El uso inadecuado de algunos conceptos puede generar no solo desinformación en las personas, sino también contribuir a la ignorancia y al tabú con relación a algunas enfermedades. El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) forma parte de las enfermedades menos comprendidas y más banalizadas.
¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir que tiene un TOC con apagar todas las luces antes de irse de su casa o con lavarse las manos una cantidad determinada de veces? Lo cierto es que el TOC tiene un impacto muy grande en la salud mental de las personas y fue incluida, por la Organización Mundial de la Salud (OMS), como una de las siete enfermedades psiquiátricas más discapacitante.
Romina Vitale es psicóloga, cantante y autora del libro “Tocada”. Hace 10 años fue diagnosticada con TOC severo y tanto sus vínculos más cercanos como sus deseos personales se vieron afectados con la llegada de los síntomas. En el Día Mundial de la Salud Mental, ella nos cuenta cómo era su vida antes del diagnóstico y cómo es en la actualidad, luego del tratamiento.
De un Premio Gardel al confinamiento absoluto
Hace una década, Romina Vitale ganó el premio Carlos Gardel 2009 como Mejor Álbum Nuevo de artista Pop, por su disco “Étnica”. Con una carrera musical en ascenso, la joven tuvo que dejar de lado su pasión por los escenarios para hacerle frente al trastorno obsesivo compulsivo.
Casi de un día para el otro, los síntomas del TOC se hicieron presentes en su vida y la arrastraron al confinamiento absoluto. Alejada de la música, de sus familiares y con temor a “absolutamente todo”. Sin la posibilidad de una explicación concreta, ella sintió que ese premio fue el detonador del TOC, que truncó cualquier posibilidad de continuar con su carrera por algunos años. “En ese momento el TOC anuló la posibilidad de cantar en vivo, el contacto con amigos, la sexualidad, la posibilidad de salir a la calle, mis vínculos con mi familia y hasta conductas básicas como las de comer o dormir”, aseguró.
Los trastornos de salud mental, como el TOC, no son conductas repetidas que realizan las personas. El trastorno obsesivo compulsivo puede inmiscuirse en los ámbitos más básicos y esenciales de la vida de una persona. En aquel entonces a Romina se le presentaron dos tipos de pensamientos que le generaba mucha ansiedad y angustia. Por un lado, pensamientos vinculados a la contaminación, los cuales no le permitían tocar objetos, salir a la calle ni tener contacto con sus seres queridos, por miedo a que la contaminaran. Por otro lado, pensamientos supersticiosos que la llevaban a lavarse las manos muchas veces al día o incluso lavar su ropa una y otra vez, durante muchas horas. Fue en ese momento cuando ella y su familia decidieron consultar con profesionales que la ayudaran a realizar algún tipo de tratamiento, para entender por lo que estaba atravesando.
“En ese momento no tenía psicoeducación, no estaba en tratamiento ni tenía diagnóstico. Cuando llegamos a la Fundación Eigle, me realizaron una serie de estudios, me diagnosticaron con TOC severo y comencé con mi terapia cognitiva-conductual”, explicó Vitale. Y agregó: “Cuando tuve el diagnóstico, por un lado sentí alivio, porque pude ponerle nombre a algo que me estaba pasando y, por otro lado, ilusión de poder tener un tratamiento específico”.
Las personas con TOC padecen sus propios pensamientos intrusivos, que se los conoce como obsesiones. Esas obsesiones se pueden presentar como pensamientos, imágenes o impulsos de contenido aversivo, que les genera angustia y ansiedad. Para neutralizar ese malestar, realizan compulsiones que son rituales, actos mentales o actos motrices. Esas compulsiones generan un alivio momentáneo al hacerlas, pero en realidad lo que sucede es que refuerzan las obsesiones y sostienen el funcionamiento del trastorno.
Juliana Rodríguez Angenelo, psicóloga e integrante de Red de Psicologxs Feministas, explica que hay varios tipos de TOCs, según el contenido de las obsesiones o la forma de tomar las compulsiones. Sin embargo, destacó que el tratamiento cognitivo-conductual es el más eficiente, ya que no se centra en las obsesiones o cómo son esas compulsiones, sino en encontrar la forma de romper el patrón que sostiene el trastorno. “El TOC es uno de los trastornos que más afectan la calidad de vida y la funcionalidad de las personas, pero con un tratamiento psicoterapéutico y farmacológico, las chances de tener una calidad de vida mucho mejor, son altas”, aseguró la profesional.
La deuda con la salud mental y el sesgo de género en el diagnóstico
La Ley Nacional de Salud Mental, sancionada en 2010, establece que el Poder Ejecutivo debe destinar el 10% del gasto total de Salud a salud mental. Sin embargo, datos relevados por la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC) y la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) revelan que, desde la sanción de la Ley, nunca superó el 3%.
La falta de aplicación de las políticas públicas repercute en el tratamiento y diagnóstico de las personas que padecen algún tipo de enfermedad mental. En ese sentido, la joven cantante manifestó que la salud mental siempre fue considerada “salud de segunda”, y por lo tanto el presupuesto que se destina “es bajísimo”, agregó. Por su parte, la profesional de la salud aseguró que todavía “hay un estigma muy grande para hablar de salud mental”. Y agregó: “Se tiene que tomar conciencia sobre la importancia de hablar de salud mental, porque aún prevalece como importante solo la salud física”.
Según un informe publicado por la OMS, sobre la situación de la salud mental en el mundo, reveló que una de cada ocho personas convive con una enfermedad mental y, dicha situación, se acrecentó con la pandemia de coronavirus. En la actualidad, todavía convivimos con discursos que vinculan padecimientos psíquicos sólo con feminidades, como si la angustia, la depresión o los padecimientos mentales, no sean cosas vinculadas a los hombres también.
Esto afecta a la investigación, el diagnóstico y el tratamiento de las personas que como Romina, “sufren por años, sin encontrar respuestas concretas”, manifestó la integrante de la Red de Psicologxs Feministas. “Hay un sesgo de género que hace que las mujeres y diversidades recibamos un sobrediagnóstico, es decir que se patologice las expresiones psico-emocionales, por lo tanto podemos estar sobre diagnosticadas o sub diagnosticadas”, afirmó Vitale.
Por otro lado y con relación a las investigaciones en salud mental, Romina remarcó que la mayoría de los estudios de diferencia de género en TOC, solo consideran diferencias binarias, es decir “mujer-varón”, y dejan por fuera a todas las personas de la comunidad LGBT+.
El TOC y su tratamiento en la sociedad
La falta de psicoeducación en la sociedad trae aparejado consecuencias en el uso liviano de la terminología vinculada al TOC. En ese sentido, Juliana analizó la poca información en la sociedad, sobre el trastorno obsesivo compulsivo y aseguró: “Los mensajes erróneos banalizan e invalida el sufrimiento de las personas que lo padecen y como consecuencia, a las personas se le dificulta tener acceso al tratamiento y se genera un tabú alrededor de los trastornos mentales”.
Por su parte, Romina se refirió al mal uso del término TOC y de las neurodivergencias en los medios de comunicación. “La información le llega a mucha gente de una manera falseada. Hay mucho laburo por hacer en términos de psicoeducación y para que se ubique a la salud mental en donde corresponde”.
De la experiencia a la concientización
Luego de años de vivir con síntomas de TOC, Romina logró un diagnóstico hace 10 años atrás. Durante el último tiempo transformó el sufrimiento en concientización, activismo y acompañamiento.
En 2017 publicó su libro “Tocada”, en donde contó en primera persona lo que padece una persona con TOC, antes de un diagnóstico y durante un tratamiento. Con la publicación de ese libro, reafirmó su compromiso para ayudar a personas con TOC o a sus familiares. “En ese momento empecé un camino de activismo, para visibilizar las neurodivergencias y el TOC en particular”, remarcó.
Pese a la eficacia del tratamiento, en 2020, con la llegada de la pandemia por coronavirus, Romina sufrió una recaída muy grande, con la presencia severa de síntomas. Sin embargo, usó su sufrimiento para transformarlo en contenido para sus redes sociales y, desde ese lugar, compartir su lucha y recuperación.
El algoritmo de las redes sociales ayudó a que su contenido se volviera viral y, en cuestión de semanas, miles de personas empezaron a interactuar con su información. “Las redes nos permiten hacer psicoeducación de forma más rápida. Te permite llegar a mucha gente y para mí, como activista, me representa una emoción enorme, porque es ver cumplida mi tarea”.
En la actualidad, la joven continúa con su tratamiento cognitivo-conductual, se apoya en sus seguidores, a los que denominó como su “estímulo”, y, gracias al avance de su terapia, después de muchos años, volverá a cantar en público el próximo 15 de octubre en el VeganFest. “Es mi vuelta oficial y la vivo con mucha ilusión, por lo que significa retornar a mi vocación más profunda”, concluyó.