Mar Azul es un legendario bar porteño ubicado en la esquina de las calles Tucumán y Rodríguez Peña, en la zona de Tribunales. Es uno de los pocos que conserva gran parte su aspecto original por dentro y por fuera, lo que hace que sea fácil transportarse en el tiempo. Tal vez por eso fue elegido como uno de los escenarios para filmar la serie sobre la vida del músico Fito Páez, El amor después del amor, que transcurre a lo largo de la década del 80 entre las ciudades de Rosario y Buenos Aires.
“Acá se filmó la escena en la que el joven Fito se descompone, cae tirado en la vereda y se arrastra borracho vestido con una campera de cuero negra. La escena arranca con el actor que lo interpreta sentado en la mesa de aquella punta, al lado de la ventana”, señala Carlos Encina, el dueño del bar desde 2006.
Es habitual que el bar sea utilizado para filmar diferentes series, películas o comerciales. Lo último que se filmó allí fueron escenas de la serie “El Robo Mundial”, protagonizada por Joaquín Furriel, Benjamín Amadeo y Marcelo Subiotto. “Esas cosas te levantan mucho, son un empujón enorme”, asegura.
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La historia de Mar Azul
El bar fue fundado en 1939 y desde ese momento llevó el nombre de Mar Azul porque los antiguos dueños eran de la ciudad Alicante, España. Armaron el espacio de una manera sencilla, con una distinguida barra larga de madera que esconde una heladera comercial atrás, donde antes se guardaban las bebidas. Además, colocaron unos distintivos azulejos vidriosos color celeste en la parte inferior de las paredes, donde aún se mantienen.
Las mesas, que fueron realizadas a medida, especialmente para las dimensiones del bar, aún se conservan, al igual que el secavasos en forma piramidal y giratorio, las sillas tonet y el piso. En las paredes cuelgan cuadros con fotos de la antigua Buenos Aires y afiches de publicidades icónicas. A pesar del cambio de dueño, el local nunca fue modificado.
El bar se encuentra ubicado muy cerca del comité radical y supo ser un centro de reuniones políticas y un punto de encuentro de muchos intelectuales y personajes de la política y la cultura: desde David Viñas hasta Martha Mercader.
“Con la pandemia se desactivó todo eso. El comité tiene muy poco movimiento y lo mismo ocurre con la zona de Tribunales y los estudios jurídicos. Hay una merma porque los abogados hicieron una retirada masiva por el teletrabajo. El proceso de 2020 y 2021 fue lamentable porque no había movimientos de ningún tipo. Al menos ahora hay turistas”, se lamenta Carlos.
Siempre fue un bar de café con sándwiches y alguna que otra minuta. Funciona también como un bar de tragos a la tarde, cuando se sirve cerveza y vermut. Abren de lunes a viernes de 8 a 20 horas y los sábados de 8 a 15.
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Mar Azul fue uno de los primeros en integrar la lista de bares notables desde 1996. “Este bar tiene el milagro de que no lo reformó ninguna de las empresas que vino. Lo único que hicimos fue renovación de cocinas y baños y seguir navegando por el mar azul”.
La vida en bares
Carlos toda su vida tuvo bares. Nació en Santiago de Chile, pero como la situación política estaba “muy complicada”, en la década del 70 se vino a vivir a Buenos Aires. Estudió economía y administración de empresas, se casó con una argentina, tuvo tres hijos y siempre le interesó tener su propio comercio.
Al poco tiempo, “como acá también se puso muy duro” se fue con su familia a buscar lugares un poco más tranquilos. Vivió un tiempo en México y otro tanto en Brasil, y siempre estuvo vinculado a la gastronomía.
En el 86 volvió a Buenos Aires y se incorporó al bar “El Británico” de San Telmo hasta el 2006, cuando lo cerraron. “El local cerraba cada dos por tres porque cambiaba de dueño. Yo estaba buscando un bar y este estaba cerrado hace un año porque el dueño anterior había vendido el fondo de comercio y nadie se le animaba”. Así que un día Carlos fue, compró el fondo de comercio y Mar Azul volvió a abrir sus puertas.
“En esa época el gobierno de Néstor Kirchner tenía una línea de subsidios que aprovechamos y el apoyo fue enorme. Se generó un movimiento tremendo. Néstor fue una máquina de generar laburo, inversiones, había gente que volvía de Europa porque esto traccionaba de una manera brutal”, recuerda.
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“Soy un enamorado de este tipo de negocios. Hoy ya es un entretenimiento porque hay un montón de clientes que son habitués, estás todo el tiempo en acción y la gente, en su mayoría, te tira buena onda. Este tipo de bares funcionan más como clubes sociales, culturales y de esparcimiento porque casi todos charlan, interactúan, es un ida y vuelta. No son esos bares impersonales donde vas y como no te atiende nadie tenés que ir a la caja y no podés hacer ningún tipo de contacto. A los seres humanos nos gusta el contacto”, señala en diálogo con El Destape.
Mar Azul enfrentó distintos temporales socioeconómicos a lo largo del tiempo así que Carlos siente una especie de entrenamiento a la hora de hablar de crisis. “El peor problema de este momento es que la gente ve los precios, se sorprende, se amarga y se deprime. Nosotros para sostener el bar tenemos que estar un paso adelante. Cuando hay inflación es todo un training poder mantener el nivel de ingresos y egresos con impuestos brutales”, describe.
Los bares y la noche
El vínculo de Carlos con Fito Páez trasciende la escena de la serie grabada en Mar Azul. “Lo conocí a Fito de joven porque venía mucho al Británico, que tenía la particularidad de estar abierto las 24 horas. Cuando regresé a Buenos Aires, a mediados de la década del ’80, venían todos los músicos de esa época, la mejor del rock nacional”.
Por allí pasaban el Indio Solari y Willy Crooke, pero también referentes del periodismo cultural como Fabián Polosecki, Ricardo Ragendorfer, y Enrique Symns y personajes del parakultural como Omar Chabán. “En esa época Symns hacía una revista llamada Cerdos y Peces y las entrevistas las realizaba durante la madrugada en el Británico. Todos se juntaban ahí, era como el rincón de almas perdidas. Como estaba abierto las 24 horas, siempre caía alguno que se había peleado con su mujer o que tenía abstinencia de falopa y llegaba a las 2 de la mañana para tomar algo. Había pocos lugares abiertos a esa hora. Hoy ya casi no quedan”, describe Carlos.
La actual “compañera de ruta” de Carlos se llama Mara. Es psicóloga y vivió muchos años en España. “Se vino en el 99 y desde ese momento estamos juntos. Vivió una etapa mía de mucha noche. Todo ese movimiento que está bueno si lo podés controlar y es malo si no tenés límites. Yo a veces no tenía límites y los puso ella”, asegura.
Carlos cuenta que en esa época trabajaba de noche. “De noche siempre terminás escabiando algo y estás regalado. Yo laburaba de 4 de la tarde a 12 de la noche y me quedaba hasta la 1 ó 2. Y mis encuentros con gente eran a las 3 de la mañana, hasta que Mara me dijo que no era normal eso. Ahí empecé todo un proceso. Era una vida linda, pero con un costo muy alto”, concluye.