Las emociones pueden ser una montaña rusa para el corazón, y un nuevo estudio explica cómo la ira y el enojo son los conductores más peligrosos en este viaje. Publicado en el Journal of the American Heart Association, el trabajo revela que esos sentimientos negativos podrían ser los principales desencadenantes de problemas cardíacos graves, como el infarto o el ictus. ¿Cómo es posible? Los investigadores descubrieron que incluso episodios breves de ira o enojo pueden comprometer la capacidad de los vasos sanguíneos para dilatarse, lo que afecta directamente el flujo de sangre y aumenta el riesgo de endurecimiento de las arterias.
El trabajo fue liderado por científicos del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia, quienes reclutaron a 280 adultos jóvenes sanos. Buscaban entender cómo las emociones negativas, como el enojo y la ira, impactan en la salud cardiovascular.
Los resultados fueron alarmantes: tan solo ocho minutos de recordar episodios que evocaban ira o enojo redujeron significativamente la capacidad de dilatación vascular en un 50 por ciento, un efecto que persistió durante 40 minutos. Esto plantea interrogantes sobre el impacto acumulativo de este sentimiento a lo largo de la vida y su relación con enfermedades cardiovasculares.
Vínculo mortal
“Existen diferentes niveles de emociones negativas, algunas más superficiales que otras, pero todas con un potencial impacto en la salud del corazón”, dice a la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, Adrián Baranchuk, profesor de Medicina y presidente de la Sociedad Interamericana de Cardiología (SIAC).
Baranchuk explica que para comprender este fenómeno, hay que considerar el papel del sistema nervioso autónomo, compuesto por el sistema simpático y el parasimpático, los cuales desempeñan un rol crítico en la regulación de la presión arterial y la frecuencia cardíaca.
“El enojo y la ira, entre otras emociones negativas, pueden desencadenar una intensificación de la actividad del sistema simpático en detrimento del parasimpático“, advierte el especialista. Esta exacerbación, mediada principalmente por la adrenalina, afecta la musculatura de los vasos sanguíneos y la capa interna que recubre el corazón.
Enfoque holístico
Las experiencias negativas son capaces de desencadenar alteraciones en el sistema nervioso autónomo, manifestándose en dos fases distintas: aguda y crónica. En la fase aguda, una sola mala noticia, por ejemplo, puede generar una respuesta intensa, llevando a un episodio cardiovascular agudo. Mientras tanto, el enojo crónico puede promover la formación de placas ateroscleróticas en las arterias coronarias, disminuyendo el flujo sanguíneo hacia el músculo cardíaco y aumentando el riesgo de eventos cardíacos graves.
Es en este punto donde se reconoce la importancia crucial del tratamiento de la salud mental en la mejora de la salud cardiovascular. “Recomendar una dieta saludable, ejercicio y dejar de fumar no es suficiente”, afirma Baranchuk. Y agrega: “Es necesario un enfoque integral que incluya la experiencia de los especialistas en salud mental para gestionar adecuadamente el enojo crónico y así preservar la salud cardiovascular a largo plazo”.
Siguiendo esta línea, resalta la importancia de abandonar el sedentarismo y adoptar un estilo de vida activo, independientemente de la edad. “Incrementar la cantidad de ejercicio tiene un impacto directo en la mejora de la salud mental y cardiovascular. Desde dar un simple paseo hasta participar en actividades más intensas, cualquier forma de movimiento es beneficiosa para la salud del corazón y la mente”, subraya.
Con todo, la integración del tratamiento de la salud mental dentro de la práctica cardiológica es esencial para abordar de manera efectiva las necesidades complejas de los pacientes y promover una salud cardiovascular óptima a largo de la vida.
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Con información de la Agencia de Noticias Científicas