Si bien la discriminación hacia comunidades originarias mermó a lo largo de los años, todavía se pueden encontrar discursos racistas contra ellas. En este proceso de deconstrucción social muchos paradigmas han cambiado y las nuevas generaciones, en términos generales, tienen la facilidad de decodificar de forma más ágil algunos discursos. Sin embargo, para las mujeres indígenas todo ha sido más dificultoso. En el Día Internacional de la Mujer Indigena analizamos el presente junto a Kantuta Killa, integrante de la comunidad urbana Ayllu Mayo Wasi, quien recientemente sufrió un episodio de discriminación en vivo de un móvil televisivo, hecho que tomó especial relevancia en la agenda mediática y provocó dos mil reclamos y denuncias en la Defensoría del Público.
Las comunidades originarias no solo nacen y se desarrollan en los campos, o montañas, tal como podría parecer en el imaginario social. Existen comunidades urbanas, como la que integra Kantuta, en la que se trabaja en la conservación de la lengua ancestral; en la recuperación de los telares; la práctica de danzas y cantos ancestrales y hasta se celebran festividades tradicionales. “Yo nací y me crié en Villa Martelli, como cualquier ciudadano, pero siempre sentí interés y pasión por la cultura originaria. Hace muchos años, cuando me auto-reconocí, pude entender muchas de las dudas que tenía sobre mis intereses”, expresó a El Destape.
La historia de Kantuta
Kantuta Killa junto a su marido Wari Rimachi comparten su cultura a través de diferentes actividades que desarrollan en un local donde funciona la comunidad, el cual también cuenta con un espacio ceremonial para los momentos sagrados de los pueblos indígenas.
Ella decidió poner en marcha esta comunidad urbana de Villa Martelli hace más de 25 años. En su relato histórico, ella cuenta que, en el intento de entender sus gustos e intereses, decidió estudiar la carrera de Derecho, se inició en la militancia estudiantil y hasta intentó estudiar Antropología. Sin embargo, comprendió que sus pasiones no debía percibirlas desde afuera, sino que debía ser parte de ellas.
“En los años de estudio de la carrera de Antropología me di cuenta que lo que necesitaba no era ver el conocimiento ancestral como un tercero, sino que también me pertenecía”, sostuvo.
También le dio lugar a la abogacía y durante 33 años trabajó en el poder judicial de la Nación, donde vio y vivió infinidad de acontecimientos que describe como injustos. Si bien su cargo público no le permitió ser litigante en causas que acompañaron a diferentes comunidades, sí lo realizó desde la palabra y el asesoramiento. “Hay cosas que están en uno, como el sentimiento de defender los derechos y estar con quienes se encuentran en una situación de debilidad”, expresó Kantuta a este medio.
En la actualidad, continúa con el trabajo dentro de su comunidad y forma parte del grupo de apoyo al Malón de la Paz que, sin ser escuchado por parte del gobierno de Jujuy, viajó hasta la provincia de Buenos Aires en busca de respuestas para sus necesidades. Hoy realizan una manifestación en Tribunales en conmemoración al Día Internacional de la Mujer Indigena.
Ser mujer indígena en la actualidad
El concepto de interseccionalidad trata de explicar cómo dos o más factores sociales intervienen en la definición de una persona. Entre ellos, podemos mencionar el género, la etnia, la raza, la ubicación geográfica y hasta la edad. Todos y cada uno de esos conceptos forman parte del análisis que debe hacerse a la hora de entender las posibilidades, o imposibilidades, que tienen las personas en la vida cotidiana.
Desde ese punto, se pueden destacar la infinidad de dificultades que se les han presentado a las mujeres a lo largo de la vida en comparación a la figura masculina. En ese sentido, Kantuta agregó la condición de ser mujer indigena y sostuvo: “Nosotras nunca formamos parte de los estándares de comportamiento, ni de los estéticos, por eso para las indígenas siempre fue más difícil de exigir sobre nuestros derechos y vivir una vida de desarrollo pleno”.
Lo que hay que rescatar del olvido
Las comunidades originarias se encuentran distribuidas a lo largo de toda la Argentina. Pese a su presencia innegable, su cultura se fue perdiendo con el correr del tiempo. De ahí viene el interés de sus integrantes de volver a poner en valor sus raíces y costumbres.
En ese sentido, Kantuta sostuvo: “Es necesario que desde pequeños se enseñe la diversidad y la integración. Tiene que haber una educación intercultural y con más escuelas que enseñen la lengua originaria”.
Entre los objetivos de profundizar en la divulgación de sus culturas, destacó la posibilidad de disminuir las situaciones de discriminación, como la que le tocó vivir en un subte de la Ciudad de Buenos Aires, cuando una movilera de Canal 13 se burló, en vivo, de ella y su marido. “Nosotros siempre estamos solos en esos momentos de bullying, pero esta vez fue muy diferente porque ni bien ocurrió ya nos enteramos del repudio y después de las denuncias”, expresó sobre este hecho puntual.
El mal momento que vivieron se viralizó en cuestión de segundos y la respuesta por parte de la gente tampoco se hizo esperar. “El pueblo argentino está madurando y no se deja llevar por la corriente de pensamientos excluyentes. Se están poniendo límites y es bueno el debate”, agregó.
Por tal motivo, destacó la importancia del Día Internacional de la Mujer Indigena, que se celebra cada 5 de septiembre en Argentina, en conmemoración a la muerte de Bartolina Sisa, una mujer del Pueblo Quechua que fue asesinada por las fuerzas realistas durante la rebelión anticolonial de Túpaj Katari, en el Alto Perú. “Bartolina Sis es nuestra lideresa, porque nos demostró que las mujeres podemos hacer una gran revolución. Nos da fuerzas para decir que nosotras también podemos con lo que se nos presente”, resaltó Kantuta al referirse a esta fecha particular.