La gran discusión que está dando la región en materia de derechos e igualdad para las mujeres y diversidades tiene que ver con la "Sociedad del Cuidado", concepto clave del último foro intergubernamental regional de las Naciones Unidas y la Celac que se realizó en Buenos Aires y del que participaron en total 1168 personas, entre parlamentarios de 15 países de América Latina y El Caribe, integrantes de la sociedad civil, funcionarios y representantes de agencias de la ONU. El Destape habló con uno de ellos, Paul Ladd, director del Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD), sobre los desafíos y el margen de acción que tienen por delante los Estados para llevar adelante políticas que garanticen este cambio, que resulta tan simbólico para la agenda de los feminismos pero también ostenta una oportunidad económica inigualable, sobre todo para los países que están atravesando crisis, como la Argentina. Pidió que se avance a pesar de "tener al FMI golpeando la puerta".
Para Ladd, quien participó activamente del intercambio en paneles durante la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, no quedan dudas de que "el capitalismo se construyó sobre las espaldas del trabajo de cuidado no pago de las últimas siete décadas". De hecho, él lo define de forma metafórica como "el punto ciego" del sistema económico, ese que miró al costado durante años cuando las mujeres absorbieron el trabajo no remunerado sin ningún tipo de reconocimiento. "Todavía son las mujeres las que se ocupan de las personas mayores de la familia, las que cuidan a los más chicos. Y todo eso está oculto", advirtió el director de UNRISD. No obstante, aseguró que en este momento particular el mundo está atravesando muchos cambios, impulsados por la "demanda de derechos y de participación de las mujeres en el mundo del trabajo" al calor del protagonismo de los feminismos.
Eso se contradice, por otro lado, con la "reacción en contra de la agenda de género" sobre la que también alertó Ladd y que atribuyó a la "polarización de los discursos de odio" que se refleja, sobre todo, en las redes sociales. "Estados Unidos tiene esta tendencia marcada en el tiempo de retroceder sinuosamente derechos a las mujeres", dijo al referirse a la regresión al derecho al aborto en ese país. Mencionó también que hubo una marcha atrás en derechos en Europa del Este e inclusive en América Latina.
En lo que respecta a Argentina, pidió a los diputados que están evitando el avance del proyecto para la creación del Sistema Nacional de Cuidados (SINC) en el Congreso que "miren los datos económicos" y los informes que dan cuenta del potencial de la inversión de cuidados: "se recupera sola". "Es muy difícil invertir en cosas que son muy positivas cuando la inflación está alta, cuando el FMI golpea tu puerta, pero es un tema de tomar decisiones", remarco sobre los supuestos obstáculos que algunos ven en la aprobación del SINC. En ese sentido, mencionó la importancia que tuvo la incorporación de las empresas en el modelo uruguayo, el único SINC garantizado por ley en la región.
—¿Cómo se puede cambiar la forma en que los Estados enfrentan sus políticas para que las mujeres puedan tener más derechos humanos, en términos concretos, en lo que respecta a los cuidados?
—Estamos al principio del camino en términos de cuidados en el continente. De hecho, solamente un país tiene Sistema Nacional de Cuidados: Uruguay. Ese fue un proceso interesante, porque no fue solamente de diseñar políticas sino de hacer un plan integral para alcanzarlo. Estuve hablando con delegaciones de Bolivia, Perú, Argentina, Chile y todos me preguntan lo mismo: cómo lo hacemos. Y yo les respondo que hay algo muy concreto que tiene que ver con cómo lo pueden pagar: con qué impuestos se va a financiar. Pero también hay que tener en cuenta los contextos específicos, porque cuando hablamos con delegaciones con variadas regiones y realidades. Los países que quieran seguir a Uruguay tienen que tener en cuenta que las políticas que se aplicarán ahí tendrán que ser diferentes.
—¿Crees que las metas planteadas para 2030 en materia de igualdad de género y reducción de brechas de género son alcanzables en este escenario actual? ¿Qué falta?
—Bueno, también tuvimos las metas del milenio. Tuvimos grandes avances en educación, en salud y en disminuir la pobreza. Creo que la agenda 2030 son muy aspiracionales. El mundo tiene que lograrlo en 8 años y, mirando las trayectorias, claramente no serán alcanzables, tampoco en lo que refiere a la igualdad de género. Esto no plantea un escenario incorrecto, solo hace el camino un poco más largo para los Estados pero también para las personas, las comunidades involucradas. Se trata de motivar la acción de los gobiernos, el sector privado y las organizaciones. Desafortunadamente, lo que vemos en lo que respecta a género es una reacción en contra, un retroceso.
—¿Te referís a que la pandemia volvió todo más complicado para los Estados y también, entonces, las instancias internacionales donde se discuten esos temas no tuvieron tanta preponderancia?
—No fue solo la pandemia. Hubo una polarización muy marcada de pensamientos en estos años, sobre todo en las redes sociales, en las que se vio a muchas personas pelear realmente por sus creencias, con mucho odio también y polarización sobre la agenda de género y contra el “despertar” de años anteriores. Hubo un retroceso en Estados Unidos en lo que respecta al derecho al aborto, marchas atrás en el este de Europa y también en algunas partes de América Latina, y eso hay que procesarlo. Nosotros sabemos que el avance de las metas no va a ser siempre constante, pero lo que vemos en relación a las brechas de género y derechos de las mujeres, es que a veces van directamente para atrás.
—¿Podés mencionar algunos países en particular?
—Estados Unidos, como decía, es uno de los países que tiene esta tendencia marcada en el tiempo de retroceder sinuosamente derechos a las mujeres. Esto es sumamente poco saludable y profundamente problemático para las mujeres que viven allí. Pero hay varios países también en Europa del Este donde se vive eso. Bueno, recientemente, en Latinoamérica, algunos estaban embarcados en ese proceso y después tomaron la decisión política de ir en contra, Chile, por ejemplo.
—¿Qué diría de Argentina en cuanto al reconocimiento y valoración del trabajo de cuidados no remunerado? ¿Qué podría mejorar?
—No soy un experto del sistema de aquí, pero los sonidos del presente me parecen muy alentadores. Recién escuchaba a la delegación y mencionaba que esperaban crear un sistema nacional de cuidados a través del respeto y ese me parece un camino muy importante. Argentina, como muchos países alrededor del mundo, en los próximos tres o cuatro años van a enfrentar momentos realmente duros en materia económica. Es muy difícil invertir en cosas que son muy positivas cuando la inflación está alta, cuando el FMI golpea tu puerta para reclamarte pagos, pero también por la deuda externa que tiene el país por fuera de este organismo.
—¿Cómo avanzar, entonces?
—Es un tema de tomar decisiones. Al final del día, pagás impuestos, cobrás impuestos y podés decidir en qué invertirlo. La inversión en cuidados, como hemos visto en todas las estadísticas de Celac y ONU Mujeres en los últimos años, si lo hacés bien, se paga sola: eso libera a las mujeres a ir a trabajar y se reactiva la economía.
—Si es tan positivo, ¿por qué no está entonces en el primer lugar de las agendas de los Estados que tienen problemas económicos y buscan una reactivación?,¿es el principio de una solución para un problema importante que enfrentan muchas economías pero también algo muy arraigado relacionado con la cultura patriarcal?
—Y ahí tenés una respuesta. Los cuidados han sido el gran punto ciego del capitalismo. Para las mujeres es muy fácil absorber el trabajo no remunerado y no ser reconocidas por eso, en tanto que los hombres tradicionalmente son los que van a trabajar, tienen salarios y los controlan. Incluso todavía son las mujeres las que se ocupan de las personas mayores de la familia, las que cuidan a los más chicos. Y todo eso está oculto. Si se quiere, el capitalismo se construyó sobre las espaldas de todo el trabajo de cuidado no remunerado de las últimas siete décadas. Lo que está cambiando ahora es que eso se reconoce, hay una demanda de derechos, de la participación de las mujeres en el mundo de trabajo, una demanda de representación política y otra para que se remunere el trabajo que se estuvo haciendo hasta ahora. Es difícil porque la sociedad es patriarcal y recién estamos lentamente evolucionado por fuera de ella. Entonces, hay una respuesta ahí pero tiene que haber un cambio cultural: hay que tomar decisiones duras también para pasar a cobrar impuestos y colectar dinero para invertirlo en un sistema de cuidados en sociedades que siguen siendo patriarcales.
—No sé si usted sabe, pero el presidente Alberto Fernández presentó un proyecto en el congreso para crear un sistema nacional de cuidado. Tiene más de cinco meses y no se ha discutido, ¿qué le diría a los diputados que no están acelerando su tratamiento o que creen que no es importante?
—Les diría que miren la evidencia económica. Yo trabajé en el Tesoro de Gran Bretaña y el cálculo simple tiene que ver siempre con saber si vas a obtener dinero de lo que estás gastando. Invertir en cuidados es hasta racional económicamente en esos términos. Se recupera y paga solo rápidamente. A veces no tiene que ver con lo económico sino con lo cultural. Lo que fue importante en Uruguay, en ese sentido, fue que la coalición política que eventualmente logró la creación del Sistema Nacional de Cuidados estuvo integrado por organizaciones de mujeres, el gobierno y también las empresas, porque se dieron cuenta que creaba un mejor ambiente para que puedan hacer negocios y entendieron que tenían que pagar un poco más a través de impuestos o contribuciones pero al final del día entendieron que tenían una fuerza de trabajo más grande, robusta y más feliz por el sistema de cuidados. Entonces, lo que a mi me interesa ver en lo sucesivo es qué coalición será acá la que los lleve al final de la meta.