Hace cinco años, el juez Pablo Raffo, del Juzgado N° 2 de San Miguel, provincia de Buenas Aires, se enfrentó a un caso que lo llevó a pensar en la necesidad de generar nuevas opciones a la hora de buscar familias dispuestas a acompañar a preadolescentes y adolescentes que, por diferentes motivos, no pudieron ser adoptados. Se trataba de un chico de 12 años que estaba internado en un estado muy grave y que, una vez que obtuvo el alta, si el juzgado no conseguía un entorno de cuidado seguro y personalizado, corría grandes riesgos. Gracias a un mensaje que circuló velozmente por WhatsApp, una pareja se propuso para ser los cuidadores de este chico, que hoy está sano, creció un montón y sueña con una vida mejor.
Sin embargo, estos pequeños “milagros” no son frecuentes. Por eso, a los pocos meses de aquella búsqueda contrarreloj, en 2019 Raffo propuso crear el Registro de Cuidadores Familiares, que depende de la Corte Suprema de Justicia bonaerense.
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Se trata de una herramienta que permite a las juezas y jueces de la provincia tener a mano una lista de personas o parejas dispuestas a acompañar a preadolescentes y adolescentes sin cuidados parentales, de entre 10 y 17 años, alojados en hogares convivenciales, ya sea porque no se han encontrado postulantes en el Registro Central de Aspirantes a Guardas con Fines de Adopción, porque las convocatorias públicas tampoco dieron resultado o porque las y los jóvenes no brindan su consentimiento subjetivo para ser adoptados.
La propuesta es que, así como existe el registro de adoptantes, haya uno de cuidadores y que, cuando aparecen casos como el de aquel joven, se cuente con estos legajos de familias, con la ventaja de que las y los inscriptos ya fueron previamente evaluados y capacitados, lo que hace que el proceso sea mucho más rápido, en especial, frente a situación de urgencia. “Este Registro parte de reconocer que el Estado tiene que darle una respuesta a estas chicas y chicos más grandes, que les debe una protección especial”, asegura Raffo.
Para tener una idea de números, en la provincia de Buenos Aires hay 209 convocatorias públicas para niñas y niños de entre 10 y 17 años, más del doble que las de menos de 10 años, que son 79. La mayoría llevan muchos años de derroteros y pasaron a formar parte del universo de los llamados “chicos más grandes”, pertenecen a grupos de hermanos o tienen alguna discapacidad o problema de salud.
Justamente, en ese universo pensó el matrimonio de Lucila Carbone (47) y Federico Zorzo (48) cuando decidieron inscribirse. “Empezamos a buscar otras formas de poder darles una oportunidad a adolescentes, encontramos el Registro de Cuidadores Familiares y nos inscribimos”, relata Lucila, que es licenciada en Educación. Al poco tiempo, los convocaron del juzgado de San Miguel, en donde tuvieron las entrevistas, hicieron actividades de reflexión y participaron de charlas. “Te ponen en escena todo lo que puede llegar a ocurrir. A los seis meses conocimos a dos adolescentes”, agrega.
Para muchas y muchos de estos chicos que ya atravesaron varios intentos fallidos y experimentaron rechazos, volver a confiar es lo más difícil. “Es entendible que te digan ‘no va a haber familias para mí’ o ‘yo no quiero ser adoptado’”, explica Raffo. Por eso, cuando el magistrado les contó a dos hermanas de 14 y 15 años que había una pareja interesada en conocerlas, las chicas no podían creerlo: “¿Una familia para nosotras?”, recuerda que le dijeron, sorprendidas. Ellas le habían explicado que no querían ser adoptadas, pero sí que deseaban crecer en una familia.
Después de la entrevista donde Lucila y Federico conocieron detalles de las niñas, su situación familiar y la cantidad de hermanos que tenían, las conocieron. Ellas estaban en un hogar en el interior de la provincia –suele pasar por la falta de vacantes en instituciones cercanas a los registros– y empezaron a visitarlas. Primero fueron salidas; luego, comenzaron a quedarse a dormir, y hace casi dos años viven juntos.
Lucila destaca la importancia de la mirada atenta y amorosa que a estas chicas y chicos les da vivir en un entorno familiar, a diferencia de crecer en una institución. Y Federico lo refuerza: “Ves cómo van cambiando, por ejemplo, su forma de relacionarse, y un paso importantísimo: empezar a confiar. Es hermoso”. Ambos recuerdan que la primera vez que llegaron al hogar ellas ni los miraban. “Se ponían de costado, tenían miedo. Estaban nerviosas. Nosotros también, porque no sabíamos quiénes éramos y ahí empezó la relación, de a poquito, empezar a construir”, explica Federico.
Una herramienta para devolver derechos
Por el momento, a la iniciativa piloto ya se sumaron ocho juzgados bonaerenses de diferentes jurisdicciones, pero el impacto es en toda la provincia. Primero, comenzó en el mencionado juzgado de San Miguel (perteneciente al departamento judicial de San Martín); luego se incorporaron los juzgados de Familia Nº 5 de Mar del Plata; Nº 1 de Tigre (departamento judicial de San Isidro); y Nº 5 de La Plata. Recientemente, se extendió el alcance con la participación del Nº 3 de La Matanza; el Nº 2 de Junín; el Nº 1 de Tandil (departamento judicial de Azul); y el Nº 2 de Ituzaingó (departamento judicial de Morón).
Raffo detalla que todas las magistradas y los magistrados que son parte del proyecto están recibiendo pedidos desde otros juzgados, porque hay muchas situaciones de niños que no pueden o no quieren ser adoptados, pero sí desean vivir en familia, egresar y hacerlo en un proyecto de convivencia.
Sin embargo, por ahora no hay muchas personas inscriptas: en total, hay 17 legajos dados de alta. Por eso, buscan mayor difusión y que se conozca la existencia de este registro.
“El registro viene a colaborar, a ser parte esencial para que esto pueda ocurrir. Hay tiempos que se acortan y los adolescentes necesitan respuestas más rápidas, porque justamente tienen poquito tiempo más para quedarse en los hogares y se les van acabando las oportunidades”, reflexiona Lucila.
Como requisitos, las personas interesadas deben residir en la provincia y estar dispuestas a asumir la tarea de cuidado de forma estable y sostenida –puede ser con o sin convivencia familiar–, y así acompañar a estas chicas y chicos en sus trayectorias hasta que puedan tener una vida autónoma.
Pero, más allá de lo formal, ¿qué hace falta para animarse? Lucila lo resume así: “Es un día a día distinto, donde los proyectos, las risas, los comentarios son siempre una sumatoria, un poder regalarnos vida y regalársela a ellas. Es construir familia. Espero que esto sirva para poder compartir y que muchas otras familias que sientan que puedan hacerlo, lo hagan, con el corazón en las manos”.
Inscripción y talleres informativos
Hasta el 4 de noviembre se encuentra abierta la inscripción en el Registro de Cuidadores Familiares. Los requisitos son: residir en la provincia de Buenos Aires, realizar dos talleres de capacitación obligatoria que se desarrollarán en modalidad virtual los días 6 y 13 de noviembre, desde las 9 h; y luego atravesar las evaluaciones que realizan los equipos técnicos. Consultas: cuidadoresfamiliares@pjba.gov.ar