25 de agosto, 2022 | 08.22

Artemis I: despega la misión que prepara el retorno a la Luna

Durará unos 42 días, e irá más lejos y durante más tiempo sin acoplarse a una estación espacial, que ninguna otra

Con más de 100 metros de altura, equivalente a la de un edificio de 32 pisos, transcurren sus últimas horas en la plataforma 39B del Centro Espacial Kennedy, la misma que vio salir despedidos hace medio siglo a los 12 únicos hombres que estamparon su huella en la Luna, el cohete SLS con la cápsula Orion, que el lunes 29 de agosto (si surgiera algún inconveniente, las fechas alternativas son el 2 y el 5 de septiembre), en una ventana de dos horas que comienza a las 9.33 am., partirán entre el feroz rugido de sus motores y una danza de llamas y nubes de humo con destino a una órbita muy elíptica en torno de nuestro satélite natural. El viaje recorrerá en total 2,1 millones de kilómetros y al volver alcanzará velocidades de hasta 40.000 km por hora. La cápsula Orión debería amerizar en el Océano Pacífico, frente a la costa de San Diego, el 10 de octubre.

“La razón por la cual no se volvió antes a la Luna es que no se quería repetir lo de los años sesenta, que fue una hazaña técnica impresionante, pero primordialmente tuvo razones políticas, que fueron ganarle a la Unión Soviética –explica el ingeniero aeroespacial argentino, Miguel San Martín, jefe de la Sección de Orientación y Control del Jet Propulsion Laboratory de la NASA–. Se establece ese objetivo, se pone la bandera en la Luna y ahí el proyecto Apolo empieza a morir, porque estaba diseñado estrictamente para ese objetivo, que era más que nada político. Por supuesto, se hizo ciencia, pero para volver teníamos que quedarnos y aprender a vivir de los materiales locales, hacer el oxígeno y el combustible de regreso. Eso es importante porque, si bien no es necesario para la Luna es fundamental para los viajes a Marte. Por eso, esta misión es muchísimo más ambiciosa”.  

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La cápsula Orion, orbitando la Luna

Un detalle no menos importante es la exigencia de bajar los costos, porque los vuelos del programa Apolo eran impagables. “El presupuesto que tenemos hoy en la NASA es mucho menor. Requiere nuevas formas de trabajar con la industria privada, en cooperación con otras agencias –explica San Martín–. Y no es tan obvio que esto vaya a suceder”.

Marcelo Colazo, astrónomo y gerente de Vinculación Tecnológica de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, ve esta misión como “el primer paso en la exploración del Sistema Solar. Porque si bien la Luna es un objetivo en sí mismo –subraya–, permitirá ganar experiencias y realizar desarrollos para luego dar un salto más grande y llegar a Marte”. 

Con 42 días de duración, Artemis I (que lleva el nombre de la diosa griega Artemisa, hermana melliza de Apolo) marcará el inicio de las operaciones con el dúo Orion/SLS. Irá sin tripulación y es la primera de tres misiones cada vez más complejas cuyo objetivo es la exploración humana del espacio profundo, que empieza en la Luna, pero cuyo objetivo a más largo plazo es Marte. Artemis II ya llevará tripulación y la III, prevista para 2025 y que se desarrollará en simultáneo con el inicio del ensamblaje de la estación espacial lunar Gateway (portal del espacio) destinada a funcionar como laboratorio, centro de comunicaciones, habitación y “estacionamiento” para rovers, es la que descenderá sobre el suelo lunar.  

La insignia de la misión Artemis

Todo en esta misión es superlativo. El SLS es el cohete más poderoso jamás construido y volará más lejos que de lo que cualquier nave construida por humanos. Sus motores, de 39,1 meganewtons (un newton es la cantidad de fuerza aplicada durante un segundo a una masa de un kg),  podrían impulsar el equivalente a casi 60 aviones supersónicos Concorde en el despegue.

Orion permanecerá en el espacio sin acoplarse a una estación espacial durante más tiempo que cualquier otra cápsula, y al volver deberá soportar velocidades y temperaturas mayores que ninguna otra. El programa Artemis también será el primero en llevar a una mujer a la Luna.

“De la cápsula dicen que es una Apolo ‘con esteroides’ –bromea San Martín–. Tiene casi el doble del peso y el tamaño de aquella [cinco metros de diámetro], y puede llevar hasta seis astronautas y en cierto modo a uno le parecería que no es tan buena. Por ejemplo, la Apolo se podía poner en una órbita cercana a la Luna, a unos 50 km. Para salir, eso requiere mucha energía. Orion, al ser tan voluminosa, se va a quedar en una órbita mucho más grande y rara, una elipse muy elongada, siempre apuntando hacia la Tierra, así que desde el punto de vista de las comunicaciones y la visibilidad es excelente. Pero eso requiere que el  módulo lunar recorra un camino mucho mayor, lo que traslada la complejidad al sistema de descenso”. 

Impulsado por sus cuatro motores y dos propulsores (boosters), el cohete alcanzará el período de mayor fuerza en 90 segundos, y los propulsores de cohetes sólidos quemarán su combustible y se separarán después de aproximadamente dos minutos. 

Tras completar una órbita alrededor de la Tierra y desplegar sus paneles solares, sus motores criogénicos le darán a Orion el impulso para dirigirse hacia su destino. A dos horas del lanzamiento, se desplegarán diez minisatélites (CubeSats) para estudiar la Luna o dirigirse a destinos en el espacio profundo.

Helga y Zolgar, dos maniquíes equipados de sensores

También llevará tres maniquíes que ayudarán a reunir datos sobre lo que experimentarán los astronautas durante el vuelo. Uno llamado “comandante Moonikin Campos” estará equipado con  dos sensores que registrarán aceleración y vibración. Los otros dos, llamados Helga y Zohar, son torsos que fueron fabricados con materiales que imitan los huesos, tejidos y órganos de una mujer adulta y estarán equipados con 5.600 sensores y 34 detectores de radiación para medir qué ocurre con la exposición a los rayos cósmicos fuera de la magnetósfera terrestre que nos protege. 

Adicionalmente, Orion llevará también cuatro experimentos de biología espacial para analizar qué cambios sufren los sistemas vivos en el espacio. Por ejemplo, se fijará en qué ocurre con el valor nutricional de las semillas, la reparación del ADN de hongos, la adaptación de las levaduras y la expresión génica de las algas. 

“Hacer sustentable la vida a largo plazo en otro sistema es un desafío impresionante –explica Colazo–. La radiación no solo afecta los equipamientos, sino la vida humana, por supuesto. Y la idea es plantar una base en el Polo Sur lunar”.

Además, probarán el paquete de demostración Calisto, que combina la tecnología de Alexa, de Amazon, y de Webex, de Cisco, para crear una asistente digital, algo así como una “Alexa espacial”, que futuros astronautas podrían usar como interfaz para conocer el estado de los sistemas de soporte vital y otros

Al principio, Orion volará a unos 100 km sobre la superficie de la Luna, y luego usará su fuerza gravitacional para insertarse en una órbita muy elíptica que se extiende hasta más de 64.000 km de distancia.

El amerizaje

Durante el regreso a la Tierra, entrará en la atmósfera viajando a velocidades escalofriantes y soportando temperaturas de hasta 2800 grados Celsius, lo que pondrá a prueba su escudo térmico, para caer sobre el océano balanceándose suavemente gracias a que sus paracaídas se desplegarán a 7.600 metros de altura y reducirán su velocidad, de 160 a 32 km/h.

“SLS y Orion se hicieron con la misma modalidad que las Apolo, pero el módulo de descenso se está haciendo con una distinta –destaca San Martín–. Es una colaboración público privada. El contrato lo ganó Space X con su Starship. Este es un vehículo que, de ser exitoso, revolucionará los viajes espaciales, marcará un antes y un después. Es un concepto muy osado. El módulo lunar que van a utilizar en 2025 tiene más de diez pisos, es decir que los astronautas van a necesitar ascensor para bajar a la superficie de la Luna”. 

Según explica el ingeniero aeroespacial que tuvo a su cargo el descenso de los rovers Spirit y Opportunity en Marte, entre muchos otros grandes proyectos de la NASA, compañías como Space X avanzan muy rápido. “Me tocó viajar a la fábrica como consultor y sorprenderme por la forma en que trabajan –cuenta–.  Logran hacer las cosas en períodos más breves, porque utilizan equipos muy pequeños y tienen la filosofía de ‘fallar pronto’ y corregir enseguida; es decir, que todo el tiempo están experimentando. En cambio, nuestra cultura [en la NASA] se basa en que las cosas tienen que funcionar al primer intento, no podemos equivocarnos”. 

Además de la NASA y la agencia espacial europea (ESA), en el programa Artemis participan la agencia espacial japonesa (JAXA) y la canadiense (CSA). Entre otros veinte países que firmaron acuerdos para intervenir, están Brasil, Colombia y México. “En la Argentina el interés existe, lo que no está claro es cómo vamos a participar, no está definido –dice Colazo–. Nosotros, desde el punto técnico tenemos una larga experiencia de cooperación con NASA y por supuesto, la exploración del espacio ultraterrestre es una de las líneas estratégicas del plan espacial”.

El itinerario

Este lanzamiento se da en un momento especial para la agencia espacial norteamericana, ya que en diciembre celebrará el 50° aniversario del último viaje de un ser humano a la Luna: el de la Apolo 17.

La operación empieza este sábado 27, más o menos a las once de la mañana, hora argentina. La carga de sus tanques de combustible (con 2,7 millones de litros de hidrógeno líquido y oxígeno) comenzará justo después de la medianoche.