Durante las últimas dos décadas la humanidad ha experimentado un crecimiento exponencial en el uso de las redes sociales y las múltiples plataformas digitales. Esto provocó un fuerte impacto negativo producto del abuso y la dificultad, a priori, de evaluar las consecuencias de un fenómeno que sucede y explota al tiempo que es vivido por las diferentes poblaciones. En este marco, particularmente preocupa a los especialistas el efecto de las redes en etapas vitales vulnerables y de socialización primaria como la infancia y la adolescencia, en las que además se cuenta con menos herramientas para poder discernir y tomar decisiones. Las redes no se tratan solo de espacios digitales, sino de todo territorios en disputa y dispositivos de construcción de subjetividades que moldean nuestras vidas, creencias, valores, y relaciones interpersonales.
TikTok, una red social que nació en China en 2016, se publicita como una plataforma de entretenimiento, donde personas de todas las edades puedan compartir su creatividad y momentos de la vida, pero además termina funcionando como una fuente inagotable de información y datos no chequeados sobre cualquier dimensión social y política. Está disponible en 155 países del mundo y goza de mayor popularidad en los jóvenes, ya que sus videos fáciles de crear y compartir de forma rápida conectan quirúrgicamente con los códigos, lenguajes y las demandas de los consumo de las nuevas generaciones.
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Recientemente la organización Amnistía Internacional publicó dos informes sobre el Lado B de las aplicaciones que encendieron las alarmas en todo el mundo. Las investigaciones se denominan "Empujados a la oscuridad: El feed 'Para tí' de TikTok fomenta la autolesión y la ideación suicida", y "Siento que no se me protege: Emboscada en la red de vigilancia de TikTok", y apuntan sobre "los abusos que sufren los niños y jóvenes que usan la app y las formas en que estos abusos son causados por su algoritmo". Los videos relacionados con salud mental, son "potencialmente dañinos" y "suponen un peligro" en especial para el rango etario de los más jóvenes.
Además evidencian las diferencias que existen en el impacto según la zona geográfica y el avance de los estados en materia de regulaciones. Por ejemplo, en países de la Unión Europea y del Espacio Económico Europeo (EEE) “la protección de los derechos de privacidad y la regulación de las redes sociales para niños y jóvenes se han convertido en temas prioritarios en los últimos años. Las leyes de protección de datos imponen fuertes restricciones a la recopilación y el uso de información personal por parte de las plataformas. Estas regulaciones tienen como principal objetivo proteger la privacidad de los usuarios y garantizar que las empresas operen de manera ética y responsable”.
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Pero en el resto de los países la situación es completamente diferente: “En Argentina y otros países del sur global, las desigualdades en la regulación de las redes sociales son evidentes. Las políticas de privacidad utilizadas por TikTok extraen más datos para niños menores de 18 años, porque la regulación o la aplicación de la regulación existente es más débil. Esto crea una brecha importante en la protección de la privacidad que se vuelve cada día más evidente y marca una alerta importante para exigir acciones”.
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Una aproximación a lo que proponen las redes y algoritmos
Lucia Fainboim es Licenciada en Comunicación Social (UBA), Maestranda en Educación (UNQUI) y trabaja como consultora especialista en ciudadanía, bienestar y crianza digital. Lo primero que remarca es que el impacto de TikTok en adolescencias e infancias es muy fuerte, pues es una red social distinta por las características de su algoritmo y de su interfaz que nos invita a pasar allí el mayor tiempo posible: “Esto es un dato a tener en cuenta, es decir, es la plataforma en la que, una vez que entran, más tiempo permanecen, entonces esto genera un impacto muy fuerte en diferentes sentidos”.
Si bien la letra chica indica que para tener una cuenta debes tener al menos 13 años, la realidad muestra que empieza a consumirse mucho tiempo antes y sin el control de los adultos mayores. “TikTok no es una plataforma para menores de 14 años, no es una plataforma pensada para infancias, a pesar de que esté disponible. Acceden constantemente a contenidos que no son propios para su edad. Ven, por ejemplo, material que es destinado a adolescencias, no con formas de vestir, de actuar, de bailar, de hablar todo tipo de consumo que es para otro momento del desarrollo “.
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Además la consultora en ciudadanía digital explica que hoy los chicos o chicas acceden a pornografía o material erótico, cuando tampoco su desarrollo les permite procesar lo que están viendo: “Esto después les genera, por ejemplo, mucha culpa y porque no saben cómo procesar esa información pueden acceder a contenido violento. Sin ir más lejos, hoy en medio de la guerra en Medio Oriente, pueden ver contenidos que realmente son violentos, están accediendo a un montón de información que no es propia para su edad”.
El agujero negro del algoritmo y la “Economía de la atención”
El algoritmo de TikTok, y de otras redes sociales, es uno de los puntos más oscuros y preocupantes de la denuncia de Amnistía ya que casi no tenemos información accesible sobre cómo funcionan y cómo procesan la información personal de los usuarios. “El algoritmo es muy eficaz porque apunta al tiempo de permanencia. Lo que quiere es que las personas que ingresen estén más tiempos para dejar más datos, rastros de navegación, de preferencias, etcétera – analiza Fainboim – Lo que hay es una disputa por nuestra atención, que se denomina ‘Economía de la atención”. Además este formato abre una pregunta interesante acerca del rol “social” de la plataforma ya que, a diferencia de otras propuestas como Instagram o Facebook, el algoritmo te propone contenidos no de personas cercanas, sino constantemente de usuarios random que la plataforma recomienda.
A esto se suma el formato estudiado por las neurociencias que se basa en la efectiva duración y timing de los videos, más cortos, eficaces, que incentivan a la producción y consumo de un tipo de contenidos que hace que las personas puedan permanecer más tiempo haciendo un zapping constante en el marco de la recomendación infinita: “Se va ejercitando, moldeando, a partir de este consumo de contenidos cortos y cada vez nos cuesta más ver contenidos más largos. Nos pasan un video que dura 5 minutos y nos parece largo cuando hace 5 o 10 años era un contenido corto. Hoy nos parece lo que nos cuesta concentrarnos”.
Los efectos sobre la salud física, mental y emocional
El abuso de las redes y dispositivos además está generando un impacto negativo en la salud general. Por ejemplo, en lo que respecto a salud física se observa que son cada vez más los problemas de visión desde edades tempranas; deformaciones en la postura como el Turtle Neck Posture o Síndrome del “cuello de texto”, que es consecuencia de la pérdida de la curva natural de la columna cervical; o la mayor prevalencia de sedentarismo en el tiempo libre. Entre los peligros y efectos en la salud mental se pueden señalar la pérdida de contacto físico con los pares; el aislamiento social; falta de relación con el mundo real; la falta de seguridad en la red; la adicción a las pantallas; la exposición de datos privados; las nuevas tendencias como los juegos online; y el aumento de los casos de angustia, depresión y suicidios sobre todo post pandemia.
Las plataformas y la estimulación permanente a través de información, videos, respuestas, han trastocado incluso las formas de consumo audiovisual, de entender el tiempo y del disfrute y el vínculo con el mundo. Además perdemos fácilmente el foco de la atención y concentración, por la gran polarización de actividades y propuestas: “Cada vez tenemos más imposibilidad de espera porque estamos acostumbrados a una concentración muy fragmentada, a no esperar hasta ver un próximo contenido. Esto pasa desde cuando vemos una película o una serie y queremos adelantar ya para que empiece el próximo capítulo. La gran oferta de las plataformas nos hace que estemos con mucha ansiedad, alertas todo el tiempo a consumir información de distintas plataformas y nos pasa que llegamos a la noche y que como síntoma de época estamos quemados y quemadas”.
Bienestar y crianza digital
En el marco de su trabajo como consultora, Lucia hace hincapié en la idea del bienestar digital y por eso no analiza particularmente los efectos de una sola plataforma, sino de la cuestión técnica o tecnología que incide en la cultura de una época: “La humanidad desde siempre fue técnica, y las técnicas cambian la forma de ser y estar en el mundo. Hoy nos toca esta, donde las tecnologías digitales impactan en nuestra forma de vivir y si no sabemos cómo funciona es un problema. Hay una idea de que como no existe una regulación estatal en las plataformas rige cierta libertad, pero en realidad cuando hablamos de chicos y chicas las propias plataformas tienen sus regulaciones. Hay un debate para dar: ¿queremos que sean las plataformas, que a fin de cuenta son empresas, las que regulan que contenido ven los chicos, como esta armado el algoritmo, o hay un debate para dar en tanto educación y crianza? ¿Cómo acompañamos estos chicos que están usando medios que no conocemos y no sabemos cómo funcionan?”
En este sentido lo que resalta es la necesidad de preservar lo más posible a los chicos y chicas del ingreso prematuro al mundo de las redes y plataformas, y luego acompañarlos en el camino de lograr su autonomía, con el trabajo articulado junto a instituciones claves como la escuela, los clubes, etc: “tampoco tenemos que desconectarlos completamente o que no usen Internet. La crianza digital implica que hay cosas intermedias para hacer, decisiones que tomar. Si no logramos sacar las pantallas, podemos administrar el uso y consumo entre lo que es adecuado y lo que no”. Lucia entiende que la crianza digital es un trabajo, pero hay que hacerlo teniendo en cuenta qué medidas se puede tomar en base a las particularidades de cada situación, hogar o familia, y sobre todo sin juzgar porque en general la responsabilidad recae en las madres.
Lo primero que recomienda la especialista es establecer normas a cumplir y una rutina: por ejemplo, que si se le permite a un niño/a tener su propio dispositivo individual, se logre evitar la presencia de aplicaciones disponibles; o que sepan que en su casa no lo usan pero si eventualmente van a la casa de un amigo/a y lo tienen, pueden usarlo de forma excepcional.
En el caso de los adolescentes la especialista trabaja sobre el concepto de “Autonomía progresiva”: “Cuando vos, por ejemplo, le enseñas a cortar a un niño primero te vio usar el cuchillo, después le das uno por primera vez con menos filo, después lo acompañas y le enseñas, y por último le das autonomía. Eso trasládemoslo a Internet. Que vea al adulto cuidar su privacidad, imitación de comportamiento, y la clave es cómo pasar de la infancia a la adolescencia, porque en la primera etapa hay que protegerlos de contenidos dañinos pero luego algunas herramientas que son más invasivas hay que soltarlas, y la privacidad cobra relevancia en la pubertad y la adolescencia.”