Ídolos virtuales: cuando la música empieza a ser parte del metaverso

Cada vez más marcas y artistas recurren a avatars o experimentan herramientas del multiverso para encontrar nuevas audiencias en la virtualidad. Desde recitales hasta festivales, productoras y agencias de social media apuestan fuerte por el universo post-realidad.

20 de marzo, 2023 | 00.05

La digitalización de la identidad comenzó por la conquista de los fenómenos pop. Durante la última década, la música se animó a ser el espacio donde la experimentación tecnológica remixó sonatas, construyó escenarios con píxeles e inmortalizó cantantes en ídolos virtuales. Pero no basta cambiar una voz por su versión sintética, sino calibrar los lanzamientos que activen los algoritmos de las redes sociales y la curiosidad de los nativos digitales. Las publicidades en YouTube reproducen álbumes de nuevos artistas y las clásicas figuras del pop no lanzan sus singles sin un bailecito para viralizar en TikTok.

La fusión entre las posibilidades artísticas de lo digital comenzó en tanto el género pop estalló transformado en el frenesí de fanáticos y fanáticas que necesitaban siempre más de sus cantantes. La quimera músico-virtual se cristalizó en lanzamientos como los videojuegos de Michael Jackson en los ‘90, la banda de caricaturas Gorillaz y, más recientemente, recitales de avatares virtuales en espacios que intentan transformarse en metaversos. ¿Qué más necesita lo digital para conquistar el diálogo pop?

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Cantantes virtuales: entre redes sociales y recitales holográficos

El boom de la Session #53 entre Shakira y Bizarrap rompió Internet (y los Récords Guiness) por ubicarse en el centro de las interacciones virtuales. El ritmo apeló a millones de usuarios a grabar sus reacciones y convenció a otros a reproducirlo en búsqueda de mensajes ocultos. No importa qué época, el tópico de una separación desastrosa mueve “los chismes de barrio”, inclusive cuando ahora la vecindad está almacenada en la nube y tiene una extensión infinita.

La combinación entre agencias de social media y productoras son los que motorizan que la vida real se vuelque hacia lo virtual. Un gran ejemplo de esto es la banda Gorillaz, el conjunto animado de Damon Albarn (excantante de la banda Blur). Los personajes rompieron el molde a principio del nuevo milenio en el momento que aparecieron tocando en pantallas “holográficas” arriba de un escenario. Gracias a ellos, la sociedad se acostumbró a alentar la aparición de pixeles en una pantalla. 

La leyenda de los personajes de Gorillaz quedó sellada en el 2006, cuando se fusionaron con Madonna en la apertura de los Grammy Awards. La misma reina del pop pudo bailar entre ellos y habilitó la idea occidental que los ídolos virtuales también podían ocupar lugar en los escenarios. 

Aunque la dificultad técnica haya puesto un freno en estas interacciones, Gorillaz supo realizar el camino inverso y abducir al pop en su universo animado. Su último disco, Cracker Island, también fue anunciado con un comunicado de prensa que citaba a los personajes que componen el cuadro: “el nuevo álbum es el sonido del cambio y el coro del colectivo”, le hicieron decir a Noodle, la guitarrista animada. Detrás de las interacciones virtuales, jamás deja de estar presente Albarn, lo cual rompe la fantasía de criaturas extrahumanas que hacen música. Pero este no es el caso de otros ídolos completamente virtuales.

Vocaloid, los cantantes digitales que rompieron la realidad

Una de las herramientas que más influencia en el híbrido concreto-real de la música es Vocaloid. Este producto japonés se comercializó por primera vez en 2004 y su primera presentación propuso un sintetizador de voz artificial para que cualquier usuario pudiese contar con una voz artificial para cantar las letras de sus canciones. Su biblioteca, que se actualiza con cada nueva iteración, está repleta de sonidos con distintos efectos, registros, entonaciones y los principios silábicos de decenas de idiomas.

Pero Vocaloid se convirtió en un modelo de éxito al proponerse como una ídolo pop en caja. De esta manera nació el personaje Miku Hatsune, un avatar virtual que personificaba las voces sintetizadas por el programa y que se convertiría la cara de uno de los más redituables proyectos musicales de la historia. Gracias a la integración del software Miku Miku Dance, las personas tenían la posibilidad de manejar a la cantante digital, crear sus propios videos musicales y postearlos en sus redes sociales hasta convertir sus temas en clásicos.

Por supuesto que el fenómeno Vocaloid integró nuevos personajes y diseños a lo largo de su evolución, además de aprovecharse de un universo de marketing y la maravilla tecnológica de los recitales “holográficos”. Según los analistas de Statista, los ídolos digitales recaudaron un poco más de 81 millones de dólares solo en 2022. Con apenas por una diferencia de siete millones, esto es lo mismo que recaudó Bad Bunny durante el mismo período, quien no solo es de carne y hueso, sino que fue nombrado por Billboard como el artista del año y se condecoró como el más popular en Spotify por tercer año consecutivo.

La última iteración del programa Vocaloid (Vocaloid 6) también fue lanzada el año pasado, donde se agregaron 4 “nuevos cantantes” que pueden hablar por default en inglés y japonés. Yamaha, empresa responsable del desarrollo, anunció que en esta fábrica de músicos digitales también se podría importar audios de canciones para que su Inteligencia Artificial la recree con la voz de sus personajes.

Ni acá ni allá: cantantes humanos con un espacio en el metaverso

La pandemia obligó a la sociedad a pensar en la digitalidad no solo como un medio de comunicación, sino un espacio dónde habitar. Es a esto a lo que se llamó “metaverso”, el soporte digital donde las personas tuviesen una extensión virtual de su vida. Los festivales y eventos de música fueron los pioneros en masificar una realidad híbrida con el lanzamiento de merchandising digital, Non Fungible Tokens (NFTs) y más elementos que construyen la identidad en la web.

Los experimentos más exitosos fueron con los usuarios de videojuegos, ya que se aprovechó la arquitectura de distintos mundos masivos y gratuitos. De esta manera, Travis Scott y Ariana Grande dieron recitales con sus avatares digitales en Fortnite, el famoso juego de género battleroyale donde cada jugador cuenta con un personaje que puede customizar. 

Gracias a esta tendencia, los premios de MTV Video Music Awards (VMA) decidieron que ya era momento de reconocer el trabajo técnico que propone un lanzamiento en el metaverso. Con un total de 320 millones de votos, el premio a “Mejor Performance en el Metaverso” se lo llevó el evento de la banda coreana Blackpink, que realizó un estreno en el videojuego PUBG Mobile.

La liga de fútbol americano de Estados Unidos (NFL), también se enlistó en la realidad virtual con la creación de Rhythm City en Roblox, otro megapopular videojuego que tiene una especie de “salas” masivas para que los usuarios pasan el tiempo. Durante febrero, la productora Warner Music Group creó un recital de la artista de hip-hop Sawtie, el cual  tendría 31 fechas hasta el comienzo del evento deportivo.

Cada festival en su propia nube digital

El festival Coachella ingenió una alianza clave para encontrar nuevas audiencias en el metaverso. En colaboración con el mundo de Fortnite, puso a disposición del público (por un módico precio) ropa digital para los avatares de los jugadores y jugadoras, eventos especiales que hacían eco de sus recitales y retos temáticos que interactuaban en tiempo real durante las fechas.

Inclusive para aquellas personas que se piensan excluidas de la digitalización, los métodos de interacción entre lo virtual y concreto dicen presente. Opciones como el “Lollacashless” un sistema que permite a los asistentes a cargar dinero en una billetera virtual para canjear por los productos de los stands presenciales. ¿Cómo hacerlo? Desde un rincón del universo digital, que por ahora, solo tiene forma de landing page.

Los nativos digitales comprenden que todos los rincones de la cultura están atravesados por lo virtual. De alguna forma u otra, la transformación de los ritos de consumo son los que terminan por construir híbridos perfectos entre la vida concreta y las actividades digitales. En este nuevo paradigma de bits y gigas se convirtió en un imprescindible en una época donde la historia se está escribiendo con tinta tecnológica.