“Después de mucho tiempo, uno de los que estaba arriba del helicóptero que fue a rescatar a los tripulantes del Repunte nos dijo que salieron a buscar cuerpos, no esperaban a nadie vivo”, confiesa la hermana del Capitán del barco, Gabriela Sánchez, a El Destape.
El hundimiento del buque pesquero aquel 17 de junio de 2017, que se encontraba de regreso por un fuerte temporal en plena campaña de langostino, fue la tragedia marítima más importante que sufrió un barco de pesca marplatense en los últimos 10 años y la primera en ser investigada, gracias a la creación de la Junta de Seguridad en el Transporte, constituida producto de la lucha incansable de los familiares de los tripulantes, nucleados en la organización “Ningún Hundimiento Más”.
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El barco pesquero, de más de cincuenta años de antigüedad, naufragó a 65 kilómetros al noroeste de Rawson, y por ello fallecieron diez de sus trabajadores, siete de los cuales aún hoy se encuentran desaparecidos en altamar.
Aquel sábado, Gabriela recibió el llamado de su marido al rededor de las 11 de la mañana y le dijo “no te asustes, pero el barco donde estaba Gustavo se hundió. Quédate tranquila que están todos arriba de la balsa”. Fue ella la encargada de decirle a su mamá y a su sobrina Guadalupe, hija del Capitán, quien “ya intuyó que había muerto, porque casi se desmayó cuando le dije”, recuerda.
El 13 de junio el buque zarpó desde Puerto Madryn para realizar un viaje hacia la zona de pesca de langostino, en Chubut, hasta que tres días más tarde recibieron una alerta meteorológica de vientos intensos en la zona, por lo cual iniciaron su regreso al puerto.
“Nosotros creíamos como explicación lógica, aunque con algunas dudas, que el navío había tenido una entrada de agua tan grande que provocó el trágico desenlace. Sin embargo, no fue la entrada de agua, sino que el buque se encontraba en un estado deplorable y con el viento perdió la estabilidad, inclinándose hasta hundirse. Eso lo pudimos saber gracias al Informe de Seguridad Operacional (ISO) de Sucesos, Marítimos, Fluviales y Lacustres”, indica la hermana del trabajador pesquero.
El informe fue realizado por la Junta de Seguridad en el Transporte, organismo descentralizado del Ministerio de Transporte de la Nación, quienes al investigar la causa dieron cuenta de que el buque pesquero tenía afectada la estabilidad, producto de la cantidad de reformas realizadas por la empresa propietaria del mismo. Además, en dicho informe señalaron las deficiencias en el control y la fiscalización por parte de Prefectura, que permitió que este buque y muchos otros siguieran operando sin cumplir con las normas mínimas de seguridad.
El Repunte fue traído a Argentina en el año 1968 desde España y ya contaba con un hundimiento en su historial. La embarcación era propiedad de la empresa Ostramar S.A. y “estructuralmente contó con variadas modificaciones, pasando de ser un barco merlucero a un buque langostinero”, reafirma Gabriela.
Sánchez es socióloga y desde un principio se convirtió en la vocera de los familiares de los trabajadores marinos. Fue la impulsora de la organización Ningún Hundimiento Más, bajo su lema la corrupción mata: “Yo en un principio no podía parar, prácticamente no dormía, la cantidad de cosas que hicimos para visibilizar el caso y que la causa se investigue, fue impresionante. Pero el dolor sigue siendo el mismo. La causa penal no ha avanzado tanto, sí bien existieron cambios, sigue habiendo un montón de hundimientos”, lamenta.
Según un informe publicado en el Observatorio de Problemáticas Pesqueras desde el 2000 hasta el 2022, en nuestro país se hundieron 60 barcos pesqueros y hubo 97 muertos, entre tripulantes fallecidos y desaparecidos. La fiebre del oro, como es llamada la pesca del langostino, comenzó en 2015 y “esto provocó que muchos navíos produzcan modificaciones que alteran la seguridad de los trabajadores”, atestigua Gabriela.
“Yo estaba segura de que íbamos a encontrar a mi hermano. Es realmente desesperante la búsqueda. A nosotros nos decían que estaban todos arriba de la balsa, eran las 19h y seguían diciendo lo mismo, pese a que a las 14h ya sabían que estaban todos muertos. Lo mismo le pasó a la gente del Ara San Juan”, recuerda Gabriela.
Ella ama el mar, al igual que toda su familia, pero después del naufragio del buque comandado por su hermano manifiesta que nunca más pudo “estar en el agua sin pensar en Gustavo. No lo puedo hacer”, dice entre lágrimas.
Apenas se enteró del hundimiento, comenzó a investigar casos similares. “Mi familia viajó hacia Chubut y yo me quedé literalmente sentada en la computadora leyendo. No sabía ni qué regulación existía. Ahí me doy cuenta de que en otros países existían comisiones independientes encargadas de investigar y prevenir”, asevera. Esto sirvió de punta pie para la sanción de la Ley 27.514, que constituye la Junta de Seguridad en el Transporte, comisión de investigación independiente.
“Nosotros no sabíamos que ya estaban trabajando desde hacía siete años para su creación. Fue tanto el impulso que dimos a esto, que salió en senadores y diputados aprobada de forma unánime. Y la primera investigación que hacen es la del Repunte”, agrega. Además, la mujer sostiene que “trabajando en las cuestiones de seguridad se puede mejorar muchísimo, pero hay un montón de cosas aún por hacer. Los avances que hemos logrado han sido porque las familias nos hemos movido un montón para todo esto”.
“Para Prefectura hasta hoy hay dos explicaciones: el clima o el capitán. Nunca pusieron en cuestión las condiciones de seguridad del barco. Por eso, nosotras comenzamos a pedir esta Comisión de Investigación Independiente”, relata la hermana de Gustavo a El Destape. “Este buque se hundió por la negligencia y la codicia de los empresarios pesqueros, que lo mandaron a navegar en condiciones precarias e inseguras”, afirma.
Entre los logros que han conseguido, se encuentra la obligatoriedad de trajes de exposición, vestimenta térmica que permite mantener un cuerpo flotando hasta por 6 horas; y la utilización de doble balsa salvavidas para todos los barcos de Argentina. “Los dos sobrevivientes estuvieron cuatro horas y media en el agua y se salvaron. Siempre nos va a quedar la duda, pero seguramente hubieran tenido más oportunidad de vivir si El Repunte llevaba doble balsa y trajes de exposición”, asegura Gabriela.
Los trabajadores que perdieron la vida en este naufragio fueron diez, de los cuales solo encontraron tres cuerpos: Horacio Airala (Jefe de Máquinas), Gustavo Sánchez (Capitán), Silvano Coppola (1° oficial de máquina), Claudio Islas (Marinero), Néstor Paganini (Marinero), Jorge Luís Gaddi (Engrasador), Fabián Samite (Engrasador, oriundo de Miramar), Isaac Cabanchik (Engrasador), José Omar Arias (1° oficial de pesca, de Puerto Madryn) y José Ricardo Homs (cocinero). Los dos sobrevivientes son Lucas Trillo y Julio Guaymas.
“Con la pandemia pensaba que todos se iban a olvidar del Repunte, pero por suerte no fue así”, informa la socióloga. En diferentes escuelas y jardines de la Ciudad portuaria hicieron murales para poder visibilizar el hecho. Trabajan en conjunto con la comunidad educativa, brindando charlas y organizando jornadas de pintura. “En un hundimiento no hay registros visuales, no hay nada, es un desaparecido”, agrega.
Actualmente, continúan reclamando a la Municipalidad la creación de un monumento recordatorio. “En el puerto hay uno, pero está hecho por los empresarios, nosotros no queremos que ellos estén ahí, lo sentimos como un lavado de conciencia. Buscamos la forma de ponerle una imagen a alguien que no la tiene, que no está y que nunca va a estar”, manifiesta.
Gabriela, refiriéndose a su organización, indica que hay una unión muy fuerte entre las mujeres familiares de los tripulantes. Destaca el respeto y la compañía que las hizo seguir de pie. “A nosotras nos tocó esto y tratamos de que quienes siguen trabajando en la pesca, lo hagan en las condiciones de seguridad que corresponde, ni más ni menos”.
“¿Por qué alguien que va al mar, que ya de por sí es tremendamente riesgoso, le vas a sumar condiciones de inseguridad? El único sentido que tiene es el sentido económico, que si los mirás desde ese lugar es un negocio redondo, porque el empresario gana siempre. Si se hunde su barco, lo cubre el seguro. Si vos sabés que tenés una chatarra flotante, ¿para qué lo sacás a navegar?”, se pregunta.