Nina Gomes no es una ambientalista promedio. Con gafas de color rosa brillante y solo 4 años, retira basura desde el agua a lo largo de las playas de Río de Janeiro junto a su padre Ricardo.
"Ella ya es una minidefensora del océano", dijo su padre. Con Nina a cuestas, Gomes se embarca en una tabla de surf con remos hacia las pintorescas pero contaminadas aguas de la Bahía de Guanabara de Río, donde retira botellas y bolsas de plástico y las coloca en una malla.
Cuando le preguntan por qué recolecta desechos del mar, dice: "Porque (de lo contrario) los peces y las tortugas mueren".
Once millones de toneladas de plástico se desechan en el océano cada año, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Los desechos plásticos pueden ser mortales para las aves y la vida marina, y miles de mamíferos marinos mueren cada año al consumir o quedar atrapados en desechos plásticos.
Gomes, quien hizo una película en 2017 sobre el mundo submarino de la Bahía de Guanabara, se inspiró en el nacimiento de su hija para fundar el Instituto Mar Urbano, un grupo con sede en Río dedicado a la lucha contra los desastres marinos.
Los estudios del Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad de Brasil hallaron que había más de 400 especies distintas de aves, peces, reptiles y mamíferos que viven dentro o en la periferia de la Bahía de Guanabara.
Miles de residentes de Río también dependen de la bahía para su sustento a través de la pesca. Más de 10 millones de personas viven en los alrededores de la bahía.
Gomes espera que el ejemplo de Nina sirva para inspirar amor y empatía y también ayude a romper la apatía pública en torno a la protección ambiental en Brasil.
"Los niños que se crían solo en concreto no se convertirán en defensores de la naturaleza, del océano", dijo Gomes.