Apenas el Presidente decretó una serie de medidas sanitarias incluyendo 15 días de clases virtuales para limitar la circulación e intentar así atenuar la peor curva de contagios desde que empezó la pandemia, asistimos a un nuevo Nado Sincronizado Independiente (NSI) entre Juntos por el Cambio y nuestros medios serios (dos colectivos que cada día es más difícil diferenciar). El periodista Diego Cabot escribió en su cuenta de twitter que había “olor a 125 educativa”. Laurita Alonso, la ex titular de la Oficina Anticorrupción de Cambiemos, llamó a la rebelión ciudadana frente al decreto presidencial mientras Débora Plager justificó esa rebelión invocando el Mayo francés y las protestas estudiantiles ocurridas en la Plaza Tienanmén en 1989. Temiendo quedar atrás en ese frenesí superlativo, Carlos Pagni comparó las dos semanas de clases a distancia en plena pandemia con las leyes que instauraron el apartheid en Sudáfrica. Si Macri tenía algo de Nelson Mandela, no vemos por qué una restricción sanitaria en plena pandemia no sería comparable al apartheid y su rechazo no configuraría un nuevo Mayo francés.
Luego que Larreta hiciera una presentación ante la Corte Suprema en contra del decreto presidencial, con indignación contenida y fraseo guionado, tres jueces porteños confiables- entre los cuales se encuentra la hermana de un estrecho funcionario del propio Larreta- dieron lugar al reclamo de una oportuna asociación de papis y mamis y ordenaron que las clases fueran presenciales en la Ciudad de Buenos Aires. De nada sirvió que un juez federal ordenara respetar el decreto hasta que la Corte se expidiera en una causa federal, ya que varios constitucionalistas independientes apoyaron la fantasía de que un juez municipal pudiera rechazar un decreto con fuerza de ley. Incluso el ineludible Alfredo Leuco que solía repetir que la ley es la ley y debe ser respetada, al menos mientras gobernaba Macri, explicó que Larreta puede no cumplir con un decreto y desoír el fallo de un juez ya que así se lo recomendaron tanto sus abogados como sus socios políticos y, además, según el humorista cordobés, “la gente apoya a Horacio”. De repente la ley se volvió opinable.
Por su lado, Marcelo Longobardi aportó su granito de arena al debate sobre la legitimidad democrática al opinar con su habitual estilo engolado que “vamos a tener que formatear a la Argentina de un modo más autoritario para poder manejar semejante descalabro.” A la vez que apoya gobiernos cuyas políticas aumentan la pobreza, como el de Cambiemos, Longobardi considera que a partir de un cierto umbral de esa misma pobreza la democracia electoral no es viable. Un jugador de toda la cancha. Como suele ocurrir en estos casos, el periodista luego aclaró que sus palabras fueron malinterpretadas pero en el ínterin tanto Débora Plager como Antonio Laje las apoyaron, lo que prueba que la tentación del voto calificado forma parte del imaginario de muchos de nuestros periodistas serios.
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Con su gesta heroica contra dos semanas de clases virtuales en plena pandemia, Larreta tiró por la borda la trabajosa ficción del candidato mesurado, adepto al diálogo y coso, que participaba de las conferencias junto al Presidente, y terminó arrojándose a una pileta que creyó llena y resultó estar pintada en el piso, como las que suele ofrecer a los chicos porteños. En efecto, pese al apoyo de los medios serios y la extraña invocación a Sarmiento desde un espacio político que redujo el presupuesto en educación de la Ciudad de Buenos Aires del 27,80% del gasto total en 2007 al 17,18% este año, la esperada 125 de la educación no llegó.
En unos pocos días los vientos parecen haber cambiado para el Jefe de Gobierno porteño, entre el apoyo ciudadano a las medidas sanitarias del Presidente y el aumento escalofriante de contagios en la CABA, lo que transforma en abstracta la lucha por las clases presenciales. Incluso Gerardo I, visir de la Puna, maharajá del Potosí, marqués de Ledesma, León de Tilcara, Apóstol de La Paz, Zar de los Siete colores, mariscal del Altiplano, califa de Humahuaca, Martillo de Herejes, Protector de la Justicia, Orgullo Radical y Azote de Dios, buscó despegarse del terraplanismo de sus socios del PRO al criticar la presencia de la ex ministra Pum Pum en los cacerolazos frente a la Quinta de Olivos y calificarla de reaccionaria. Explota la Matrix.
Teniendo en cuenta la curva ascendente de contagios y fallecimientos, es muy probable que el gobierno nacional decrete medidas sanitarias más severas e incluso el regreso a la Fase 1. En ese caso, es de esperar que los medios serios y la oposición vuelvan a defender con pasión la libertad de contagio.
En todo caso, la jugada de Larreta puso en evidencia que en Juntos por el Cambio hay dos alas bien diferenciadas: una bolsonarista y otra imaginaria.
Imagen: Un oficial de La Cámpora aplica la vacuna china con un chip del Instituto Patria (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)