En julio de 2010 Argentina se transformó en el primer país de América Latina en aprobar y legalizar el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo. En palabras de la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner ese día fuimos “todos un poco más iguales”. Crónica de una jornada acalorada.
Al final de la sesión de 14 horas, los legisladores protagonizaron una encarnizada votación que concluyó en la sanción de la ley que tuvo 33 votos a favor y 27 en contra, más tres abstenciones. Las calles de la Plaza de los Dos Congresos estallaron en una euforia alegre entre los cientos de miles de manifestantes. Uno de los momentos más felices de la historia argentina.
La ley contempla la posibilidad de la adopción de menores por parte de las parejas homosexuales, uno de los temas más polémicos para las voces que defenestraron el proyecto con discursos absurdos basados en el odio y su concepción de lo moralmente aceptado. A su vez, la sanción conlleva la modificación del Código Civil argentino, que en su artículo 2 establece que el casamiento debe concretarse entre individuos de distinto género.
"No me preocupa que las personas homosexuales se casen, me preocupa el efecto que ello pueda tener sobre terceros, en los niños, en la educación. Porque a partir de ahora la sexualidad pasa a ser algo que se construye", ladró la senadora Liliana Negre de Alonso, una de las principales opositoras de la ley, encabezando una serie de argumentos funestos. Como si fuera poco, durante la sesión exhibió un cuadernillo de instrucción sexual primaria que invitaba a "armar" cuerpos con órganos sexuales intercambiables.
Fueron muchas las ponencias dolorosas y sujetas a las creencias de la vida privada de cada senador que embarraron la cancha. Una de las posiciones más discutidas fue el derecho de las parejas homoparentales a adoptar niños. Escudándose en “el orden moral” que les imponía su credo, fueron muchos los que mostraron su hilacha en ponencias lamentables. Una de las más recordadas fue la de la senadora Josefina Meabe, quien esgrimió haber visto el mensaje de Dios que indica “que existen diferencias entre un macho y una hembra”.
El amor se impuso a la negrura con los 33 senadores que votaron por la igualdad –no hay que olvidarse de los diputados que también se pronunciaron a favor con discursos cercanos y emocionantes, como el del socialista Ricardo Cuccovillo- convirtiendo a Argentina en un país de avanzada en cuanto a derechos de las minorías. Según el último Censo Nacional de Población arrojó un total de 24.228 uniones del mismo sexo en el total del país, el 17% correspondía a parejas censadas en la Ciudad de Buenos Aires.