Estudiantes y docentes de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) desarrollaron un sensor de dióxido de carbono (CO2) para monitorear la calidad del aire en espacios cerrados. El dispositivo permite saber cuándo en necesario ventilar un lugar con el objetivo de ayudar a prevenir el contagio de enfermedades respiratorias. Ya fabricaron e instalaron 50 unidades dentro de la universidad para hacer un seguimiento de su funcionamiento y continuar optimizando la tecnología.
“Lo más lindo del proyecto es que los estudiantes estuvieron muy comprometidos desde el diseño hasta la fabricación final. Fue increíble la motivación porque implicó abordar el diseño de un producto con un uso concreto. Y, al hacerlo en el marco de la universidad, eso posibilitó que salga la mitad del precio de lo que valen los equipos comerciales”, contó a TSS Guillermo Andrade, director de la Licenciatura en Diseño Industrial de la UNLa y uno de los docentes a cargo del proyecto.
El dispositivo, bautizado como Sensor Universitario de Dióxido de Carbono (SEUCOO), fue diseñado y fabricado en el Laboratorio de Diseño de la UNLa por estudiantes y docentes de la carrera de Diseño Industrial. También trabajaron en el proyecto estudiantes de la Licenciatura en Comunicación Visual, quienes se abocaron al diseño del logo, piezas gráficas y el manual de uso.
La idea surgió en plena pandemia de COVID-19, cuando se volvió imprescindible que los espacios cerrados tuvieran mayor ventilación para reducir el riesgo de transmisión aérea del coronavirus. Más allá de la pandemia, esta regla puede aplicarse a cualquier infección respiratoria viral y es bueno tener algún recordatorio a mano de cuándo es necesario ventilar mejor un lugar, sobre todo en épocas de bajas temperaturas en las que uno tiende a permanecer más tiempo en espacios cerrados.
El SEUCOO tiene dos modelos: uno pensado para escritorios de oficina y otro diseñado para colocar en la pared de aulas u otros espacios similares de alta concurrencia. Ambos tienen la misma función, lo que difiere es la forma visual de avisar cuándo es necesario ventilar el espacio. “El de escritorio tiene un display (visualizador) pero para el de pared notamos que era más útil marcar el mayor o menor riesgo con tres colores, como si fuera un semáforo, porque quienes estaban a varios metros del sensor no llegaban a ver la pantalla”, explica Andrade.
En el contexto de pandemia circuló mucha información sobre este tipo de equipos que era de código abierto y eso les permitió explorar distintas opciones. “Si bien tuvimos que comprar los componentes electrónicos, todo el trabajo de ensamblado de la electrónica y el diseño y fabricación de la carcasa, el display y otros componentes se hizo en la universidad”, apunta el docente. También se aprovecharon las instalaciones y equipos destinados al posgrado en Tecnologías de Fabricación Digital de la UNLa, como impresoras 3D.
Para respirar mejor
El funcionamiento del SEUCOO es muy sencillo. Se instala el dispositivo en una pared o escritorio, según corresponda, se enchufa y luego de un minuto ya está operativo. Lo que hace es sensar la proporción de CO2 en el aire y usar ese parámetro para indicar cuándo es necesario ventilar más. La proporción normal de CO2 en el aire es de 400 partes por millón (ppp). Cuando los valores están por encima de 800 ppp, se considera que hay en el aire un riesgo alto de transmisión de enfermedades.
Por lo tanto, el aparato indica en forma luminosa tres estados de riesgo: bajo (hasta 700 ppp) con color verde; medio (entre 700 y 800 ppp) con amarillo; y alto (más de 800 ppp) con rojo, además de emitir una señal sonora. En las primeras pruebas que hicieron para verificar el correcto funcionamiento instalaron un dispositivo fabricado por ellos junto a uno comercial para comprobar que arrojaran los mismos números.
Además, para tener mayor certeza, solicitaron un servicio del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) para someter algunos dispositivos a prueba por un par de meses. Lo que hacen allí es colocar el aparato en un espacio cerrado, inyectar distintas cantidades de dióxido de carbono y comprobar si el equipo está midiendo correctamente. Estos ensayos también permiten saber cada cuánto es necesario reconfigurar el equipo para que no pierda exactitud en la medición. Para ello, simplemente hay que sacar el equipo al aire libre y presionar un botón para resetear y reconfigurar.
Mientras tanto, el equipo de la UNLa continúa trabajando para optimizar la tecnología. “Ahora acabamos de hacer las primeras pruebas con una nueva versión del dispositivo y salieron bien. Esta versión tiene un sistema wi-fi que se conecta a la red y un software que va tomando los datos de cada uno de los sensores. Esto permitirá hacer un análisis de las mediciones y tomar decisiones en caso de ser necesario. Por ejemplo, si un aula está muy concurrida de forma frecuente, dividir en dos comisiones. O cuando sea posible, agregar una ventana”, indica Andrade.
El investigador cuenta que pensaron el proyecto en varias etapas. La primera es comprobar el correcto desempeño de los 50 dispositivos instalados en aulas y oficinas del Departamento de Humanidades y Artes. La segunda será avanzar en el convenio con el Centro de Diseño del INTI para realizar un estudio de usabilidad, donde evaluarán la experiencia de los usuarios de este primer lote para realizar una serie de ajustes y mejoras de diseño.
“En una tercera etapa, queremos llevar los dispositivos a toda la universidad. Y en una etapa posterior, buscaremos una inversión externa que nos permita hacer un salto en la cantidad de productos que podemos hacer en menos tiempo. La idea es seguir con la producción dentro la universidad pero apuntando a comercializarlo hacia afuera, quizás a otras universidades y espacios públicos que lo requieran”, finalizó Andrade.
Con información de la Agencia TSS