La Ley Bases y las imágenes de terror

14 de junio, 2024 | 13.13

El presidente megalómano volvió a retratarse como un león gigantesco, a sus pies le tiran sus patitas como bebés leoncitos diminutos, miles de ellos, tal vez saludando a ese libro que el gigante sostiene en las garras y dice en su portada Ley Bases. Es una imagen diseñada por Inteligencia Artificial para suplir artificialmente al pueblo que no lo aclama en las calles porque a ese porcentaje que lo sigue apoyando -y que ya se distancia en 9 puntos de los que no le creen nada- Javier Milei los empuja del sacrificio a la casa (si tienen) y de la casa al sacrificio (porque a esta altura de la precarización, ya ni trabajo).

El presidente megalómano sabe aislar a sus votantes en su red de imágenes que ofrecen tanto fantasías como terror y crueldad.  Imágenes listas para compartir en redes y buscar quienes se relaman con esas secuencias sin fin de rostros gaseados, de gritos desesperados, de policías como robots empujando a jubilados y jubiladas, vendedores ambulantes, deteniendo brutalmente y sin más criterio que diseminar el terror, a cualquiera. Un músico, un abogado, una profesora de historia, tres estudiantes de la Usam; la lista sigue.

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El Senado dio aprobación a la Ley Bases entre negociados y defecciones ya conocidas. La casta, esa palabra de significado ubicuo hasta la extenuación, estuvo de fiesta. El gobierno que puso de moda acusar de “casta” a cualquiera y a nadie -sin ir más lejos, se abrazaron a Patricia Bullrich para su plan de generación de terror callejero-, por fin entendió de qué se trataba la palabra y ahora la usan para cumplir sus sueños pornográficos de poder, eugenesia, exclusión, extractivismo y servidumbre al colonialismo.

Lo que pasó el miércoles en el Congreso, cuando se vació la plaza de manifestantes como si se la arrasara, es una repetición de la historia como sátira, una metáfora esperpéntica de lo que el poder económico, el imperialismo estadounidense y los milicos asesinos planearon en 1976: aniquilar la organización popular y revolucionaria, la consciencia política y el deseo de justicia para imponer un modelo económico hecho para concentrar la riqueza en poquísimas manos. Pero sobre todo para quitarle a las grandes mayorías el derecho a participar de las ganancias. Como si las riquezas las generara el capital y el trabajo fuera apenas un costo.

Ese plan económico llega ahora en la forma de Ley Bases y ahora no necesitaron 30 mil desaparecidos y desaparecidas, un millón de exiliades, miles de asesinatos y presos y presas políticos porque ese trabajo ya lo hizo la dictadura hace 48 años. Nos falta una generación. El miércoles a la tarde, como otras veces, pero también como nunca porque fue y es de crueldad extrema, lo que pretendieron fue aniquilar a la protesta social.

Los métodos son los de siempre: primero deshumanizar. Zurdos, golpistas, terroristas (también pobristas o empobrecedores, cucarachas, orcos, fracasados…) Después criminalizar. Una cacería de personas que ahora están siendo retenidas por un juzgado federal acusadas por delitos inexistentes que atentarían contra la institucionalidad.

El escrito de Carlos Stornelli, el fiscal que pide que se investigue la sedición, sigue a pie juntillas el guión que se propuso desde esa inexistente Oficina del Presidente y de dos diarios amigos, Clarín y Nación. Cita esas fuentes y le parecen suficiente sospecha como para mantener detenidas a personas que simplemente se manifestaban, muchas ni siquiera eso, estaban vendiendo empanadas. Palabras vacías, distanciadas de los hechos tanto como se distancia el pueblo de las imágenes de Inteligencia Artificial.

Ni golpe de estado, ni terroristas, ni una “Argentina violenta que quema autos” -como dijo Victoria Villarruel casi sonriendo cuando desempató la votación en el Senado-; lo que había en la plaza era un pueblo haciendo uso de su derecho inalienable a la protesta, esa escuela política que las acciones represivas del miércoles y su consecuencia judicial sobre hombres y mujeres que siguen detenidos, muchos de ellos ya en unidades penales, pretenden demonizar. Así, sobre el miedo que inoculan porque cualquiera puede caer bajo los gases o la prisión sin causa, pueden seguir difundiendo festejos de leoncitos artificiales que adoran a un presidente megalómano, a un león inexistente que se pasea por el mundo mientras acá ofrece hambre y sacrificio para las mayorías.