, otras actividades de alto impacto económico están comprometidas por la bajante, como la generación de energía eléctrica en Yaciretá, la pesca comercial, las tomas de agua agrícolas, la ganadería extensiva y los dragados que se hacen para minería de arena.

La provisión de agua dulce para su potabilización también está bajo fuerte presión, y la bajante puede sostenerse hasta el verano, cuando las temperaturas alientan un mayor consumo de agua potable. Emergencia hídrica mediante, Aguas Santafesinas S.A. contará con una inyección de 170 millones de pesos para concretar obras destinadas a sostener el servicio. “A través de esos recursos en las próximas semanas estaremos instalando dos nuevas bombas suplementarias en la toma de la planta potabilizadora Rosario, y en vista a la temporada estival vamos a renovar una de las bombas más grandes que tiene la planta”, anunció el presidente de la empresa, Hugo Morzán. Los fondos se usarán también para realizar obras en las plantas potabilizadoras que tiene la empresa sobre la costa del Paraná en toda la provincia.

Sufre el ambiente

Más allá de las previsiones, lo cierto es que hoy hay una absoluta falta de certeza sobre cuándo el río puede recuperar niveles parecidos a los normales. "La situación es de extrema preocupación. Para que el humedal pueda volver a funcionar como ecosistema, es decir que se recupere la alternancia de crecientes y bajantes, necesitamos que llegue a entre 2,5 y 3 metros. Para eso hace falta una cantidad de agua enorme. Y hay que tener en cuenta que la gran cantidad de represas ubicadas sobre la cuenca van a querer recuperar sus niveles para volver a estar operativas y plenas en generación de energía" dijo a El Destape Jorge Bártoli, referente de la organización El Paraná No Se Toca.

Mientras los incendios siguen diciendo presente casi a diario en las islas del Delta ubicadas frente a localidades del sur provincial, los ambientalistas apuntan que el cuidado de la naturaleza, afectada también por la falta de agua, solo tuvo mención en la declaración de emergencia respecto de los fuegos, pero el grueso del impacto ambiental pasó de largo. "Nos llama la atención que no se haga ninguna referencia a temáticas ambientales motivadas por la bajante", apuntó Bártoli, quien considera que “faltan medidas precautorias sobre la biodiversidad” ya que la fauna que habita las islas “queda extremadamente expuesta a la presencia de cazadores furtivos y a las quemas”.

El Paraná no es el mismo que en el 1900. En el mosaico de un río multifragmentado hay empresas agroindustriales, mayor cantidad de habitantes viviendo sobre la costa que demandan agua, buques transoceánicos navegando permanentemente, y un enorme crecimiento náutico recreativo. La cuenca que lo contiene fue intervenida por la mano del hombre, con proyectos como las represas hidroeléctricas; el dragado para la navegación; la ganadería de islas; la construcción de rutas y puentes; los desarrollos turísticos e inmobiliarios; la explotación pesquera industrial desde que en los 90' se abrió el mercado de exportación; y un proceso de modificación de uso del suelo por expansión de la frontera agropecuaria rápido y profundo, deforestación y quemas.

Comenzar a desandar la bajante implica que llueva en la zona alta de la cuenca, en el sur de Brasil, algo que suele ocurrir hacia mediados de octubre. El inconveniente es que desde el Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden) de Brasil afirman que aún es temprano para anticipar si la temporada de lluvias comenzará temprano o si tendrá precipitaciones por encima o por debajo del promedio. El organismo estatal informó que "la actual situación de sequía prolongada, que implica valores bajos de humedad del suelo (y, por tanto, de humedad del aire) necesarios para la formación de las primeras precipitaciones” es un factor que eventualmente puede dificultar el inicio de la temporada de lluvias. A este escenario se suma una probabilidad de que se forme un nuevo evento de “La Niña” a partir de la próxima primavera, lo que terminaría de configurar un panorama muy complicado para la recuperación del caudal normal del Paraná.