Tienen 46 y 71 y aún rinden culto a Rodrigo: 21 años después, la leyenda continúa

El 24 de junio del 2000, Rodrigo Alejandro Bueno moría en un trágico accidente automovilístico a sus 27 años. Hoy, a 21 años, sus seguidores recuerdan a una figura que vivió mucho, rápido y perdió la vida en el mejor momento de su carrera.

24 de junio, 2021 | 12.46

Cuartetero, cordobés y bonaerense por adopción, hincha de Belgrano, fanático y amigo de Diego Armando Maradona, dueño de una presencia arrolladora y de canciones históricas, coreadas por personas de todas las clases y edades. Rodrigo Alejandro Bueno, para sus seguidores "El Potro", partió hace 21 años en un accidente de tránsito en la Autopista Buenos Aires-La Plata en el mejor momento de su carrera, lo que lo convirtió no sólo en una leyenda sino en una figura indiscutible de nuestra cultura y, hasta hoy, del corazón de los argentinos y las argentinas.

La línea entre la vida y la muerte de personajes tan atrayentes no está trazada y en la historia de la música y de los fenómenos populares superabundan los ejemplos. Rodrigo, luego de una campaña tan veloz como exitosa, alcanzó el cenit de su carrera cuando le cantó a Diego Maradona en Cuba "La mano de Dios" y, como bendecido por el campeón, tras ese encuentro llenó 13 estadios Luna Park al hilo, vestido de boxeador para volverse todavía más convocante y, por supuesto, inolvidable.

Así como, tras la muerte de Gilda, fue encontrado un cassette con la voz de la artista en el que vaticinaba que "toda persona tiene una misión en la vida", al Potro no le fue ajena la mística. Vivir mucho y muy rápido pareciera, hasta el día de hoy, una narrativa común de las estrellas que están en el centro de la cultura popular argentina como espejo de realidades ineludibles que, de ninguna manera, se perderán en el recuerdo.

Tres meses antes del accidente que se quedó con su vida y la de Fernando Olmedo, Rodrigo expresó: "Yo no soy ni Sandro ni el heredero de 'La Mona' porque no soy ningún clonado. Estoy de paso, sé muy bien que ahora el cuarteto es una moda, pero siento que tengo que cumplir con mi parte y hacerlo historia". 

Dos meses después de aquella sentencia, se adelantó a la realidad venidera tras su desaparición física. "El día que la gente tenga ganas de escucharme y de sentirme cerca, va a poder poner un compact y listo, allí estaré. Hoy puedo quedarme tranquilo porque sé que no me muero más, sé que voy a estar en cada canción, en la gente, esto está vivo por siempre", había dicho Rodrigo en La Cornisa. Sin lugar a dudas, su análisis no fue más que el vaticinio de que, al día de hoy, no hay una celebración que no tenga su vozarrón sonando de fondo.

Si bien era un cordobés auténtico como osó cantarlo, el rey indiscutido del cuarteto en la provincia serrana fue y sigue siendo Carlitos "La Mona" Jiménez, lo que llevó al joven con el pelo de colores a volverse bonaerense por adopción dado que la Provincia hizo sonar su música en los bailes más populares del Conurbano y no tardó en cruzar la General Paz, aterrizando en la Ciudad con tantos honores como fascinación por parte de sus nuevos oyentes.

En tiempos en que la música "de negros" comenzaba a ganar espacio entre los jóvenes de clase media, El "Potro" entró con pie de plomo en el territorio porteño que se rindió a sus pies, dejando los prejuicios clasistas recién para después del baile. Como si fuera poco, aseguró que el mismísimo Juan Domingo Perón habría ido a verlo en vivo.

En Córdoba, la imagen de Rodrigo sacó a Belgrano del anonimato. El club que por aquel entonces parecía condenado a irse al descenso, con la cara del Potro inscripta en la camiseta, ganó, como dirán los expertos, en forma insólita los tres últimos partidos del Clausura y se quedó en Primera. "Fue la única vez en la historia que los jugadores de Boca y River les pedían cambiarlas a los de Belgrano", confesó más adelante, el propio primo de Rodrigo, Juan Carlos Olave, quien tuvo un rol protagónico en el descenso de los Millonarios en junio del 2011.

El "Potro" nació el 24 de mayo de 1973 en Córdoba y desde chico puso en bandeja de plata la energía que le sobraba para el público. Su primera aparición fue a los 2 años en el programa "Fiesta del Cuarteto", donde cantó junto a "La Mona". Sus padres, Eduardo “Pichín” Bueno y Beatriz Olave, impulsaron la carrera musical del pequeño, tanto que a sus 5 años "Pichín" produjo "Disco Baby", el primer disco de Rodrigo en el que entonaba los clásicos de María Elena Walsh. A los 11 años debutó junto al grupo Chévere y a los 12 años ingresó al grupo Manto Negro.

Pese a dejar la escuela, el pibe se iba encaminando y, tras ver la escena cuartetera copada por el rey, su padre decidió que era momento de ir hacia Buenos Aires en busca de nuevas oportunidades y así fue. Su primer disco solista se tituló "La foto de tu cuerpo" y en 1999 lanzó "Rodrigo a 2000", el álbum que lo consagró y que fue, hasta hoy, el más vendido en la historia del cuarteto.

La muerte de Rodrigo

Lo que pasó durante la noche del 24 de junio del 2000 sacudió a todo el país la mañana entrante, tan gris y fría como esta. Ese viernes, Rodrigo había grabado La Biblia y el Calefón, programa conducido por Jorge Guinzburg en Canal 13, y luego brindó un show en Escándalo, una bailanta de City Bell desde donde emprendió el regreso hacia Capital Federal por la Autopista La Plata- Buenos Aires. 

Dentro del vehículo estaban Patricia Pacheco, su expareja y madre de su hijo Ramiro, un grupo de colaboradores y Fernando Olmedo, el hijo del reconocido humorista, a quien había conocido de casualidad esa misma noche en la parrilla El Corralón y le ofreció acercarlo hasta su casa.

Después de haber pagado el peaje en la estación de Hudson, la camioneta Ford Explorer roja del cantante rozó el vehículo del empresario platense Alfredo Pesquera, chocó contra el guardabarros y volcó. El cuerpo de Rodrigo salió despedido a 150 metros del rodado y murió en el acto, al igual que Fernando Olmedo. El trágico hecho ocurrió a la altura de Berazategui, donde hasta hoy pueden reconocerse, todavía, las partes de un santuario en donde el tiempo hizo de las suyas.

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Tras su muerte, el intendente de Lanús Manuel Quindimil habilitó el palacio municipal para realizar la masiva despedida del artista, que convocó a más de 100 mil personas, a la que asistió el Gobernador bonaerense Carlos Ruckauf, mientras que el otrora presidente Fernando De la Rúa envió una corona de flores. Sus restos descansan en el cementerio Las Praderas, en el barrio 9 de Abril del sur del conurbano.

Como una esperanza para los que menos tenían en una Argentina que se caía a pedazos, los números 827 (que coincidía con la edad de Rodrigo) y 47 (la muerte), fueron jugados masivamente por los aficionados a la quiniela y al "Potro". Para aplacar la tristeza del hecho, llegó la sorpresa cuando los apostadores pudieron hacerse de unos pesos tras salir favorecidos con esas cifras en los sorteos matutinos y vespertinos.

Como corolario, los medios hicieron una puesta en escena de mal gusto y, luego de mostrar el cuerpo de "El Potro" tendido sobre la autopista, la sangre en el asfalto y la camioneta hecha pedazos, habiltaron un desfile de exparejas, mánagers y supuestos amigos enredados en conflictos de todo tipo que sólo buscaron manchar la memoria del ídolo popular que murió el mismo día que Carlos Gardel. No conformes, a sólo dos días del terrible accidente, el supuesto asesino de Rodrigo, el empresario Alfredo Pesquera, también fue puesto en las pantallas.

A partir del accidente, el fiscal de Quilmes que llevaba la causa calificó el caso como un "homicidio culposo con lesiones". Pesquera era el conductor de la Chevrolet Blazer que estuvo involucrada en el vuelco de la camioneta del cordobés y fue llevado a juicio donde solicitaron una pena de 13 años de prisión. Pero en diciembre de 2001, los miembros del Tribunal Penal de Quilmes, llegaron a la conclusión de que la muerte de Rodrigo había sido causada por su propia imprudencia al conducir. 

Fallecido, ganó dos premios Gardel y vendió 30 mil copias del disco “Todos juntos con Rodrigo”, editado por Sony, lo que le valió un Disco de Oro póstumo. Sólo a un año de su partida, la “marca” Rodrigo generó alrededor de 15 millones de dólares, tres veces más de lo que el cantante ganó en su corta vida. La industria post mortem incluyó un disco “unplugged”, mientras quien fuera su novia al momento del accidente, Alejandra Romero, encontró un casete en el que cantaba "Figúrate tu" y, tras llevarlo a la discográfica sonaría dos días después en la calle y en las radios.

Eso no fue todo: en 2010, en el décimo aniversario de su muerte, la Cámara de Diputados de Buenos Aires lo declaró como "Personalidad destacada de la cultura popular en la Provincia". Años después saldría en las grandes pantallas una película tan excedida en mal gusto como olvidable, que lo que menos consiguió fue hacerle justicia a un ídolo popular que sigue presente entre los argentinos.

Al momento de su muerte, Rodrigo Bueno llevaba hechos 13 recitales en el Luna Park, la certificación de cuádruple platino por su disco A 2000 en menos de un mes (una marca que en nuestro país sólo la consiguió Thriller, de Michael Jackson), un show en Mar del Plata con más de 120 mil personas y, fundamentalmente, un consenso entre propios y extraños sobre el encanto del cordobés y sus canciones. 

Pero, tal vez lo más importante, como diría Julio Cortázar, es que "el amor sobrevive al amante" y tanto es así, que los fanáticos del cuartetero que puso de costado al mapa de la Argentina, han sabido llorarlo en silencio y elegir fotografías muchos mejores que la imagen que, al día de hoy, sigue circulando en los medios y en plataformas on demand. Y hoy lo recuerdan a viva voz.

Chila: "Me dijeron 'murió Rodrigo' y me morí en vida"

"Yo estaba haciendo un homenaje en CCP de Moreno aquella noche. Me dijeron 'murió Rodrigo' y me morí en vida, pero junté fuerzas e hice el show igual... Como decía el Ro, el show debe continuar", reveló José Luis Ledesma, "Chima", vendedor ambulante del tren Sarmiento y fan del Potro de la primera hora. Porque, tal como relata, el amor fue tal que, aún en vida, el pibe de Morón le rendía sus propios homenajes ya que recibió del artista la mejor escuela. 

Después del accidente, Chila participó del armado del santuario y, junto a Diego Mujica, el cantante de Tambó Tambó pintaron el monolito que alberga ofrendas para el artista en Berazategui. Más adelante, fue convocado por Ramiro, el hijo de Rodrigo para participar del largometraje de Lorena Muñoz en el que representó a un patovica del cantante, aunque él también se haya quedado con un sabor amargo tras ver lo que no se contó del "Potro" en la película.

"Lo seguí desde mis 16 años y hoy tengo 46. Lo conocí ni bien llegó a Buenos Aires, él no llegaría a los 18. Nos conocimos en el Monumental de Merlo, pegamos amistad y lo seguí por todos los boliches de la Provincia hasta el último día de su carrera", destacó al tiempo que trajo al presente las buenas migas con el cordobés que los convirtieron en amigos. 

"Él estaba por entrar a tocar y tomamos la última cerveza en un local que vendía choripanes. Yo ni lo conocía, no sabía quién era. Me contó que venía de Córdoba y que tocaba, yo le dije que no podía verlo porque era menor. Cuando llegó el sonido, agarré algo y me quedé, como él me dijo. Vino el de seguridad de El Monumental, me dijo que Rodrigo ni me conocía. Rodrigo le dijo 'es mi amigo' y así quedamos", relató.

"Yo estaba laburando en el tren Sarmiento mientras él estaba parando en Once. Lo llamo al hotel y le digo 'cabezón, vamos a tomar un par de birras', era sábado y como no lo conocía casi nadie, había hecho un baile pero tenía que ir por algunas radios a hacer guita. Yo le dije que la plata ese día no era el problema y que vayamos por las birras. Fuimos a la plaza, a él le gustaban los sanguches de mortadela con manteca, después bajábamos con la birra. Él salió con la remera de Belgrano y en ojotas en plena Capital", agregó.

Para Chila, lo que hizo grande al cordobés fue "su calidad humana", que no tardó en ejemplificar. "El Teatro Astral fue el primero que hizo en calle Corrientes. Fui a verlo, la calle estaba llena de fans y me mira a mí que tenía el pelo pintado como él. Me dijo que me tape la cabeza con la campera y que me tire en la camioneta. Después dábamos un par de vueltas para distraer a los fans y me invitó a comer. Esta vez yo le dije que no tenía plata, y fui con mi señora y mi hijo. La mesa era larga y, cuando llego, me dijo 'vos vení acá que hice un lugar especial para vos, tu señora y tu hijo'", recordó.

"Para mi cumpleaños, él sabía que me gustaba cantar... Me hace subir al escenario, me trepé mientras el de seguridad me tiraba para abajo hasta que el Ro me tiró la mano. Eso fue en San Miguel y fue la primera vez que canté con él. Si no fuera por las fans, yo no tendría fotos con él. Gracias a las bebotas tengo mi foto con él que la tengo en el alma", añadió. 

"Al Ro más que como artista, lo querías como persona. Soy un afortunado de haberlo conocido como persona. Nos juntábamos en un bar que tenía pool, La Academia, en Capital porque él vivía en frente en un hotel. Él se iba en la combi y yo salía viajando atrás, me hacía subir al escenario y hasta me regaló sus botas, remeras y una campera que era de él. Me invitó para ir a Córdoba, pero ya bastante con que me iba los fines de semana y dejaba a mi señora en casa con mi hijo. Irme una semana era imposible", completó.

Nieves: "Hace 21 años que no está en la tierra pero es un ángel que no va a morir nunca"

Nieves es de Tandil, tiene 71 años, es ama de casa y administra la popular cuenta de Facebook Rodrigueros - Vivirás siempre Vivirás que alberga tanto la memoria como el interés de personas de todas las edades y de toda América Latina que comparten hora tras hora escenas del cuartetero que cada vez lo hacen más vivo. Según Nieves, en Tandil "no hay rodrigueros y si los hay son gente mayor y no se atreven a decirlo", mientras que entre los rodrigueros no hay límites geográficos. 

"En mi ciudad me pongo una remera de Rodrigo, me puse una para ir a votar en las últimas elecciones, y la gente te mira como sapo de otro pozo y me da bronca. Pero ya no me interesa, la remera de Rodrigo es para mí la bandera", sentenció.

"Tengo muchos años, nunca pensé que fuera a usar internet. Mi hija me regaló una computadora y me enganché con las redes. Hoy, si no fuera por las redes estaría re mal con el encierro. Hice la página de Rodrigo y empezó el contacto con los rodrigueros, han venido a conocerme", relató Nieves quien, a través de Facebook recolectó a los rodrigueros del mundo entero. "A mi cumpleaños de 70, en el 2019, vinieron los rodrigueros a festejar conmigo. Tengo un amigo de 18 años que es de México, ya chicos de 15 y esa es la magia de Rodrigo", celebró. 

"Hace 21 años que no está en la tierra, es un ángel que no va a morir nunca. No se compara ni con Gardel ni con nadie porque, si se quiere, hasta de Gardel se han olvidado, pero de Rodrigo no. Escribo para él, tengo mis remeras. Hay muchas cosas que no me atreví a mostrar porque abrir las cosas me daba mucha tristeza, pero al contactarme con rodrigueros en la página me di cuenta de que Rodrigo no era mío, todo lo que tenga de él es de los rodrigueros", continuó.

Sobre la aparición del cuartetero en su vida, a Nieves le pasó lo que a muchas personas que se vieron impactadas por la presencia del, todavía pelilargo, cantante en la pantalla de Pasión Tropical en el aquel entonces llamado Canal 9. "Lo veía por televisión hasta que lo conocí. Me llenaba el alma de alegría, es algo que no se puede explicar o yo no puedo explicar. Yo lo veía como una mamá porque era muy chiquito. No puedo hablar de él porque lloro, jamás salté en sus recitales, lloraba y cantaba sus canciones. Era algo distinto y especial", definió.

A pesar de las dudas y del qué dirán, el amor puede más

Dueño de canciones inolvidables que se convirtieron en himnos como "La mano de Dios", "Cómo le digo", "Ocho cuarenta", "Amor clasificado" y más, Rodrigo rompió las barreras entre lo popular y lo selecto en un momento histórico en el que todos nos acercábamos al mismo precipicio y a todos nos faltaba algo en la Argentina del nuevo milenio.

En el fenómeno cordobés conviven la magia de ser uno de los últimos ídolos populares surgidos de la música argentina y la propia tragedia de su muerte que lo definió como mito. Con su convocatoria, su presencia y sus historias sobre la alegría como un derecho o amores difíciles, se afirmó, hasta el día de hoy, en cada celebración argentina sin perder la temporalidad.

Basta con parar la oreja para detectar que sus relatos "que más que historias son testimonios" y su música siguen vigentes (más o menos que hace 21 años, da igual) porque la leyenda continúa y se hace más grande en cada vuelta de la danza cuartetera, liturgia obligada en la que "El Potro" se mantiene al galope. Quien diga lo contrario, seguramente esté mintiendo.

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