La tarde del sábado 23 de julio, Virginia Ferreyra, de 32 años, esperaba el colectivo junto a su madre, Claudia, en el mismo lugar donde siempre tomaba el transporte, para ir hasta el centro de la ciudad de Rosario, cuando de repente un auto se detuvo frente a la torre de los monoblocks del Fonavi del Mercado, al sur de la ciudad, y comenzó a disparar contra el frente de la vivienda. Un joven de 16 años que estaba allí fue herido en una de sus extremidades y pudo salir del hospital ileso. Claudia y Virginia no tuvieron esa suerte, y recibieron la ráfaga de lleno, acabando con la vida de la primera e hiriendo de gravedad a la segunda.
El caso de Virginia mantuvo en vilo a la ciudad de Rosario durante casi un mes y generó un revuelo importante de parte del colectivo de familias víctimas de la violencia urbana. La chica es una famosa profesora de danzas con una carrera prometedora por delante, que quedó encerrada en uno de los tantos ataques con armas de fuego en la ciudad de pobres corazones.
Rosario tiene aproximadamente un millón de habitantes, pero tiene alma de pueblo: hace décadas, Nayla Porreca fue una de las compañeras de danza de Virginia. Años más tarde, sería una de las médicas integrantes de la guardia del Hospital de Emergencias “Clemente Alvarez” (Heca), centro médico que recibe a todos los baleados en las ráfagas de ametralladoras que integran muchas de las páginas policiales diarias de Rosario.
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Nayla Porreca cumplirá 8 años de servicio en el Heca a fin de año, y afirma que, en el último tiempo, hay un sensible incremento de las personas que son atendidas por heridas de armas de fuego. Sin ir más lejos, en lo que va del año, se registraron 524 casos de heridos de bala en la ciudad, de los cuales más de ocho de cada diez víctimas son varones, repitiendo las tendencias ya observadas en los años 2020 (88,3%) y 2021 (85,9%). El sector etario con mayor peso entre las víctimas de las balaceras son los varones menores de 25 años, los cuales representan el 39,4% del total de personas heridas con armas de fuego.
Según el Observatorio de Seguridad Pública del Ministerio de Seguridad provincial, la cantidad de personas reportadas heridas por balas durante el mes de agosto de 2022 es bastante superior a la registrada en julio, con veinte casos de diferencia. Ya en el mes de julio, el organismo observó un incremento similar y pronunciado respecto al mes anterior. El conteo de agosto es notablemente mayor al promedio mensual del período 2019-2022 (58,3) y el tercero más elevado del año. Dos datos que pintan de cuerpo entero la situación en los barrios: la mitad de los heridos con armas de fuego fueron lesionados a menos de 500 metros de sus domicilios. De este modo, los mapeos de las balaceras no reconocen un espacio específico en la ciudad. En Rosario, la violencia urbana es más democrática que el acceso a un trabajo o a una vivienda.
Una de las cosas que más le llaman la atención a Nayla de este incremento de personas internadas por heridas de bala es que muchas de esos pacientes no tienen que ver con el hecho ni forman parte específicamente de bandas o blancos de los ataques: “Se ve mucho más daño colateral, muchas más personas que no tienen nada que ver y que simplemente estaban en la calle haciendo su vida normal como cualquier otro día y quedan en medio de balaceras”, dijo Porreca.
Los trabajadores del Heca entienden que al ingresar a la guardia del sanatorio deberán estar atados a una situación de constante movimiento y una afluencia muy importante de heridos: “Hay días o momentos de la semana con más concurrencia de estos hechos y momentos que menos, pero en una guardia de fin de semana podemos llegar a atender entre 5 y 10 heridos de arma de fuego de distinta gravedad. Hay fines de semana que son muy movidos al respecto”. Un alto funcionario de salud de la municipalidad de Rosario advierte que las camas de urgencia que fueron ingresadas al hospital durante la pandemia hoy son utilizadas para pacientes heridos con armas de fuego.
Sobre la atención a los pacientes heridos de bala, Porreca asevera que el hospital "ha tenido siempre ese perfil y, quienes elegimos trabajar en esta guardia desde un primer momento, sabemos que el Heca está para eso". Atender ingresos que corresponden a heridas de accidentes de tránsito y por armas de fuego es algo que sucede a diario: "Estamos muy automatizados y muy organizados para su atención. Es algo que forma parte de nuestro cotidiano. Lo que nos sobrecarga son otras situaciones, quizás por fuera de eso, pero no los heridos de arma de fuego en sí. Es para lo que estamos preparados y lo que sabemos hacer”, aseveró Porreca.
Luego de la pandemia, el tipo de pacientes ingresados en la guardia cambió enormemente. Durante las peores olas del coronavirus en la ciudad, la guardia del Heca llegó a tener hasta siete respiradores en la guardia de pacientes con Covid grave. Hoy en día, los trabajadores de la guardia llegan a tener muchas más camas llenas de pacientes que tienen que ver con hechos de violencia, como heridos de arma de fuego y accidentes vehiculares: “La guardia del Heca funciona a full permanentemente. Al menos desde hace más de siete años es una guardia que siempre está repleta de pacientes. Van cambiando los motivos por el cual las personas permanecen internadas en la guardia del Heca, pero en realidad siempre estamos llenos”.
Los profesionales de la salud que integran el equipo de trabajo de la guardia, primera línea de llegada de las víctimas de las balaceras en Rosario, son un grupo muy unido: “Si no fuera por el apoyo mutuo nos hubiera sido muy difícil atravesar los años de pandemia”. Al día de hoy, y después del arduo desafío que significó trabajar incansablemente durante el COVID-19, los médicos de guardia sienten poco reconocimiento por parte de la sociedad en general. “La pospandemia nos ha dejado muy sensibles. Solemos sentirnos muy cansados y muy demandados, pero creo que el incremento de heridos por arma de fuego no me sobrecarga en lo personal".
El estrés no viene de la cantidad de pacientes que deben atender, sino de las historias que esos pacientes traen consigo: “A veces se hace difícil porque nosotros atendemos a los pacientes, no importa el origen y no importa quién sea y, en el momento que atendemos, prestamos nuestra atención para que todo salga lo mejor posible. No sabemos nada sobre qué pasó, o quién es el paciente, o de dónde viene. Pero es inevitable leer después las noticias y enterarnos de la historia detrás de aquella persona que vimos”. Esto, en palabras de Porreca, trae una angustia dado que ese ingresado “podría ser un ser querido o incluso vos mismo”. Para la médica, se está viviendo "una gran ruleta rusa": “Vos salís a la calle, en ciertas zonas de la ciudad y no sabes si te vas a cruzar con una bala. Creo que ese es el malestar de las personas que viven en Rosario y de quienes tenemos familia en Rosario también”.
La trabajadora de la salud entiende que, al atender a las víctimas de las balaceras, entra en “piloto automático”, ya que se concentran en la atención sistemática de los pacientes. Los médicos de guardia no tienen un contacto estrecho con los familiares de los internados y pierden del todo la interacción con sus pacientes al ser derivados a cuidados intensivos o tratamientos específicos. Aún así, la parte más difícil sigue siendo el después de haber pasado por sus manos la salud de personajes que, luego, terminarán siendo nombrados en las páginas policiales de los matutinos: “El enterarte y hablar las noticias sí puede afectarnos un poco. Yo no recibí a Virginia Ferreira, pero la conozco porque bailábamos en el mismo lugar cuando yo era más chica, en la sociedad libanesa”, cuenta Nayla. Y finaliza: “Cuando llegué a la guardia, ella estaba intubada en (la guardia) post operatorio y enterarme de que era ella, que esa paciente era ella fue muy shockeante porque es la primera vez que me toca conocer de cerca a un paciente”.