Un crimen resonante que fue muy difícil de resolver para los investigadores en San Juan, tuvo su veredicto este viernes en los tribunales de calle Rivadavia, en la capital de la provincia del Oeste. María Pérez, una mujer de 82 años, podrá descansar en paz, o al menos la familia de la víctima transitará su dolor sabiendo que el cruel y sádico asesino de su madre estará tras las rejas hasta el último momento de su vida.
El hecho conmocionó a la provincia, porque lo que pudo ser solo un robo, se convirtió en el más sangriento de los escenarios y la brutalidad fue tal que fue difícil creer que el asesino vivía a pocos metros de la víctima. Cristian Di Carlo (35) no quiso decir una sola palabra en todo el juicio y no se defendió ante el Tribunal, pero sí tuvo el sadismo de acercarse a la escena del crimen, mientras encontraban el cadáver de la víctima que él mismo mató con sus manos, para consolar con besos y abrazos a la familia. Una historia que terminó en prisión perpetua, bajo el asombro de los peritos por el salvaje hecho, que tuvo características escalofriantes.
El vecino, el asesino
El martes 28 de junio comenzó un juicio muy difícil de resolver para los investigadores hasta que una pieza crucial los acercó a la verdad. Aquel 21 de agosto de 2021, el asesino de María Pérez ingresó sigilosamente a su casa con intenciones de robar, justo cuando ella estaba barriendo la vereda. Cuando María entró, se lo encontró de frente, con las manos en la masa. Los investigadores se detienen en este momento de la historia y piensan que la mató para que ella no lo delatara, pero había una frivolidad y una desmesura en su accionar que deja abierta la pregunta de por qué la mató con tantísima saña y alevosía.
“La mató de una forma absolutamente cruel y atroz, con golpes en el rostro (la desfiguró, con golpes en cada parte de su rostro), la golpeó en el cráneo por adelante y por atrás, la estranguló, le fracturó el cuello y la degolló. Le hizo varios cortes hasta llegar la yugular, hasta que finalmente murió desangrada. María sufrió antes de morir”, según relata el fiscal Renato Roca a El Destape.
Fue un crimen atroz que se ejecutó solo por dos relojes y un arma (que tenía hace años para defensa personal). La sospecha cayó de lleno sobre el propio vecino de enfrente cuando una prueba lo delató.
El día que descubrieron el cuerpo de María tendido en el piso sobre un charco de sangre fue muy doloroso para toda la Villa Paolini. Fue uno de los vecinos quien se fijó por la ventana qué ocurría con María, ya que los hijos lo habían llamado para pedirle que se acerque hasta la casa de la mujer, porque no respondía las llamadas. Cuando supieron que había sido asesinada, Di Carlos llegó a la casa, estuvo con los familiares, los abrazó y les dio el pésame. Así fue como volvió a la escena del crimen absolutamente impune.
En aquel momento no había rastros de nada. Sólo una huella débil erosionada por la sangre de la víctima que no arrojaba resultados certeros. Los investigadores pidieron a los vecinos ser aportadores de ADN y todos dijeron que sí, incluso Di Carlo, que se notaba confiado de su inocencia.
Se supo que Di Carlo llamó a los vecinos para ver qué sabían sobre el presunto asesino. Era un barrio complicado, pero con los roces entre vecinos que hay en todas partes. “Al parecer, entre ellos había problemas por la basura, pero para nosotros un conflicto de esa magnitud no podía ser una causa válida como para matarla de esa forma. Pero, sí teníamos algo claro, era alguien que la conocía”, reveló el fiscal.
Di Carlo, como todos los otros vecinos, aportó voluntariamente la muestra. El cotejo no salió positivo, pero hubo un perfil hallado en la manga del pullover que fue revelador. La forense advirtió que un hematoma con mecanismo de sujeción en su puño podía arrojar resultados en las prendas de la víctima y así fue. El perfil genético hallado en el puño de la manga del pullover abrió la ventana que necesitaban. Eso habilitó la detención y con la obtención del secuestro del teléfono de Di Carlo. “Allí, vimos las fotos que sacó el mismo día del asesinato, precisamente del arma de la víctima. Sabemos que era su arma porque se veía el número de serie. Coincidentemente, los familiares de la víctima encontraron la boleta de compra del arma que María guardó por años”, confió Roca.
Además, se encontraron las fotos de los relojes que fueron tomadas el día después del crimen desde el celular de Di Carlo directo desde la aplicación de WhatsApp. Había un pedazo de malla del reloj que los hijos hallaron en la casa de la víctima que sirvió para comprarla con las fotos. Todo cerró.
Por su parte, las cámaras lo captaron entre las 20 y 21.30 durante la hora del crimen, en esa zona. “Sabemos que la sangre dañó el cuchillo, y el rango genético era insuficiente para ser individualizado. Sin embargo, su ADN hallado en la ropa de la víctima fue clave”, apuntó el investigador.
Un juicio digno de análisis
El juicio por el brutal crimen de María Pérez comenzó con presiones y complicaciones marcadas por la defensa. El primer día, la defensora planteó tres nulidades reprogramando las audiencias porque, desde el primer planteo, la Fiscalía debió formular nuevas respuestas. Ese proceso, que implica la oralidad en el sistema acusatorio, aletargó los tiempos.
Sin embargo, la evidencia habló por si sola. La geolocalización de antenas, legalidad de obtención de las pruebas y la sustracción de la muestra de ADN, fueron los cuestionamientos que expuso la defensa para demorar las cosas, pero el juez entendió la complejidad de la situación y puso en valor esa evidencia.
“Era un palo en la rueda constante”, manifestó el fiscal quien había propuesto testimonios duros, porque en su mayoría se trataba de voces técnicas. Los testimonios del caso eran peritos relacionados científicamente con el caso: psicólogos, comisarios, forenses le dieron forma a una historia que no parecía tener salida, en un primer momento. Lo que ocurrió fue que, al carecer de rastros precisos, se caía en todo tipo de hipótesis y la historia se volvía incomprobable. Sin embargo, el puño de un pullever de la víctima dio luz verde hacia un camino de demostración que terminó victorioso.
Los alegatos extensos planteados por el Ministerio Público Fiscal armaron ese entramado de pruebas y todo cerró. Qué hizo Di Carlos y cómo llegaron las fotos a su teléfono. Por qué las fotos fueron enviadas, no recibidas. Qué hacía su ADN en el puño del pullover de la víctima.
Según la defensa no se merecía ser enjuiciado porque las pruebas eran nulas, porque carecían de valoración judicial. Durante el proceso, el sujeto no declaró y cuando debió decir sus últimas palabras no quiso decir ni una sola. Sin embargo, la pericia psicológica que le realizaron los profesionales fue clara y contundente: el hombre es un psicópata con personalidad narcisista, frío y calculador.
Finalmente, culpable de homicidio doblemente agravado por ensañamiento y criminis causa por robo simple, el vecino llegó a su final con una prisión perpetua para el asesino. Los fundamentos de la sentencia serán emitidos el 6 de agosto por feria judicial.