Para conectar con la "Ciudad Dorada intraterrena", Verónica Lizana contó que tuvo que subir en vez de bajar. Lo hizo por uno de los senderos de El Challao que surca el Cerro Arco, apenas a quince minutos de esa otra ciudad, terrenal y visible para todos, que es Mendoza capital. Es un camino hoy sembrado de señales: símbolos pintados en la roca y montoncitos de piedras equilibradas que dejan quienes suben buscando a Isidris, un punto en la localidad precordillerana de Las Heras al que los visitantes empezaron a atribuir cualidades místicas y sanadoras, luego de que Lizana convierta su experiencia epifánica con seres de otra dimensión en un libro de culto, casi imposible de conseguir en la actualidad.
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A principios de los noventa, apenas después de la publicación del relato, el boca en boca y una incipiente red de foros en internet acrecentaron el mito de Isidris. La zona se convirtió en un vórtice energético para algunos y en una puerta de acceso a un mundo bajo la tierra, para otros, más devotos del relato de Lizana. Antes, a comienzos del siglo XIX, la explanada le había servido a Antonio Arcos, sargento mayor del ejército de San Martín, para relevar el terreno y preparar desde ahí el cruce de los Andes.
Isidris hoy recibe dos públicos: amantes del trekking y de las actividades al aire libre, por un lado, y buscadores de experiencias, por el otro; centenares de viajeros y vecinos de Las Heras que trepan el cerro en procura de una recarga energética o de protagonizar vivencias extraordinarias del más variado tipo: los testimonios van desde despertares espirituales a contactos con extraterrestres.
Kherver, donde comienza el mito
“Creer para ver”, eso significa Kherver, el mote que adoptó Lizana cuando descubrió su misión en este planeta, según explica en una entrevista difundida en su página web. “Fue sin querer, porque la casualidad no existe”, subraya en el video la escritora y doctora en Metafísica Aplicada.
Para ver a Isidris hay que relajarse, entrar en un contacto armónico con el territorio y despojarse de intenciones mezquinas y egoístas, recomiendan los turistas que han dejado registro de su experiencia en internet. “Con tus ojos físicos, no vas a ver nada”, advierte la autora de Isidris: Ciudad Dorada intraterrena, la biblia de un culto que empezó cuando Lizana, en ese momento analista en sistemas, meditaba sobre una piedra y, súbitamente, estableció contacto con el supuesto comandante Nhemmok, un habitante de esta ciudad paradimensional subterránea y decidió dejar constancia de su epifanía en un libro.
“Esta ciudad alberga no solamente a seres extraterrestres de la Confederación sino a aquellos humanos del Planeta que por su evolución han logrado la "Llave de Acceso" que les permitió poder habitarla”, se lee en este best-seller del under místico que supo agotar varias ediciones y hoy es casi imposible de conseguir.
El libro salió en 1993, firmado por Kherver, el nombre cósmico de Lizana, en años en el que la idea de las urbes etéreas tenía réplicas en todo el mundo y, puntualmente en Argentina, encontró su más fuerte caja de resonancia en la leyenda de Erks, la metrópoli intraterrena que se escondía supuestamente bajo el cerro Uritorco en Capilla del Monte, la ciudad cordobesa “capital mundial” del avistamiento de OVNIS.
“El nombre de «Ciudad Dorada» se debe principalmente a su belleza, cuyo esplendor y color dorado provienen de la construcción de los techos de su edificación, justamente de ese color oro, formando con él una cúpula intensamente luminosa. Esta cúpula tiene dos funciones: la de protección y la de conservar y mantener el microclima”, describe el texto de Kherver.
“Esta ciudad alberga no solamente a seres extraterrestres de la Confederación sino a aquellos humanos del Planeta que por su evolución han logrado la "Llave de Acceso" que les permitió poder habitarla”, se lee en este best-seller del under místico que supo agotar varias ediciones y hoy es casi imposible de conseguir.
Habitué de Isidris
Mauricio vive en Godoy Cruz y trata de ir a Isidris al menos una vez por semana a “cargar energía”, le cuenta a El Destape. Como muchos, no ha tenido la oportunidad de leer el libro. Lleva buscándolo varios años y sólo pudo dar con algunos fragmentos, extractos desperdigados que algún usuario transcribió en posteos de foros viejos o que inflan las crónicas de blogs en desuso. La última vez que supo de la existencia de algún ejemplar, fue una vez que Kherver visitó Argentina —actualmente reside en Canadá— y trajo un puñado de unidades. “Yo de adolescente escuché el mito. Me empezó a interesar y con unos amigos organizamos una expedición para llegar a ese lugar. Subimos al cerro pero nunca tuvimos la certeza de si estábamos o no en el punto correcto”, recuerda.
Al igual que Kherver, Mauricio tampoco cree en las casualidades. Una tarde, al volver de un paseo en familia por otra “zona energética” —el cerro Tunduqueral—, enganchó por la televisión local un documental sobre la Ciudad Dorada que le reavivó el interés y lo motivó a aventurarse nuevamente en busca de Isidris. “En el programa comentaban una particularidad: que la piedra siempre mantenía una temperatura baja, por más que hicieran 40 grados. Eso me remontó a nuestra primera expedición, a los dieciocho años, y me confirmó que era la piedra en la que nosotros habíamos estado”, explica el vecino de Godoy Cruz.
"Al universo hay que ayudarlo, pero el universo sabe qué hacer". Es una frase que a Mauricio le gusta y que subraya para explicar lo que pasa con Isidris. Según él, eventos excepcionales no faltan y está en cada uno poder verlos. “Me ha pasado en muchas oportunidades encontrar gente que está buscando la zona y no la encuentra y me ha tocado encaminarlos o decirles por dónde es, pero en realidad trato de que se den cuenta por ellos mismos”, expone.
Hace unos años, Mauricio abrió un grupo en Facebook para intercambiar experiencias en la piedra, motivado por las ganas de compartir la “paz y la tranquilidad” que ofrece el recorrido. “Tenía dudas al principio, con el tema del grupo. Pero fue más fuerte el pensar que en esto no hay que ser egoísta y que si realmente todos tuviéramos un poco más de lo que la piedra ofrece, estaríamos mejor como sociedad”, detalla el mendocino de 44 años, que trabaja como empleado en una morgue judicial.
El cuadro de opiniones del Isidris en Google Maps sirve de muestrario de las sensaciones que genera en los visitantes. “Energía” es la palabra que domina las intervenciones, “magia” y “cósmica”, aparecen con recurrencia y se destacan, además, algunos comentarios que reconstruyen acontecimientos paranormales. Otros cuantos coinciden en que, a pesar de la intensa caminata, al bajar no sienten nada de cansancio.
“En cada oportunidad tengo experiencias diferentes”, relata Mauricio y se detiene en una particular: “Una vez veníamos caminando y yo sentía un resplandor; era como si yo sintiese todo el tiempo una luz detrás de mí. Me daba vuelta pero el resplandor desaparecía. Me pasó varias veces: giraba y no había nada”.
Puerta a Isidris: crónica de un testigo escéptico
En la base del cerro, metros antes de que empiece el sendero que lleva a la zona, se asienta “Puerta de la Quebrada”, el emprendimiento turístico de Domingo Álvarez, guía y expedicionario con más de cincuenta años de trayectoria en la montaña, quien agrega una capa más de extravagancia al asunto: “En ese lugar primero se reunía la gente de Silo, el fundador del movimiento Humanista. Era un espacio para el diálogo sobre un mundo futuro, que desembocó en un camino político, a través del partido Humanista”, detalla.
En la cronología que despliega el montañista, luego de ese período de Silo, aparece el libro de Kherver y las afirmaciones sobre la Ciudad Dorada, que Álvarez interpreta como una metáfora. “La propuesta es que la ciudad está dentro tuyo, no en la piedra. El libro presenta diferentes interlocutores para ir conociendo niveles de espiritualidad, y en la medida en que te vas sumergiendo en esos estadios, se llega a un perfeccionamiento de tipo más bien filosófico”, plantea el guía.
“Después, apareció también otro grupo de personas que vincularon al lugar con viajes interestelares. Esto más en la época en que tomó fuerza el tema de los extraterrestres”, agregó Álvarez y resaltó que como “hecho real”, de lo que sí se puede dar cuenta es de los fuegos de San Telmo: descargas luminiscentes que se producen en zonas con fuertes campos magnéticos.
“Eso sí lo he visto, muchas veces, no sólo en el Cerro Arco. En la noche se pone todo azul, el lugar se tiñe de color y se ven los relámpagos fulgurando, que son los fuegos de San Telmo, mientras uno está prácticamente entre las nubes”, describe el guía y añade que la gente que no es de la montaña y que no está acostumbrada, vuelve con la sensación de haber vivido algo extraordinario.
Desde la Puerta de la Quebrada, Álvarez atestigua cada fin de semana la llegada del turismo. Distingue dos públicos, el espiritual, vinculado “al mundo del yoga y de la meditación”, y el deportivo, compuesto por caminantes y viajeros en busca de trekking. Las excursiones de luna llena son las que más seducen a los visitantes. La piedra reluce y deja ver los dibujos que les han impreso los transeúntes: mandalas con tizas de colores y runas germánicas que parecen un poco excéntricas, entre los chañares y algarrobos nativos, tan lejos del norte europeo.
En su emplazamiento, Álvarez tiene un pequeño museo de montañismo con piquetas antiguas, botas de antes de que se inventase el caucho y una maqueta del Aconcagua. Le gusta la historia. Cuenta que esa zona, la del cerro, le rinde homenaje con su nombre a Antonio Arcos, desertor del ejército español que se sumó a las tropas napoleónicas y llegó a Buenos Aires en 1814. Poco después, fue convocado por San Martín para planificar el cruce a los Andes. “Esto era un mirador estratégico durante aquella campaña. Desde la cumbre se puede ver en profundidad para cualquier punto cardinal”, ahonda.
El guía también recalca que la piedra original, donde se juntaban los seguidores de Silo y que estaba tallada, se hundió con un aluvión en 2007. “Isidris, en la visión de Kherver es toda la zona”, aclara, al tiempo en que explica que ahora, como punto de encuentro se usa un muro con imágenes que se ha convertido en el “emblema” de la Ciudad Dorada.
Lizana, por su parte, lejos ya de la falda precordillerana en donde se contactó con Nhemmok, se dedica al coaching metafísico y organiza “Encuentros de Almas” en distintos “puntos energéticos” del planeta. El año pasado, como parte de su agenda, realizó uno en El Challao y volvió a Isidris. En su canal de YouTube comparte entrevistas y algunas charlas. En una de las últimas y como en casi todas, recordó la misión que se cifra en su nombre cósmico: “ayudar a que la gente crea para poder ver”. Mauricio, recalca que para percibir algunas experiencias, depende mucho de cómo esté uno preparado. “El universo sabe qué hacer”, repite, “pero a veces hay que ayudarlo”.