Esta semana, y luego de estar cerrada por un año, se volvieron a abrir las puertas de la histórica pizzería Burgio. El local, ubicado en Avenida Cabildo 2477, promete mantener el sabor original de su pizza, conocida por ser al molde, al corte y horneada a leña.
El local supo cosechar fanáticos de su pizza y su característica “vitamina”, una especie de salsa que se compone de ajo, perejil, orégano, ají molido y aceite. Por allí pasaron familias enteras, estudiantes y escritores. Solía llenarse luego de los partidos de fútbol de River, Excursionistas o Defensores de Belgrano, o después de algún recital. También era un paso obligado a la salida de los cines de la avenida Cabildo. Por eso, cuando se anunció el cierre, los vecinos y vecinas del barrio inundaron las redes sociales con mensajes y recuerdos de historias y anécdotas sucedidas en la emblemática pizzería.
La pizzería fue inaugurada en 1932 y el nombre Burgio fue en honor al apellido de Giuseppe, el italiano que la fundó en aquel entonces. Luego, en 1960, quedó a cargo del asturiano Alberto Méndez y amigos suyos de origen gallego, que pertenecían al rubro gastronómico. Ellos le dieron una impronta propia al negocio, donde se volvieron habituales las charlas y los vínculos amistosos con los clientes. La pizza se podía comer “de parado” o sentado en mesas ubicadas al fondo del salón, siempre servida en pequeños platitos metálicos. Fernando, hijo de uno de los hombres de aquella generación, es quien lo administró hasta septiembre de 2021. Para esta nueva etapa, lo cedió en alquiler.
La nueva gestión
El nuevo administrador, Gonzalo Louro, tiene locales gastronómicos en otros barrios porteños. Su padre tuvo una pizzería Kentucky antes de que se convirtiera en cadena y administró el bar Loisir, otro local histórico del barrio de Belgrano. Cuando se enteró que Burgio estaba en alquiler, dice, “no lo dudó”.
“El cartel de alquiler estuvo un mes. Me parecía una lástima que viniera una farmacia o un local de venta de accesorios de celulares. Las pizzerías me parecen de lo más representativo de la Ciudad”, señala en diálogo con El Destape.
Gonzalo asegura que la pizza de Burgio respetará su receta original, aunque hará algunos cambios para “mejorarla”. Por ejemplo, los tomates y los morrones dejarán de ser de lata. “Reparamos el horno para que siga siendo a leña, que es una de las grandes características de Burgio. Hoy por hoy hay pocas pizzerías que mantengan el horno a leña. Nos juntamos con los dueños a cocinar y tratamos de tomar todo lo que veíamos para empezar a estandarizarlo un poco. Además, mantendremos a uno de los históricos pizzeros del local”, detalla Gonzalo.
La nueva camada de trabajadores del local empezó a realizar tandas de pizzas para darle de probar a los vecinos y vecinas del barrio que pasaban por la cuadra. “Los clientes que eran habitués nos dijeron que sienten que es el sabor original de Burgio, y si bien tiene detalles a mejorar, eso es lo más importante. En eso no había que errar. Yo quiero que la gente siga viniendo a pesar del paso del tiempo”, resalta Gonzalo.
Además de la pizza, el local mantendrá sus típicas empanadas fritas de carne y agregarán la opción de que sean al horno. Otras novedades serán el café (el local nunca había tenido cafetera), la pastelería y postres. “Habrá tortas, helados y churros”, cuenta. El moscato también cambiará: habrá uno de una bodega mendocina, embotellado con la marca Burgio. El horario de atención se ampliará y será desde las 7:30 de la mañana hasta la 1 de la madrugada.
La estética del lugar
Burgio tiene dos sectores: el de adelante, que cuenta con tres mostradores para comer “de parado”, y un salón al fondo para sentarse, cuyas paredes están cubiertas de coloridas venecitas, un detalle característicos del lugar.
“No creo que haya que mantener este tipo de lugares solo por el hecho de acumular años y tampoco se tienen que aggiornar a nuevas modas, porque a veces es un error. Estaría bueno que estos lugares se mantengan vigentes dentro de su estilo”, describe Gonzalo.
El local contaba con elementos de decoración de distintas épocas, porque a lo largo de las décadas se realizaron distintos arreglos. “Si bien era antiguo no era uniforme. La parte de adelante, como cliente, no me gustaba, pero me daba cosa tocarlo porque suponía que eran históricos”. La cartelería es nueva, pero está basada en la tipografía original. Las mesas son las mismas de siempre, al igual que los ventiladores metálicos y el icónico teléfono público antiguo color naranja, que permanece en su lugar.
La expectativa de los vecinos y vecinas del barrio
Algo que llamó mucho la atención es la cantidad de gente que se acercó al local cuando comenzó a verse nuevamente movimiento. “Desde que pusimos el cartel y empezamos a pintar, todo el tiempo venían incesantemente a preguntarnos cuándo abríamos. Me ponía en la puerta 15 minutos y las personas me preguntaban cuánto faltaba y qué íbamos a hacer”, detalla.
El fanatismo por la pizza de Burgio llevó a la creación de un grupo de Facebook en la que los fanáticos y fanáticas comparten la expectativa por la reapertura. “El público que esperamos es el habitué de Burgio y también buscamos ampliarlo. La idea es que el que venía acá no se sienta extraño al volver. Y también traer a alguien que por ahí no pasaba. Ojalá puedan convivir todos”, sintetiza Gonzalo.
Agustín Menéndez, administrador de la cuenta @Belgranohisto, dedicada a la historia del barrio porteño de Belgrano, asegura: “El lugar está mejorado en términos de espacio, iluminación y con una mayor oferta en postres y comida en general. La reapertura estuvo muy bien excepto que, el día de su inauguración, se quedaron casi sin material dada la enorme demanda de pizzas, especialmente la de fugazzetta. Hay una gran cantidad de mozos y gente atendiendo detrás del mostrador y eso está muy bien ya que reduce los tiempos de espera y atención”, describe.
Por último, destaca la importancia que tiene que siga abierto y vigente un lugar que tiene tanta historia. “Es importante que siga estando, aunque modificado, porque habiendo estado desde 1932, es un lugar que une y unió a numerosas generaciones de belgranenses. Definitivamente es un espacio tanto de memoria como de presente”.