Días atrás, en las redes sociales tomó trascendencia el testimonio de una usuaria que contó que al subirse a un auto que había pedido por una aplicación, comenzó a sentirse descompuesta. La joven sostiene que el chofer la expuso a una sustancia conocida como burundanga y eso fue lo que le provocó el malestar. Sin desacreditar su experiencia, varios profesionales de la salud no tardaron en aclarar que no existe una sustancia que por el simple contacto provoque desmayos. Contrario a lo que dicta la sobreestimación de la droga en el imaginario colectivo, no se registran casos en los hospitales, según los expertos.
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“Burundanga es el nombre que comúnmente recibe el Floripondios, una planta silvestre que tiene unas flores que se llaman Brugmansia arbórea. Se trata de una planta que habitualmente se la puede ver en los jardines de las casas, es decir, no es de difícil acceso”, explicó la Dra. María Verónica Torres Cerino, Jefa de Toxicología y Medioambiente del Hospital Universitario Austral a El Destape.
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¿Qué efectos puede generar la Burundanga?
La experta destacó que una persona expuesta a esta sustancia puede llegar a presentar síntomas anticolinérgicos. Es decir, puede generar alucinaciones, dilatar las pupilas, dar visión borrosa. También es posible que provoque retención urinaria e hipertensión. Sin embargo, la especialista fue categórica al afirmar que el simple contacto físico con la sustancia de la planta no genera ni desmayos ni pérdida de la conciencia. “En mi experiencia profesional no he visto que un contacto simple, de piel a piel o de poco tiempo de exposición pueda generar esto. Tampoco han habido casos en los hospitales”.
Para que se den todos los efectos antes mencionados, las flores de esta planta deben ingresar al organismo de alguna manera, ya sea por vía oral, vía respiratoria, o vía inhalatoria si es fumada. “Se puede absorber a través de la piel, por vía dérmica, pero en ese caso se necesitarían parches o soluciones que estén con un tiempo prolongado en contacto con la víctima, o sea el simple contacto no va a generar una pérdida de la conciencia”, aseguró la médica.
La desinformación y los miedos sociales
Las redes sociales permiten la divulgación masiva de información, pero cuando esta no es del todo certera, el impacto puede ser por demás negativo. Torres Cerino remarcó que perpetuar la desinformación genera miedo. Es por eso que “lo más importante es entender las sustancias, y para ello existen los servicios de tóxicos en los hospitales”, según dijo. Asimismo, recomendó las consultas con especialistas cuando se tiene síntomas que podrían ser encasillados en esta categoría, porque sino resulta más difícil saber de qué droga se trató.
La Licenciada en Psicología María Pía Girotti (@mariapia_psico) diferenció dos tipos de miedos; los sociales y los estructurales. Los primeros tienen que ver con “las problemáticas que hoy entendemos que pueden estar ligadas, por ejemplo, a la inseguridad, sobre todo para las mujeres”. El miedo a ser vulneradas sobrevuela muchas de las interacciones sociales.
“La violencia machista es algo real, y puede traducirse en el miedo a sufrir algún tipo de ataque sexual, acoso callejero. Eso sí tiene que ver con una problemática social y cultural”, desarrolló la Licenciada. En este escenario, la información poco clara genera además incertidumbre.
En cuanto a la segunda categoría, Girotti explicó que hay personas que tienen una constitución subjetiva más intrínsecamente ligada a los miedos y a los temores irracionales. “El tema es cuando el miedo se vuelve una cuestión excesiva que en general pone a la persona en una situación de extrema vulnerabilidad y bloqueo que la conduce a fantasear con un escenario trágico”.
De todas formas, la especialista señaló que el miedo es una herramienta necesaria para el desarrollo de una persona. “Un grado de temor puede servirnos como una señal de advertencia, de cuidado frente a las distintas situaciones que podemos sufrir en la vida”.
A su vez, hizo hincapié en la importancia de hacer una distinción entre miedos e hipocondría, ya que tener algunos temores no implica necesariamente un cuadro psicopatológico. La hipocondría aparece cuando una persona no registra que su dolencia puede devenir de un conflicto emocional, y le adjudica todo su malestar a cuestiones fisiológicas. Como consecuencia, va de un médico a otro, se somete a un gran número de análisis y estudios, y pese a que los resultados dan bien, sostiene que su salud física está comprometida gravemente.
“Desde una perspectiva de género, podemos identificar que hay muchos miedos en los que se juega una cuestión de la vulnerabilidad social, como por ejemplo, lo que sentimos las mujeres en la calle. Y a eso se le puede sumar un miedo más personal que tenga que ver con alguna situación incómoda a la que estuvo expuesta anteriormente”, explicó Girotti.
En general, las personas que se sintieron vulneradas en algún contexto machista son más propensas a tener el miedo a que esa escena se vuelva a repetir. “Por eso es necesario rastrear eso que pudo haber pasado, procesarlo y separarlo de los acontecimientos futuros, porque si no esa situación traumática no resuelta puede empujar a una persona a repetirla”, subrayó.
¿Cómo abordar los miedos?
La Licenciada asegura que la mejor forma de lidiar con un cuadro de miedo muy fuerte es afrontarlo con la ayuda de un profesional y recurrir a pequeñas herramientas que alivien la sintomatología en el día a día.
“Trabajar el miedo en un espacio de terapia permite comenzar a ahondar en su raíz, y de esta forma acercarse a encontrar una posible solución. En caso contrario, si se elige ignorarlo, se comienza a generar una inhibición tan grande que puede llegar a impedirnos desenvolvernos con naturalidad en la vida cotidiana”.
Además, destacó que se pueden implementar algunas medidas prácticas de prevención, como por ejemplo, tomar el taxi en compañía de alguien más, enviarle la ubicación en tiempo real a una tercera persona, y adoptar todas las medidas necesarias para sobrellevar ese momento de estrés.