En las redes sociales, en la prensa tradicional y en la literatura académica la “microbiota” se menciona cada vez más. De hecho, si alguien busca el término en el repositorio digital del Conicet, comprobará que surgen cientos de trabajos relacionados con esta palabra clave.
En buena parte, el nombre Gabriel Vinderola, docente e investigador en la Universidad Nacional del Litoral y del Instituto Lactológico Industrial del Conicet es uno de los que más se repite. En este artículo, el experto detalla sus trabajos y comparte una porción de todo lo que sabe al respecto del “segundo cerebro”.
Dos cerebros, un cuerpo
Todas las personas alguna vez sintieron nervios antes de dar un examen o ansiedad antes de tener una primera cita. En ocasiones, con esas emociones, llegó el dolor de panza, diarrea, o bien, constipación. Con esto en mente (y en panza), cabe el siguiente interrogante: ¿realmente puede considerarse al intestino como el segundo cerebro?
“Uno conoce el cerebro por tener neuronas, es decir, células asociadas a lo que pensamos y sentimos, entre otras funciones. Pero en el intestino también hay neuronas, una cantidad enorme, te diría casi la misma que en el cerebro. Por supuesto que las del intestino no piensan, pero sí median en muchas de nuestras emociones porque conectan el intestino con el cerebro. Allí hay un camino de doble vía y eso nos permite entender por qué hay tantas personas que canalizan sus emociones con cuestiones gastrointestinales”, explica Vinderola.
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Son varios los investigadores que sostienen que el cerebro y el intestino se comunican y se influyen mutuamente de forma positiva o negativa. John Cryan, profesor e investigador en la Universidad de Cork (Irlanda), es uno de ellos. Cryan participó en diversas charlas TED donde explica que los humanos son capaces de modificar su comportamiento según el estado de la microbiota. Uno de los estudios que ha dirigido en la Universidad de Cork se basó en suministrar un suplemento con bacterias beneficiosas a un grupo de ratones ansiosos y tímidos. Al darles los probióticos, éstos comenzaron a bajar sus niveles de ansiedad y a ser más osados.
Por su parte, desde el escenario local, Vinderola agrega que “lo que sucede en Las Vegas, queda en Las Vegas. Lo que pasa en Bariloche, queda en Bariloche. Pero lo que pasa en el intestino, no queda en el intestino. Y lo que pasa en el cerebro, tampoco. Estamos interconectados. Cualquier emoción, tanto negativa como positiva, va a impactar de alguna forma en nuestro sistema inmunológico y en la microbiota. La gestión de estas emociones es un área a la cual cada vez se le presta más atención”, comenta el miembro que, además, en otras notas periodísticas, afirmó que las bacterias intestinales producen, entre otras cosas, neurotransmisores como la serotonina, sustancia química que nos permite dormir bien y tener buen humor, entre otras experiencias positivas para el ser humano.
El encuentro de dos mundos
“La palabra microbiota vino a reemplazar dos palabras más conocidas: ‘flora intestinal’”. Vinderola aclara que así se refería al conjunto de bacterias que estaban presentes en el intestino. “Pero ahora sabemos que allí hay un montón de microorganismos: bacterias, levaduras, hongos, virus y parásitos. Tenemos en todo el cuerpo: están presentes en la piel, en el tracto respiratorio, en la glándula mamaria cuando la mamá da el pecho a su hijo o hija, en el tracto reproductor masculino y femenino”, dice Vinderola.
Donde más tenemos es en el intestino y aquí sucede una cuestión muy particular a la cual el investigador del Conicet llama “el encuentro de dos mundos”. En el intestino radica la mayor concentración de bacterias del cuerpo y de células inmunológicas. El intestino es como un cuartel de entrenamiento donde las defensas van a entrenarse. Por eso, tener una buena microbiota es sinónimo de tener una buena respuesta inmunológica. Y es por esto que se la estudia tanto.
¡Alerta!: ¿Estoy sano?
Bajo esta premisa, ¿de qué manera las personas pueden mantener la microbiota sana? “Es una inversión a futuro porque hoy podemos estar bien, pero tener una microbiota no equilibrada. Al no cuidarla, puede generar un problema a cinco o diez años. Es decir, los problemas se pueden ir instalando muy de a poco. Así que, aunque hoy me sienta bien, tengo que tomar medidas para cuidar esa microbiota y la alimentación es, quizás, el factor principal, aunque no el único”.
Lo que aún significa más: ¿cómo se logra, entonces, una microbiota diversa, abundante y activa? De acuerdo con lo que explica el investigador del Conicet: con alimentación equilibrada. Básicamente, qué y cómo las personas se alimentan afectará positiva o negativamente la microbiota.
¡Atención! Si usted piensa que puede saber cómo se encuentra su microbiota con un análisis clínico, esta periodista le informa que está equivocado o equivocada. Vinderola detalla que si bien hay diversos estudios de microbiota, por el momento, solo se utilizan en el ámbito de la investigación. “Hoy en día, hablando con gastroenterólogos y gastroenterólogas, hay un consenso en que el estado de la microbiota se diagnostica por los síntomas. Si no tenemos dolores gastrointestinales, en la piel o en otras partes del cuerpo podemos sospechar que no tenemos problemas en la microbiota. No hay una forma válida científicamente de medirla y tampoco hay un consenso. Aún estamos un poco lejos de poder tomar muestras y saber cómo estamos”.
Sin embargo, ¡tranquilidad! Porque, indirectamente, es posible saberlo. Vinderola relata que para esto es necesario poner atención al cuerpo.
La receta: legumbres, frutas y verduras
Los alimentos que los especialistas recomiendan consumir para mantener una microbiota equilibrada son tan diversos como específicos. Vinderola los enumera de la siguiente manera: “Son los alimentos ricos en fibra. Nuestra microbiota se alimenta de esa parte de los alimentos. No son las grasas, los hidratos de carbono o las proteínas. Es la fibra. Es la parte de los alimentos que nosotros no digerimos en el intestino delgado pero que va a llegar al colon y allí va a ser utilizada por esas bacterias de la microbiota. Las legumbres de todo tipo son productos de fibra por excelencia”. Y continúa: “Son los alimentos que mayor cantidad de fibra tienen por unidad de peso. Por otra parte, los frutos secos y las semillas son muy importantes. También las verduras y las frutas consumidas de forma variada y abundante. No es suficiente con comerme un kilo de lechuga por día porque voy a consumir cantidad pero no variedad”.
Vinderola sigue con su razonamiento y reflexiona: “¿Necesitamos consumir treinta variedades de vegetales y frutas por semana? Probablemente no. Pero eso nos marca un norte y nos hace pensar: ¿cuántos vegetales comemos en una semana? Yo siempre invito a las personas a que hagan una lista de lo que comen cada siete días y se van a sorprender con los resultados porque somos bastante monótonos. Eso a la microbiota no le viene bien. Estos alimentos (legumbres, frutos secos, semillas, frutas y verduras), son los que el 90 por ciento de los argentinos -a veces me incluyo- tenemos déficit”. Lamentablemente preocupa su poco consumo.
Gabriel Vinderola en sus redes sociales es un ferviente defensor de los fermentados como el kéfir para mantener en pleno movimiento a nuestra microbiota. Estos incorporan más bacterias al cuerpo.
Un yogur natural
Vinderola participa en diversas investigaciones, algunas de las cuales están en proceso. “Tenemos varios estudios en agenda, algunos más avanzados que otros. Justamente, en estos días, estamos trabajando en un yogur natural, con mayor cantidad de proteínas y endulzado con stevia, que desarrolló un grupo de nuestro Instituto. La investigación se realiza para personas que tienen sobrepeso y parámetros sanguíneos desregulados (en cuanto al colesterol o los triglicéridos).” El objetivo de este estudio, subraya, es evaluar si su microbiota mejora con el consumo del yogur.
Gabriel Vinderola, su equipo y otros investigadores e investigadoras seguirán trabajando para mejorar la calidad de vida de la población. Pero algo queda dicho: las personas también tienen mucho por hacer: investigar, a través de los consejos obtenidos, cómo está la microbiota.
Por Priscila Martínez, estudiante del Taller de Comunicación y Periodismo Científico (2023), Licenciatura en Comunicación Social, Universidad Nacional de Quilmes.
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Con información de la Agencia de Noticias Científicas