San Juan vivió momentos de extrema conmoción hace dos años cuando se conoció la noticia de que una adolescente de 17 años fue asesinada por su expareja de 21 años, el padre de su bebé de tres meses. El femicidio se consumó a más de 230 kilómetros de la ciudad de San Juan, en un pueblito llamado Alto Calingasta, al pie de la Cordillera de los Andes.
A las 3.40 de la madrugada del 23 de febrero de 2020, el grito desgarrador de Pamela Rodríguez despertó a su mamá, Lorena. Cuando corrió despavorida hacia su habitación, sabiendo que algo malo estaba ocurriendo se encontró con lo peor.
Su hija sangraba en su cama, casi sin poder hablar, con una mirada cargada de pánico, sólo atinó a preguntar por su bebé de 3 meses. Pamela había sido madre hacía tres meses. Su bebé dormía con ella en la habitación y fue testigo de lo que ocurrió esa noche.
En medio de semejante alboroto por el gravísimo momento vivido, la hermana de Pamela vio salir corriendo al atacante por la puerta trasera de su vivienda, por donde había ingresado porque estaba sin llave, pero antes la propia madre de la víctima se lo chocó de frente, saliendo de su habitación. Esos testimonios serán clave para situar al sujeto en la escena del crimen, pero hay más evidencia.
Pamela vivía días agitados, estresada por el intenso hostigamiento de su ex pareja, Ángelo Castillo. Desde que se separó de él, dos meses antes del femicidio, no dejó de recibir mensajes amenazantes y visitas inesperadas, en reclamo de la situación. Es que Ángelo no la dejaba en paz, no asumía la ruptura y prometió hacerle la vida imposible por eso.
El psicópata, como probó el informe psicológico, ingresó sigilosamente por el fondo de la casa de Pamela, ubicada en el corazón de Alto Calingasta, al pie de la cordillera sanjuanina. Entró por la puerta de atrás, se dirigió a la habitación de la joven y le cortó el cuello con un cuchillo de cocina, justo en la vena aorta. La chica estuvo sólo unos minutos con vida, hasta que falleció pese a ser atendida por los paramédicos en el hospital del Oeste.
Este hecho conmocionó a Calingasta hace dos años atrás y llegó el momento de encontrar justicia. Por estas horas, se inició el juicio en los Tribunales sanjuaninos contra Ángelo Castillo, por Homicidio agravado por alevosía y violencia de género. Con las pruebas en su contra suficientes para inculparlo, el fiscal Daniel Galván cree tener las herramientas, incluso para pedir su prisión perpetua. La sentencia se conocerá en pocos días.
Vecina de su femicida
Ángelo Castillo ya había tenido denuncias previas por violencia y hostigamiento en diciembre cuando se produjo la separación, y que era conocido por su “mala vida”.
El problema más grande que tenía Pamela es que no se podía librar de su expareja porque vivía justo al lado de su casa, en el barrio Bicentenario; y por eso la orden de restricción nunca se cumplió, ya que la juez que intervino le prohibió el acercamiento al sujeto por su violencia, nunca lo instó con abandonar la casa y alejarse.
Pamela tenía sólo 17 años y con ansias de vivir muy intensas. Ella es recordada por sus familiares como una jovencita alegre, ocurrente y bromista; sabía lo que quería seguir estudiando, ya que su sueño era ser maestra jardinera, porque le encantaban los chicos.
Años de violencia y un psicópata sin tratamiento
En octubre de 2018 la jueza Roxana Espín firmó la prohibición de acercamiento para Ángelo Rodríguez porque la violencia que ejercía contra Pamela era contundente y visible. Él le pegó varias veces y su familia intentó ayudarla, acompañándola a hacer la denuncia a la seccional 16° de Calingasta, pero nada de eso sirvió. El sujeto seguía molestándola, acosándola y golpeándola.
Fue la misma Policía la que confirmó en una conferencia de prensa que realizó horas después del femicidio, que esa orden de restricción "era muy difícil de cumplir porque vivían al lado". Esa orden de restricción “morigeró” su efecto un año más tarde, cuando Pamela quedó embarazada del sujeto. En este sentido, la jueza había explicado que se le aplicó una orden de acercamiento y no de restricción, porque había a pocos metros. Además, frecuentaban los mismos negocios al tratarse de un barrio chico, en un pueblo pequeño donde todos se conocen. Es por ellos, que se le prohibió acercarse y hablar con ella a través de cualquier medio (teléfono, personalmente, redes sociales).
Sin embargo, con el embarazo y posterior decisión de irse a vivir juntos en 2019, esa medida judicial quedó sin efecto. El problema fue que Ángelo era un manipulador, obsesivo que siguió golpeando y maltratando a Pamela. Su psicólogo le había recomendado que se fuera de la casa del joven, porque se había ido a vivir con él para darle una oportunidad.
Esa decisión contundente de Pamela, de salir del círculo de violencia, fue lo que desató la furia incontrolable de Ángelo. El hombre cumplió sus reiteradas amenazas, una noche de febrero.