“La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida mirando hacia adelante”, plantea el filósofo danés Soren Kierkegaard. Javier Milei ganó el balotaje ante Sergio Massa y no es un evento menor. El modelo planteado a través de intervenciones reconsidera el rol del Estado en las distintas áreas de la sociedad. La transición posee una fuerza que afecta en términos estructurales, políticos, sociales y psicológicos a la Argentina.
En este sentido, impacta en la salud mental, definida por la Organización Mundial de la Salud como “un estado de bienestar que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad”. En diálogo con Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes la Licenciada en Psicología, docente e investigadora de la UNQ, Sandra Borakievich prevé la incertidumbre como el principal aspecto a destacar.
-Un tiempo muy especial para pensar las subjetividades, ¿las suyas de dónde provienen?
-Mis impresiones provienen de un recorte de ámbitos universitarios, profesionales de salud mental, ámbitos LGBT, género y un consultorio en Chacarita, privado, que está en contacto con gente de distinto acceso a las diferentes especies del CABA. No es un consultorio poblado por gente de clase alta.
-¿Cómo cree que repercute el proceso electoral y la transición de gobierno en la salud mental de las personas?
-Veo que el clima de incertidumbre incide de manera muy directa. Hace semanas y semanas que en las 22 horas de consultorio, todas las personas mencionan su preocupación de lo que podría suceder en el país. Muchas, para no decir todas ellas, con angustia, que comparto en relación al temor de la instalación de una posibilidad de ultraderecha.
-¿En qué sentido?
-Se manifiestan temores porque la propuesta es destituyente de cuestiones que son muy vitales para la vida cotidiana. No tiene sentido reiterar porque son de público conocimiento, aluden al acceso a derechos humanos. Particularmente, como trabajo en el ámbito de la salud mental ligada a políticas del cuidado en colaboración con activismo trans-travestis no binarios, son ideas que obviamente impactan directo al cuerpo.
-¿Cómo interpreta personalmente lo que sucede?
-Como ciudadana he vivido la primaria y la secundaria en Dictadura, por lo que los discursos negacionistas y apologistas me hacen mucho daño. Fragilizan y violentan de manera directa. Ni hablar de las amenazas directas en las universidades, como la de Cuyo. A mí me pone especialmente mal. La situación está entrelazada con otras historias e impacta de forma diferente pero con mucha angustia e inquietud. Luego de 40 años de democracia, los derechos humanos y las políticas públicas no solo se ven amenazadas sino también se perciben como algo que es necesario retirar.
-Hay incertidumbre sobre el cambio de las reglas de juego…
-Sí, para mucha gente que conozco, lo que está en cuestión es eso y es obvio que la posibilidad de vivir en un país con reglas democráticas o no incide de manera muy directa en la salud mental. Me da la impresión que esta incertidumbre es inédita en comparación a otras.
-¿Algún mensaje?
-Quiero insistir, a tono con un documento que venimos defendiendo: “Sin democracia no hay salud mental”.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas