¿Por qué el gobierno libertario tiene una Secretaría de Culto y Civilización?

La reescritura de la historia de este gobierno se hace como farsa, pero aun viéndole sus costuras toscas el dedo se mete en las heridas. Frente a un proyecto civilizador de la ultra derecha reaccionaria, necesitamos una visión periférica que permita entender-nos en las múltiples resistencias.

30 de agosto, 2024 | 16.26

Escribo el día en que se recuerda a las víctimas de desapariciones forzadas, 30 de agosto, una fecha en el calendario internacional impulsada por los países de América Latina en los organismos multilaterales. Nuestro continente está plagado de desapariciones. Escribo el día en que las redes sociales que uso -Instagram, X- replican nombres, historias, afectos, identificaciones que llegaron décadas después, rostros de personas desparecidas; padres, madres, hermanos o hermanas. También abuelos y hasta bisabuelas de la generación de adolescentes que hoy crecen entre las selfies, el mandato de triunfo individualista, resistir la adicción a las apuestas. Escribo por mi madre, Marta Taboada, secuestrada y desaparecida en octubre de 1976, asesinada en 1977, identificada en 2010 por el EAAF. Los pocos restos óseos que “aparecieron” son pruebas materiales y judiciales de los muchos crímenes de lesa humanidad que quisieron ocultar. Garantizar impunidad, eso es desaparecer. Lo mismo por lo que claman ahora los genocidas y encuentran su vocera en Victoria Villarruel y en toda la organización de una vista oficial de diputados a unos pobres viejitos que llamativamente fue denunciada por Lourdes Arrieta y Rocío Bonacci. Aunque ese hecho había sido develado antes a través de los periodistas Yvi Cángaro y Mauro Federico.

Esta historia ha sido contada muchas veces, mamá no era Montonera. Parece un chiste decirlo pero viene a cuento después de que Victoria Villarruel simplifique las luchas políticas de los años ’70 en “todos los montoneros tienen que estar presos” sin considerar cuántos de esos militantes ya estuvieron presos y presas, cuántos otros y otras estuvieron largos años detenides-desaparecides, cuántxs más fueron ejecutados de manera sumaria y desaparecides también. La reescritura de la historia de este gobierno se hace como farsa, pero aun viéndole sus costuras toscas el dedo se mete en las heridas; también en el cansancio, cierta depresión sostenida en amplios sectores de la población que ya ni pueden acceder a la atención de su salud o que consideran a esa atención un lujo porque todavía pueden comer todas las noches. ¿Llegará el día de reconstruir alianzas de lucha en lugar de andar contándose las costillas de la jerarquía de las urgencias?

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El gobierno libertario designó esta semana en Cancillería a un secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo, un joven aguerrido en las ideas de ultra derecha e integristas que se supone debe seducir al Papa Francisco con los espejitos de colores que tiran los funcionarios de Javier Milei a los fundamentalismos religiosos: la negación de la existencia de personas trans, el recitado versito de la familia “natural” -sinónimo de heterosexual- con hijos protegidos de la “ideología de género”, autoridad paterna e instinto maternal como base de la sociedad y como “necesidad del individuo”, según dijo Mariano Cúneo Libarona en el Congreso, también esta semana. Lo del ministro de Justicia es realmente apabullante, no sólo porque defiende su negacionismo sobre las personas trans y travestis y sobre las leyes en vigencia en nuestro país -como la ley de identidad de género, sancionada en 2012- como un cruzado sino porque nada en su historia de vida pública lo avala para hablar de “volver a los valores, a la familia, a los próceres”, como pregona cuál si fuera un cuáquero. Además, mostró su desorientación porque le impugnen algo que había “copiado tal cuál del discurso de Milei”.

Juan Grabois se indignó enseguida por esta escena, pero no por lo dicho por el ministro cuando fue citado en el Congreso para explicar el por qué del desmantelamiento y desfinanciación de las políticas destinadas a prevenir las violencias por razones de género y a acompañar a las víctimas. Se indignó por la infinidad de respuestas -en redes sociales, sí- a esos dichos de Cúneo Libarona, también a la declaración de guerra de Victoria Villarruel en su acto anual de reivindicación de las víctimas del terrorismo en los años ’70.

“Si no nos damos cuenta que ponernos a discutir todo el tiempo las idioteces de Cúneo Libarona y las patoteadas de Villarruel mientras hay una hambruna tremenda, los sueldos no alcanzan para nada, la pobreza castiga a medio país, aumenta la desocupación, no se puede comprar los remedios y está todo hecho mierda es caer en la agenda de ellos, estamos jodidos”, escribió Grabois en X. Y también recibió miles de respuestas. El dirigente de Argentina Humana está convencido de que estas disputas simbólicas sirven para tapar el hambre, que sería lo verdaderamente importante -y cómo negarlo- ¿pero tiene una urgencia que tapar a otra? ¿Es digna la vida si podés comer pero te niegan la existencia misma?

Es desde los movimientos ambientalistas que se alerta sobre una “crisis civilizatoria” a la que muchos y muchas intelectuales feministas, ecologistas, de izquierda, de centro, desde los movimientos sociales, campesinos e indígenas han descripto desde su poli dimensión: por el agotamiento de la propia idea de progreso como sinónimo evolución de la humanidad, como bólido imparable que sólo puede replicarse a sí mismo; por el agotamiento al que se somete al planeta; por los modos exagerados de producción de alimentos que lejos de acabar con el hambre promueven la desigualdad entre norte y sur global; por la naturalización de la crueldad de la guerra y el negocio de las armas; porque nada del progreso tan promovido ha terminado con el racismo ni las jerarquías de unos cuerpos sobre otros. Los libertarios y las ultraderechas globales han leído bien la crisis civilizatoria, pero su respuesta es el negacionismo: aplican la nostalgia de un mundo tranquilo que nunca fue, con las familias pobres sentadas a la misma mesa, hombres que trabajan, mujeres que cuidan. ¿Con qué fin? Sostener la idea de sacrificio para seguir alimentando las cuentas fiscales con el hambre de la mayoría, hacer creer que el problema son otres -así, bien con “e”- que vienen a desarmar el último refugio de los “argentinos de bien”, poder reinar en algún lado, al menos dentro de sus casas, aun a fuerza de violencias.

Frente a un proyecto civilizador de la ultra derecha reaccionaria, necesitamos una visión periférica que permita entender-nos en las múltiples resistencias. Ni el hambre está separado de la tarifa de gas y el extremo entreguismo del RIGI y las muchas reformas que habilitan la ley bases y el DNU inicial de Javier Milei; ni la negación de lo que implica la inequidad por razones de géneros o la existencia misma de familias no heterosexuales o personas trans y travestis está separada de los acuerdos sobre la condena al genocidio perpetrado por la última dictadura cívico militar en nuestro país. Si la ultra derecha de Milei niega el cambio climático es porque, como dijo el ex ministro de energía de Macri en esta entrevista “hay que apurarse a extraer antes de que el cambio climático lo impida”. Si la ultra derecha conservadora que encarna Karina Milei como ángel de la batalla cultural nombra a un Nahuel Sotelo en Cancilleria, entre otras delicias de sus toques de maquillaje -tipo anular el Salón de las Mujeres- es porque saben que el tejido social que puede enfrentar a este gobierno de saqueo está en los barrios, entre las compañeras que levantan las ollas populares, las travestis que dan clases de dignidad y conciencia de clase cocinando con ellas; también entre jubilados y jubiladas que no solamente tienen padecimientos, también tienen saberes.

Porque esta semana también fueron reprimidas las organizaciones de jubilades, personas que fueron jóvenes en los ’70, que saben de la politización de la vida de más cerca o más lejos, que ocuparon las calles cuando todavía tomar el cielo por asalto no era algo que pasaba en otro lado sino acá nomás, en nuestro diverso territorio, con múltiples actores y actrices. “Pasiva las pelotas” , sostenía un cartel una jubilada en la plaza unos segundos antes de la represión. Ella seguro recordaba a Norma Plá -defensora de las jubilaciones y combativa hasta su último minuto- y también vio la reivindicación feminista de su lucha. Y sabe, como sabemos todes, que la dignidad de la vida no es sólo comer todos los días, también es luchar, como decía la bandera del Frente de Liberación Homosexual en 1973, “hasta que reine en el pueblo el amor y la igualdad”.