Si el desatino no sucediera prácticamente todos los días, si la piel resistiera convertirse en cuero a pesar de las agresiones a que está expuesta todos los días desde que las fuerzas políticas más reaccionarias y las anarcocapitalistas se fusionaran para ocupar el poder en nuestro país, sería sorprendente que durante todo el día de ayer el presidente de la Nación se haya dedicado a difundir mentiras violentas sobre una deportista argelina llamada Imane Khelief sobre quien cae la sospecha de no ser tan mujer. Y aunque el amperímetro de la sorpresa se mueve, también aparece el tedio: ¡otra vez!
Este escándalo bien orquestado en X, la red social propiedad de Elon Musk, además de la carga de violencia desplegada con innumerables posteos trae en su centro la oportunidad de desarmar la idea bien instalada de que se nace “mujer” o se nace “hombre” -y eso sin adentrarse en el hecho de que esas categorías son construcciones sociales-. Como lo cuenta Candelaria Schamun en su libro Ese que fui, y lo han contado antes diversos autores y autoras, por ejemplo en el libro compilado por Mauro Cabral -Interdicciones- al menos el 1,7 % de la población mundial nace sin una definición clara -para los parámetros de la “normalidad”- de sus genitales, sus gónadas o los marcadores clásicos del ADN XX y XY. Hay muchas más combinaciones para esas letras y ese hecho palpable en las estadísticas desestabiliza la lectura tranquilizadora de que la humanidad se divide en dos y sólo en dos. Así, desde ayer y todavía hoy, hubo defensores acérrimos de la comprensión binaria del mundo que insisten en decirle “hombre” -también “pervertido”- a una mujer que nació y creció con genitales femeninos porque tiene más testosterona que las mujeres promedio, contradiciendo el dogma que los fundamentalistas del celeste y rosa sostienen: los hombres tienen pene, las mujeres vagina -la palabra vulva, tanto más erótica, no está en su universo-. Sin quererlo, he aquí como suscriben que ni siquiera biológicamente hay sólo hombres y mujeres en el mundo.
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Pero volvamos al principio: ¿Por qué digo que éste fue un escándalo bien orquestado? Basta revisar la narrativa con que el hecho se coló en la discusión ¡mundial! sobre la corrección de los cuerpos. Angela Carini, la boxeadora italiana que se enfrentó en los Juegos Olímpicos 2024 a Imane Khelif -como siempre en el boxeo los cuerpos entran en categorías según su peso-, abandonó la pelea a los 46 segundos de comenzada, apenas si llegó a completar un round. “Nunca me habían golpeado tan fuerte”, se difundió que dijo la italiana sobre el cuadrilátero. También que lloró y que fue por “su familia” que tuvo la valentía de abandonar y que al bajarse del ring se le escuchó “no es justo”. Todo ese relato puesto a disposición para sembrar la sospecha sobre Khelif, como si hubiera algo sobrenatural o ¿contranatura? en su puño. En seguida, la presidenta de Italia, Giorgia Meloni, parte de la ultraderecha global e, igual que todos sus líderes, cruzada contra los feminismos, la diversidad corporal y de género, la población LGTIQ+, salió a decir que Imane no debería haber competido. Y se mostró protectora de todas las “mujeres verdaderas”, dos palabras que inundaron juntas las redes sociales del mundo: “Sé que no te rendirás, Ángela, y sé que algún día ganarás con esfuerzo y sudor lo que te mereces. En una competición finalmente justa.” La foto que acompaña el tuit es elocuente. Compasiva con Carini, pero obviando que, por ejemplo, Imane Khelife fue derrotada en cuartos de final en los JJOO 2020 de Tokio, por lo cual queda dicho que no es tan sobrenatural su fuerza femenina. Angela Carini, sin embargo, no cumplirá los deseos de Meloni de lucirse en una competencia “justa”. Abandonó el boxeo, según se supo hoy.
Después siguió la catarata: se sumó el presidente de la Nación colaborando en la narrativa contra “los boluprogres” y afirmando “si seguía la mataba”, para seguir dedicando una veintena de tuits más que colaboraron a que todo el día la tendencia en la red X se clavara en este supuesto debate con cuatro categorías distintas y no sólo en este país. Por supuesto trabajaron en ello el dueño de la red -no olvidemos que Musk declaró muerta a su hija Vivian por ser trans-, la escritora J.K. Rowling con más de una decena de posteos y otras personalidades que sería agotador enumerar pero que seguramente compartieron el espanto por la estética de la apertura de los JJOO 2024. Por supuesto que no faltaron las hordas de tuiteros libertarios (y filósofos como Agustín Laje) que alimentaron la ola de violencia transfóbica contra una deportista que no es trans, que representa a un país que no reconoce a las personas trans y ni siquiera ofrece derechos civiles a la comunidad LGBTIQ+.
Cabe destacar la participación estelar de la diputada María Florencia Arrieto que le puso una perspectiva antifeminista a la cuestión: “Hola feministas! Esto lograron, que quedemos de rodillas frente al macho! Bravo!!", escribió. Y también merecen un lugar los seguidores de la nueva promesa de peronismo conservador, Guillermo Moreno, que no pierden oportunidad en ponerse hombro con hombro con los libertarios en la lucha contra los feminismos y las luchas Lgbtiq+. Aquí uno que me invitó a pelear (o algo así) ya que su promesa es “te cago bien a trompadas”, eso sí, depilado y con peluca:
Es evidente que las ultraderechas en el mundo comparten algunos puntos nodales de coincidencia -las diferencias están más bien en el terreno del proteccionismo económico de los países centrales, como Italia y Estados Unidos, algo de lo que Milei, por caso, reniega-: los feminismos y movimientos lgbtiq+ como enemigos declarados, la xenofobia y el racismo; la confrontación con un supuesto peligro comunista que sólo ve su fanatismo y el apoyo a conflictos bélicos que, dicen, se libran en nombre de la paz, como el genocidio que se sigue perpetrando contra la población palestina.
El fantasma del comunismo y el telón de fondo de la guerra como naturalización de la crueldad -aunque duela- parecen fáciles de entender en su instrumentalización política. El miedo es eficaz como anestesia mientras se espectaculariza la muerte de los otros: islamitas, terroristas, migrantes que roban el trabajo a los locales, niños pobres que pueden asesinarte… Todas figuras habituales en los discursos de la derecha y la ultraderecha que ahora mismo en nuestro país se convierten en proyectos de ley como bajar la edad de punibilidad a los 13 años -mientras se fomenta el hambre y la exclusión de la mayoría de las infancias- o la participación de las Fuerzas Armadas en conflictos internos, anunciada el jueves por Manuel Adorni como una superación del plan sistemático de exterminio y tortura de la dictadura diciendo “hace algunos años hubo pactos de silencio para enfrentar estos hechos (el terrorismo) que causaron dolor, hoy se los enfrenta con todo el peso de la ley”.
¿Pero la insistencia contra los feminismos y movimientos LGBTIQ+? ¿Qué ansias disciplinadoras caen sobre nuestros cuerpos? Podemos pensar, por el movimiento de la red X que lleva más de 24 horas que es alimento para seguidores de la ultraderecha, también maniobras distractivas para quienes nos dolemos con el hambre, la falta de entrega de alimentos que se pelea como una causa en la Corte Suprema y otros hechos de crueldad. O podemos interpretar que esos movimientos convertidos en blanco móvil abren horizontes a formas de vida y de encuentro con otros y otras que desarticulan el individualismo extremo y la insensibilidad social, pilar sobre el que se sostienen las ultraderechas. Por supuesto no hay verdades reveladas en los feminismos, es más, hay feminismos liberales que también abonan a la idea de hay maneras correctas y biológicas de ser mujer. Pero en este territorio, donde los feminismos se inscriben en la genealogía de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, más que una pregunta se necesita una alianza del campo popular y las izquierdas con movimientos que luchan contra la crueldad y por la justicia social con una potencia que se ha desplegado en los últimos años y que las derechas saben leer mejor que los propios compañeros en tantos casos y por eso apuntan y descargan su violencia contra ella.